Intensidad y serenidad

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Los regalos de la luna

Hace ya unos cuantos años, un día clave en el que descubrí con asombro que todo lo que brotaba de mí, era bueno para mí. Fue entonces cuando comenzó un nuevo viaje desde a la intensidad a la serenidad.

Tendría unos nueve años y miraba embelesada la luna una noche de verano. Tumbada en un banco del parque que había enfrente de mi casa, en un sendero en el que no había farolas y en el que los novios se sentaban para regalarse sus caricias. Mis amigas y yo llamábamos al lugar “lo oscuro” pues tenía un halo de misterio y magnetismo porque allí ocurría lo que no se podía ver a la luz del día.

A mí me gustaba de vez en cuando llegar, cuando no había nadie, y sentarme en el banco de la entrada. Solo tenía que cruzar la calle pues estaba a unos pocos metros de casa y allí protegida de cualquier mirada, por las enredaderas de “velo de novia” que en verano se convertían en un manto de florecillas blancas, allí me encontraba en esa noche mágica, iluminada por la luz de la señora de plata.

Olía a sándalo y jazmín, a tierra mojada del parque recién regado. Ya hacía un buen rato que había comenzado la sinfonía de los grillos. Así me encontraba yo con la piel erizada por la belleza y el misterio de aquella noche y de aquel tiempo en que todavía no era capaz de poner nombre ni definición a mis sensaciones y emociones.

Tumbada boca arriba, mi rostro iluminado por la luna, con el corazón henchido de gozo sonreía y no sabía porqué. Este instante era el preludio de un tiempo que vendría. Ahora con el paso de los años descubro que allí, en lo oscuro, donde los novios se hacían sus arrullos, yo presentía sin apenas darme cuenta que estaba próximo el tiempo en que por primera vez me enamoraría. Mis hormonas se estaban ya despertando para zambullirme sin remedio en las oleadas de la luna. En poco más de un año, la luna me tomaría y me haría suya.

Mirando la secuencia de mi vida desde entonces, puedo observar que la luna me quiso entera para ella, pues ha sido tanta su posesión que a veces he creído enloquecer por la intensidad de tantas oleadas de pasión y de emoción. Mi naturaleza, y tal vez también el designio secreto de la “vida en mí”, han hecho que sin más remedio tuviera que entregarme a las emociones más abrumadoras que desde las profundidades de mis células anulaban mi razón.

¡Cuántas veces la luna ha destrozado mis estructuras y mi control por medio de la emoción! Cuántas veces no he hallado otro camino que la entrega incondicional ante aquello que no podía controlar, y cuántas veces mi corazón después de roto ha renacido al amor.

Hace ya unos cuantos años, un día clave, descubrí con asombro que todo lo que brotaba de mí, era bueno para mí, formaba parte de mi camino hacia mi integridad. Si yo lo sentía era porque así debía ser y no era “una enfermedad” que tenía que sanar con miles de formas de introspección o de fuerza de voluntad que me dieran respuesta a mis estados emocionales. Fue entonces cuando comenzó un nuevo viaje desde a la intensidad a la serenidad.

Descubrí que la clave era vivir la emoción, no conocer su origen, ni tampoco analizar qué sentido tenía, ni de qué vida venía pues todo ello era rechazar mi linaje de “hija de la luna”,. Así que adentrarse en el bosque tenebroso del mundo de las emociones oscuras ha sido durante muchos años la esencia de mi viaje. Sí celos, celos, sí tristeza, tristeza, sí miedo, miedo, sí soledad, soledad, sí envidia, envidia… Haciendo a todas estas emociones oscuras un templo alumbrado por la intensidad de mi vida. Allí en lo sagrado, he llorado, me he enfadado y he creído morir de miedo
ante las dudas sobre si ese templo tendría una salida. Un buen día, un rayo de luz apareció, imperceptible y muy lenta y sutilmente en mi templo amaneció. Sin respuestas buscadas, sin voluntad
forzada, en medio de las lágrimas, apareció mi sonrisa, aquella que forma parte de mi identidad, que siempre estuvo intermitente, pero que esta vez volvió para quedarse y acompañarme… Y esta vez con luz de serenidad.

Ella es el regalo de la luna, después de vivir todos sus rostros de sabiduría en mí.

 

Guadalupe Cuevas

Escritora y terapeuta de feminidad consciente

guadalupecuevas.com

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4,2 minutos de lecturaActualizado: 27/03/2024Publicado: 19/02/2018Categorías: Desarrollo PersonalEtiquetas: ,