Explorando lo Sagrado: Un Viaje Interior hacia la Eternidad

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Con motivo de la aparición de mi último libro, ‘Lugares Sagrados’, se me ha solicitado un artículo que explique y aclare lo que entiendo por sagrado y los criterios que empleé para seleccionar uno entre los múltiples templos y lugares sagrados que las grandes religiones atesoran.

Bien. En primer lugar aclararé que, para mí, lo ‘sagrado’ es un ámbito interior que se localiza en lo más profundo del ser, en las riberas de la consciencia pura. Por su inefabilidad, nadie puede describirlo ni entenderlo, pero todos sentimos su presencia de algún modo. Es como si intuyéramos que, más allá de lo que la mente percibe, existe en algún sitio un atisbo de eternidad, cuya naturaleza y esencia escapan por completo a la comprensión humana. Quizá por eso el hombre siempre ha levantado en su entorno lugares dedicados a lo sagrado, a esa parte de sí mismo que le trasciende y le supera, pero en la que deposita también todas sus esperanzas. Los templos fueron desde el principio un monumento a lo sagrado, un intento de dar naturaleza física a ese ámbito inalcanzable que guarda todos los secretos de la existencia y donde coexisten los tres mayores anhelos de toda criatura inteligente: el conocimiento, la inmortalidad y la dicha absoluta.

Los lugares sagrados que ha construido el ser humano desde el origen de los tiempos son de muy variadas formas, pero todos comparten una esencia común: concitan el mayor respeto y trascienden lo meramente humano. Sus formas, cúpulas y altares se proyectan hacia lo desconocido, acercando de alguna forma al individuo a esa parte misteriosa de su esencia que no se puede acceder de otro modo.


Lo ‘sagrado’ es la consciencia pura más profunda del ser


En los textos védicos, los libros más antiguos de los que se tiene noticia y que recogen la sabiduría ancestral de la humanidad, se les denomina tirthas, lugares de encuentro entre los hombres y los dioses. A los místicos les resulta muchísimo más fácil trascender la consciencia en estos espacios, donde a su vez, los dioses pueden manifestarse o encarnarse en la tierra. Son, por tanto, poderosos centros de energía espiritual que han atraído sin cesar a millones de buscadores desde tiempos inmemoriales.

A pesar de que la mayoría de los lugares sagrados han estado siempre ligados a algún tipo de creencia, estos ya existían mucho antes de que las distintas religiones pusieran nombre al misterio: Brahman, Jehová, Alá… Eran ámbitos muy especiales donde los místicos primitivos encontraban inspiración, y a los que los peregrinos acudían en masa en busca de salvación.

Los peregrinos fueron, en efecto, los primeros viajeros de la historia. Hoy, muchos siglos después de aquellas extenuantes caminatas, la leyenda de algunas ciudades, templos, catedrales, sepulcros y lugares sagrados de todo el mundo que ya concitaban la devoción de los fieles de las distintas religiones en la antigüedad, lejos de borrarse, se ha amplificado. Algunos de esos destinos míticos (Varanasi, Jerusalén, Meca…) son a la vez hontanar y cauce, fin y camino, que los modernos peregrinos siguen transitando con alegría y fervor, guiados por su fe.


Los peregrinos: Primeros viajeros de la historia


Sin embargo –todo hay que decirlo-, ahora que el mundo se ha hecho descreído y materialista, cada vez son menos quienes viajan en aras de la fe y más quienes lo hacen explorando la historia, admirando el arte o simplemente curioseando y comprando souvenirs. Los viajeros del espíritu y los paseantes lúdicos se funden cada día en los lugares sagrados de cualquier rincón del planeta. Al igual que los cruzados de la Edad Media, que se definían como mitad monjes y mitad soldados, muchos viajeros actuales son mitad peregrinos y mitad turistas; pero esto no anticipa ni preconiza el fin de lo sagrado. Tras un día de nubarrones oscuros, el sol vuelve a brillar en todo su esplendor. De la misma forma, en el trasfondo de la naturaleza humana siempre vivirá ese ámbito inalcanzable donde el tiempo se desvanece y el hombre se da la mano con lo divino.

