Fernanda me escribe y me dice que tiene cáncer. Se ha operado varias veces y ahora está en periodo de remisión, con sus revisiones semestrales, que le provocan un profundo miedo a medida que se acercan. Todo empezó en su mama izquierda, pero luego necesitó ser histerectomizada, y posteriormente le retiraron un pequeño tumor en la otra mama. Las últimas revisiones no han mostrado nuevos síntomas. ¿por qué entonces Fernanda dice que tiene cáncer?
Algo que necesitamos aprender para sanar tiene que ver con dejar ir los síntomas. No importa cuántas veces nos digan que una vez que un síntoma se presenta ya no hay nada que hacer. Yo misma he sido diagnosticada varias veces de enfermedades crónicas, incurables, que necesitaban de una intervención quirúrgica radical.
Decidí no creerlo, y pude ver con alegría que mi cuerpo respondía a mis creencias en todos los casos.
Entonces vuelvo a la pregunta sobre Fernanda ¿por qué dice que tiene cáncer si los dos últimos años su cuerpo ha decidido no mostrar síntomas?
Para comprenderlo tenemos que remontarnos a más que a sus propias creencias, que ya son profundamente reveladoras. Y para facilitar su comprensión te voy a poner un ejemplo que puedes considerar como un sencillo ejercicio, y si lo deseas puedes utilizar tu propio síntoma para comprender mejor.
Imagina a alguien que te produce miedo, rechazo, dolor. Alguien que según tu visión intenta acabar contigo. Es como una sombra en la penumbra, que durante el día, y también mientras duermes, aparece en el ángulo de tu ventana y te observa con detenimiento. A veces más cerca, y a veces más lejos. Y tú, como es bastante normal, sientes miedo. Aunque a veces también te enfadas porque cuando enciendes la luz, desaparece. Pero aún entonces sientes su presencia a tu alrededor.
Esta silueta sombría se vuelve visible cuando menos lo esperas, y simplemente te observa. Imagina la sensación de sentirse observada permanentemente… Y te resulta tan desconcertante que tú no quieres mirarla, porque te hace sentir amenazada, vulnerable, frágil. Esta situación se prolonga en el tiempo y con el transcurrir de los días esta especie de persecución ciega hace que tu cuadro de emociones se vaya modificando, y que predomine cada vez más una mezcla de temor y rabia… es decir: no tienes claro si huir o atacar. Aunque también está la tristeza como un bajo contínuo porque al no conseguir que esta presencia desaparezca de tu vida y deje de mirarte tu vida ahora no es tan buena como solía ser por culpa de esta opresión permanente dentro del pecho.
Si esto se repitiera durante varias semanas o incluso meses supongo que tarde o temprano acudirías a algún lugar a buscar ayuda desesperadamente… y si la ayuda fuera insuficiente supongo que en parte te acostumbrarías a esta presencia, pero tus emociones predominantes serían cada vez más la ira y la rabia.
Pero con el tiempo, como suele ocurrir, te habituarías a la situación… aunque ciertamente lo harías a costa de un alto nivel de perturbación emocional (estrés, angustia, rechazo, miedo, ira…. ¿me sigues?)
Bien. Entonces ahora imagina que esta sombra es la representación de un síntoma. Un síntoma físico quizás, aunque también podría ser cualquier otro síntoma que te quita calidad de vida.
Hoy me siento generosa así que escoge el que quieras: una dificultad para relacionarte, una emoción densa que interfiere en tu plenitud, o también por qué no, algún tipo de dificultad para relacionarte con los demás. Elige un síntoma al que no te cueste trabajo identificar con esa silueta que te persigue.
Entonces a continuación imagina que aparece otra vez esta sombra, tu síntoma, que te persigue a todas horas desde hace tanto tiempo. Pero esta vez te detienes, y la miras.
Exhalas un par de veces o tres para aquietar tu mente, y sencillamente la miras en silencio.
Y ahora te tomas el trabajo de aceptar su presencia en tu vida: haces un ejercicio de integración. Simplemente asumes que forma parte de ti. Tómate un momento para hacerlo ahora y luego retoma la lectura. No tenemos prisa…
Es importante que comprendas que los síntomas no son más que la vibración de alguien que necesita ser visto e integrado. Entonces tú le miras, y renunciando a identificarle, simplemente comprendes lo que necesita y se lo ofreces.
Tómate tu tiempo.
Luego muy suavemente te permites sentir su resonancia… y lo que se modifica en su resonancia gracias a tu mirada de aceptación. La mayoría de las personas niegan o desprecian a sus síntomas. Pero ahora piensa ¿Qué harías tú con quien te excluye o te desprecia? ¿Cómo le miras, aunque sea internamente? ¿Cómo vives tú la exclusión?
Tu síntoma es la resonancia de un excluído de tu sistema familiar. Con frecuencia la resonancia de más de uno. Y tu aceptación de su pertenencia es un paso crucial para que deje de observarte y dejen de manifestarse su dolor, su carencia, o su tristeza en tu cuerpo y/o en tu vida.
Bien, entonces ahora internamente te aproximas algo más a esta silueta y te permites sentir su dolor, su exclusión, su tristeza… puede ser cualquier otra cosa. Lo sabrás si te abandonas un poco y dejas, vacía y centrada, que la información necesaria te llegue.
Sea lo que sea lo que te llegue lo abrazas en tu corazón… en tu alma. Es algo que forma parte de la vida de tu sistema familiar, entonces no tienes alternativa posible: estuvo allí, está allí, estará allí siempre… como tú. Como todos los demás.
La diferencia radica en dónde permanece… ¿en la exclusión pidiendo ser visto o en tu alma, sintiendo la profunda alegría y la fuerza de la Pertenencia?
Ahí está la reparación: en tomar lo que es en tu alma. Prueba y podrás ver como algo sutil y profundo cambia en ti, en tu vida, en tu paisaje emocional… en tus percepciones.
Por difícil o extraño que te parezca: permítete amar a tu síntoma. Agradécele lo que intenta enseñarte. No le des más la espalda. Si lo haces pronto verás como la relación con lo que te pasa simplemente cambia.
En el caso de Fernanda, cuyo nombre por supuesto no es real, su principal excluido sí tenía un rostro claro definido: su madre, con la que arrastraba un profundo conflicto, y a la que finalmente pudo abrazar en una constelación llena de fuerza y conciliación.
Luego el cáncer simplemente se volvió innecesario, y ella pudo encontrar, luego de pasar por los tratamientos y controles médicos necesarios, el camino para conectar con la Vida.
Lamentablemente tuvo que pasar por mucho mientras aún no tenía la fuerza para mirar y aceptar, reparar, e incluir… Pero al final comprendió que el cáncer era la voz de alguien importante, alguien imprescindible en su vida, que necesitaba ser vista y honrada. Y descubrió con asombro que había estado dispuesta a morir antes que honrarla.
Cuando esa mirada reparadora, ordenada, llena de amor llegó… simplemente tu cuerpo comenzó a sanar.
(Nota: Hace pocos días Fernanda me llamó para contarme que ha adoptado un niño sudamericano, y que unos meses, podrá darle todo el amor que hasta ahora no había sido capaz de dar, tan preocupada como estaba ocultándose de su sombra).
Espero que sirva.
Que tengas un feliz presente.
Pilar Rodríguez-Castillos
Terapeuta. Consteladora.
Profesora del Método Reiki
Directora del Liceo de Estudios
sobre Disciplinas de la Energía.
www.licestu.com