Paradigmas de futuro sin perder perspectiva
Aunque ahora mismo hay un florecimiento de todo lo natural y del consumo bio en la cesta de la compra, durante décadas en España el consumo y producción de alimentos bio iba ligado a un reducido grupo de individuos, pioneros con una visión muy idealista, centrados en la salud, la ecología y el bien común. Aunque sea una alegría la explosión de negocios bio y su auge económico, no debemos abandonar los valores con los que nació este sector.
Vivimos un tiempo donde nuestras decisiones a nivel consumo tienen tanto o igual valor que nuestras decisiones políticas. El comprar tal o cual producto, a quien se lo compramos, de qué forma y en qué envase, implicará un impacto positivo o negativo tanto para nuestra salud, como para la salud del planeta.
Para los que trabajamos en establecimientos ecológicos, claro que la alimentación es algo que nos atañe a todos (independientemente de la línea alimentaria que sigamos). Pero “comer bien” implica cambiar el actual modelo agroalimentario industrial, y para hacerlo hay una premisa imprescindible: cambiar el sistema.
Cada vez tenemos más conciencia del impacto negativo del actual modelo agroalimentario y de sus efectos en la salud. En los últimos años hemos asistido al mal de las vacas locas, pollos con dioxinas, la gripe aviar, el glifosato, y el aumento considerable de alergias e intolerancias alimentarias. Estos hechos han conseguido que cada vez más personas se preocupen de la procedencia, elaboración e ingredientes reales de cada elemento que termina en nuestra mesa.
De este modo, aunque sea a partir de una preocupación individual, más personas optan por consumir productos ecológicos.
Ante esta realidad necesitamos cambios normativos para mejorar y hacer viables nuestros proyectos, esto es algo que no podemos hacer solos sino uniéndonos con nuestros iguales (empresas y entidades de la economía social y solidaria junto con consumidores y consumidoras con principios éticos, democráticos, ecológicos y solidarios con el balance social), en este sentido aparecen diferentes campañas y redes que proponen generar cambios.
A raíz del proceso de negociación de la PAC (Política Agraria Comunitaria) a nivel europeo y dentro de las campañas que quieren incorporar cambios en ella, aparece una acción a nivel europeo llamada Good Food Goog Farming. También aparece en este marco la campaña Living Land, que se inició en 2017 por Bird Life Europe & Central Asia, European Environmental Bureau (EEB) y WWF EU, donde se sumaron más de 600 organizaciones de toda la Europa, para decirle a la Unión Europea y a los órganos donde se está debatiendo la PAC que se quiere hacer una PAC más justa, sostenible, saludable y responsable, ya que la actual ha generado un sistema de producción y consumo de alimentos que no funciona.
Apostando por el consumo en ecológico logramos una transformación política y social de la sociedad avanzando en una buena dirección.
El consumo de productos ecológicos con el sello bio certificado es la decisión menos mala. Pero una opción que sólo busque el “comer bien” fácilmente puede ser captada por un discurso y una práctica capitalista verde.
Ahora mismo vivimos una explosión de cadenas de supermercados bio y de supermercados convencionales que dedican lineales en sus establecimientos a productos certificados como ecológicos, pero donde no importa si la procedencia de una manzana es África, China, siempre y cuando esté certificada. Si no tenemos en cuenta: proximidad, derechos laborales, envasado, etc., nos diferenciaremos muy poco de la gran distribución muy industrializada, que entra “al mundo bio” por razones de negocio y marketing que por verdadera conciencia transformadora ecológica.
La realidad es que la legislación en el estado español no está diseñada para desarrollar los proyectos productivos agroecológicos, sino que ésta funciona para potenciar la industrialización agrícola, ganadera y agroalimentaria olvidando el modelo del pequeño productor y artesano, aquel que además de producir, cuida la tierra, no envenenándola, regenerándola, potenciando la biodiversidad, conservando variedades locales, etc., intenta poner en juego otros aspectos de mejora de las condiciones sociolaborales y de cuidado hacia las personas que trabajan la tierra, intentando escapar de larguísimas jornadas y obtener remuneraciones justas.
Algunos vamos mucho más allá apostando por el pequeño y mediano productor en circuito corto y cultivo biodiverso. Hemos de lograr que la mayoría de productos tengan esta procedencia en nuestras tiendas. Porque explotaciones de pequeño y mediano tamaño han demostrado contener una mayor biodiversidad, producir más alimentos por hectárea y más empleo, invertir en el entorno fortaleciendo la economía local, retener más carbono en sus suelos, más agua. Y no menos importante, una región con muchas fincas pequeñas y medianas es mucho más hermosa que con grandes explotaciones industriales.
La transparencia ha de ser eje fundamental de nuestros valores. Creemos que una nueva economía ha de ser construida a través de la confianza y la cooperación, y que solo saldrá adelante si lo hacemos mediante la transparencia. Dar la información completa acerca de dónde proviene un producto, cómo se cultiva y el precio exacto que el agricultor recibe por su producto.
Debe movernos una intención de caminar juntos hacia la unidad con la naturaleza, de elevar la energía del planeta.
Crear una economía alimentaria transparente, justa y dinámica, respondiendo a las necesidades reales de los consumidores y distribuyendo equitativamente los beneficios. En una situación en la que todos los eslabones de la cadena salen ganando. Alimentos ecológicos que contribuyen a un suelo fértil, a mejorar la salud humana y la comunidad.
Jorge López
Responsable de calidad bio en Espacio Orgánico
espacioorganico.com