En las páginas de mi libro se describen siete de los más importantes lugares sagrados de las principales religiones que hoy venera la humanidad. Son los que he elegido y voy a dar cuenta de por qué.

He comenzado con la ciudad de Varanasi. Creo que era necesario e injusto no iniciar este itinerario por los lugares más sagrados del planeta en Varanasi, ya que no hay otra ciudad más singular, antigua y sagrada sobre la faz de la tierra. Mark Twain afirmó que Varanasi no solo era más antigua que la historia, la tradición e incluso la leyenda, sino que las doblaba en edad a las tres juntas.

El cristianismo actual está atomizado en numerosas denominaciones, pero si hay un lugar sagrado que convoca el fervor de todas ellas, ése es el Santo Sepulcro, un templo edificado en el siglo IV por Elena, la madre del emperador Constantino, para albergar lo más sagrado de la cristiandad: el Gólgota, donde fue crucificado Jesús, y el sepulcro de José de Arimatea, destinado a acoger sus restos, aunque nunca llegaron allí. Misterio sobre misterio.

lugares sagrados

Situado en la misma ciudad santa, Jerusalén, se encuentra el conocido como Muro de las Lamentaciones, meca indiscutible de todos los judíos. Los católicos tienen el Vaticano, los musulmanes, la Meca, pero el judaísmo es la única gran religión del mundo que no cuenta con un templo de referencia, así que a los judíos no les queda más remedio que lamentarlo y esperar un nuevo templo ante las ruinas de lo que fuera el Gran Tabernáculo del pueblo de Judá, en el monte Moriá de Jerusalén. Por eso hace siglos que oran sobre las piedras del Muro Occidental, que aún se sostiene, que un día sustentó el Templo.

Dado que no es posible para un no musulmán visitar la Meca, el sancta sanctórum del Islam, opté por incluir en las páginas de mi libro el Mausoleo de Ahmed Yasaui, en Turkestán, el más venerado en la comunidad sufí. Ahmed Yasaui eligió enterrarse en vida en una cueva al cumplir 63 años, la misma edad en que murió el Profeta. Allí escribió su célebre ‘Libro de la Sabiduría’, una auténtica Biblia para los sufíes del mundo.

Las diversas escuelas y tradiciones budistas hacen difícil elegir un solo lugar sagrado. Me decidí por el Monte Koya, en Japón, donde aún perduran ciento siete templos y un magnífico bosque de cedros, cipreses y pinos centenarios, donde millones de seguidores de Kobo Daishi anhelan ‘meditar por siempre’ junto al Mausoleo de su líder y maestro.


Todo viaje empieza y termina en uno mismo


Además, decidí incluir el culto a Matsu, una diosa poco conocida en nuestros lares, pero que cuenta con más de cien millones de fervorosos devotos en China y Taiwán.

Finalmente, no hay mejor culminación para esta hoja de ruta espiritual que el ecumenismo que desprende Adam’s Peak, en Sri Lanka, un lugar sagrado para budistas, musulmanes y cristianos por igual.

Confío en que esta selección sirva de guía e inspiración para los viajeros del espíritu, aquellos que no dudarán en recorrer el mundo buscando, paradójicamente y quizás sin saberlo, llegar al fondo de sí mismos, tal como anticipó la sabiduría de Lao Tse: “Viajero, no te apresures. No hay adonde ir. Todo viaje empieza y termina en uno mismo”.

¡Ah! Y si no te gusta el libro, no lo tires. Dáselo a alguien. Será un estupendo regalo.

Desde este número (188 Sept 2014), Espacio Humano contará con Francisco López-Seivane como colaborador habitual.

Francisco López-Seivane
Filósofo de vocación, colaborador habitual de EL MUNDO, conferenciante, escritor y viajero. “Lo mejor de un viaje es contarlo”. Entre sus libros destacan ‘Viaje al silencio’, ‘Cosas que aprendí de Oriente’, ‘La Europa escondida’ y ‘Perlas de Sabiduría’. Acaba de publicar ‘Lugares Sagrados. El hombre ante el Misterio’, de Alianza Editorial.

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