Perder para ganar

¿Quieres más?

¿Te gustaría estar siempre al día con las últimas tendencias, consejos y secretos?  Suscríbete a nuestro boletín mensual y sé parte de una comunidad exclusiva.

Los movimientos de la vida incluyen siempre un venir y un regresar, una contracción y expansión, una inspiración y espiración, un ying y un yang, movimientos que forman parte del universo desde su creación. Nosotros, como partículas que pertenecemos a esta gran red, como polvo de estrellas, obedecemos a esas mismas leyes que rigen toda la naturaleza del planeta.

Ante la pérdida de algún proyecto, de una potencial pareja, de algo que nos hacía ilusión, de lo que sea que es importante para nosotros, he escuchado varias veces decir “Hay que ir para adelante”, “olvídalo” “Natalia, la vida sigue” y me pregunto qué tanto hay que seguir para adelante cuando no tengo tanta fuerza para hacerlo. Se trata de algo que fue valioso para nosotros y que por tanto ocupa un lugar en nuestro corazón. Desde ese lugar me pregunto nuevamente, qué tanto nos resistimos a sentir el dolor de la pérdida. ¿Por qué preferimos mil veces la expansión de la alegría en vez de poder sentir el poder fertilizante de la tristeza? Fertilizante que permite que crezcan nuevas raíces de entendimiento dentro de nosotros.

Quizás gran parte de nuestra castración actual es haber invalidado nuestra propia sensibilidad. Haber renunciado al sentir dolor porque nos parece patético, irresistible, porque la vida sigue y hay que seguir adelante. Porque ésta es la época de la practicidad y del poco tiempo para ahora, porque hay que llegar a algún lado, a ese lugar donde no estemos bien. Porque como sociedad seguimos matando lo femenino en nosotros. Nos seguimos violentando al no hacer espacio para la auto-contención emocional de nuestro llanto interno. Parte de la violencia actual es la que gestamos sin consciencia en nosotros invalidando nuestros estados internos; los que expanden, los que contraen. TODOS. Siento que el trabajo de sentirnos en nuestra real dimensión es la clave para un bienestar integral, más allá de todos los deberías.

A veces hacer ese espacio implica abrirnos a la ternura de sentir que era válido ilusionarse con ese proyecto o plan que queríamos con todo nuestro ser, y que esa misma ternura vaya cerrando las persianas de lo que un día dio luz a nuestra oscuridad.

Hay tanto que hemos perdido, que nos hemos prohibido de sentir y tanto que no hemos llorado que pienso que algunas veces lloramos por todas las veces que no hemos llorado antes, más aún, por todos los que nos anteceden sin poder haberlo hecho. Somos la herramienta de sanación de todo lo anterior y de todo lo futuro. Quizás nuestra misión en estos tiempos es ser ese canal de sanación de lo que no ha sido sanado en toda la humanidad.

¿Y si en vez de seguir caminando con las rodillas rotas nos damos el permiso de parar, de curar nuestras heridas y de sanar? ¿Qué tal si ahora nos pudiéramos tratar con amor, conteniéndonos en un espacio sin tiempo para abrazar lo que necesite sanar?

¿Me preguntas cuál es tu tiempo para sanar?

Ese es uno de los descubrimientos que hay que hacer a través de la experiencia personal. Tu tiempo es sólo tu tiempo, y de nadie más.

¿Qué tal si ahora en vez de apretar el automático para seguir haciendo “lo que hay que hacer” y cumplir con los deberes , nos damos una pausa personal internamente para sentir ese vacío, eso que duele y que ya no queremos esconder debajo de la alfombra?

En la búsqueda de ese espacio de sanación podemos usar todo nuestro potencial creativo para manifestarnos a través de lo que haga el corazón. Manifestación que en su máxima expresión sana simplemente al expresarse, porque ahora soy la pintura en vez del pintor, soy la canción más que el cantante, soy mi danza antes de ser danzarín. Es ahí, en la completa sensibilidad, donde nos experimentamos como envase de ese don que es la piedra preciosa que andamos buscando.

Por tanto tiempo nos hemos corrido de la tristeza, cuando la verdad es que nos cuesta estar en ella, sentirla y darle un espacio para expresarse. Por tanto tiempo nos hemos querido armar enteros después de una “derrota” cuando por dentro lo que necesitábamos era un abrazo de nosotros mismos para hacer un duelo. Cuando sólo queríamos llorar por todo lo que no habíamos llorado.

Dice Bert Hellinger, quien recopiló el concepto de las constelaciones familiares, que lo que mejor podemos hacer por el otro cuando se enfrenta a una pérdida es acompañarlo para que pueda hacer su duelo. Ojalá que llore todo lo que tiene que llorar sin interrupciones, que se vacíe por dentro cuantas veces sea necesario, porque sólo allí habrá espacio para llenarse de nuevo. A la esperanza de sí mismo, al amor. Acompañar desde ese lugar es maestría. Entregarse al vaciamiento es humildad.

Entregarse a lo real, en este caso a sentir la tristeza de algo que esperábamos y que no fue, nos permite vivir nuestro duelo acompasados en el ritmo de nuestro tiempo, ventilar la casa, abrir las ventanas, hacer espacio para que algo más grande complete el espacio vacío. En ese acto de entrega curiosamente volvemos a nosotros mismos, a armarnos desde una profunda fortaleza que viene desde la confianza en que este dolor también esta al servicio del amor.

Quizás la valentía no signifique sólo arriesgarse a ser lo que uno quiere o hacer lo que llama el corazón, sino también signifique envalentonarse a sentir la tristeza, entregarme a renovar mi piel una y otra vez, a ser oruga para después experimentarme mariposa.

Natalia Bullon

farmacéutica, acompañante de personas en procesos de transformación de vocación, consteladora familiar, como life coach y escritora

www.aligerandomiequipaje.com

Haz tu buena obra del día ¡Compártelo!

6,4 minutos de lecturaActualizado: 11/07/2024Publicado: 25/01/2018Categorías: Estilo de VidaEtiquetas: ,