La terapia transpersonal: del yo-yo al nosotros

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En el rincón de la alegría, no cabe la tristeza

Javier Colodrón

Ir más allá de la persona, de la máscara. El gran objetivo de los buscadores espirituales de todos los tiempos. Máscara que representaba un personaje y máscara que servía, en un gran anfiteatro romano lleno de público, para comunicar con otros personajes («per-sonare»). Las personas representamos continuamente un papel para los demás. Al final acabamos identificándonos con el papel y llegamos a creernos rey/reina o vasallo, héroe/heroína o villano, verdugo o víctima, brujo/bruja o enanitos encantados… Eternas madres/padres e hijas/hijos, Cenicientas, Campanillas y Peterpans…

A lo largo de la vida vamos delimitando una visión del mundo y una forma de estar ante él y de relacionarnos. La repetición de hábitos llega a conformar un carácter, y el carácter todo un destino, una vida encerrada en la cápsula que algunos llaman ego.

La terapia transpersonal amplía los límites del ego; no tiene como finalidad destruirlo ni cambiarlo. Su finalidad: que el ser que somos pueda revelarse y actuar en libertad y armonía. Que pueda desplegar toda su creatividad, todo su potencial transformador. Trascender el tan traído y llevado ego consiste simplemente en integrarlo para hacerlo más eficaz; no fortaleciéndolo, sino simplemente jugando con él, tomando perspectiva para volverlo a convertir en lo que realmente es: una herramienta para relacionarnos, una coloración singular del único Cristal que somos, un sabor peculiar del único Sabor en el que se condensan todos los sabores.

Y este proceso es espiritual, entendiendo por espiritual cualquier técnica y cualquier vía que desvele la unidad que somos, más allá de la ilusión de creernos fragmentos separados de los demás, la naturaleza, la vida y el cosmos. Es un proceso integral porque integra cuerpo-sensaciones, corazón-emociones, mente-pensamientos y Espíritu que lo abarca todo. Energía y conciencia. Consciente, subconsciente e inconsciente.

Éste es un camino descendente y no ascendente. La mayoría de las terapias psicoanalíticas, conductistas y humanistas tratan de completar el ego, sanarlo, hacerlo funcional y, en última instancia, conducirlo a su máximo potencial. Son caminos con una meta y unas etapas. Un proceso integral requiere un salto radical, una vez que la personalidad madura se ha consolidado. Se trata de acompañar en su nueva etapa al «paciente», a la persona que tiene la paciencia de perseverar en su propio proceso de desidentificación con el pequeño yo. O mejor aún, al consultante que acude a una consulta, no por estar enfermo, sino porque quiere «deliberar con alguien», «pedir consejo» y «tomar decisiones»; ese es el significado de «consulere», la palabra latina original.

A pesar de estar tan devaluada en ciertos medios la palabra «espiritual», estoy de acuerdo con Ken Wilber en que un consultor transpersonal es «un terapeuta espiritual, una especie de médico general del Espíritu, una persona familiarizada con todos los niveles de la conciencia: la materia, el cuerpo, la mente, el alma (niveles psíquico y sutil) y el Espíritu (niveles causal y no dual)… especialista en tratar a la persona, la sombra y los problemas del ego y que envía a los especialistas adecuados a aquellos pacientes cuya problemática queda fuera de su ámbito de competencia». (Diario, Editorial Kairós, Barcelona, 1999).

El consultor transpersonal parte de la visión de que somos una unidad cuerpo-corazón-mente-espíritu para:

  1. Acompañar cada persona en sus sucesivas tomas de conciencia de que esa pequeña unidad que llama «yo» es un fragmento de una totalidad que lo abarca todo.
  2. Facilitarle con métodos simples el acceso a estados ampliados de conciencia, pues sabe que estos estados no son regresiones a fases infantiles del desarrollo ni forzosamente trastornos de la personalidad.
  3. Animarle a que atienda sus metanecesidades como, por ejemplo, el ansia de trascendencia, el deseo de unidad, la creación de belleza, el espíritu de solidaridad y servicio, el propósito legítimo de encontrar un sentido a su vida, una vocación, un destino. Su represión puede generar depresión, ansiedad, apatía, crisis existenciales…
  4. Anclar siempre en el cuerpo cualquier comprensión, intuición, decisión, pues de otro modo éstas serán siempre parciales y efímeras o se quedarán en simples especulaciones mentales o propósitos no cumplidos.
  5. Que el consultante pueda incidir en su entorno familiar, laboral, social y político, pues somos un holograma de la totalidad y cualquier paso, por pequeño que sea, si es auténtico y profundo, constituye un paso para toda la humanidad. Y todo lo que no tiene incidencia en el entorno no es real o cuando menos completo.

La persona que llega a la consulta es un vasto país nuevo por descubrir. Y no es tan importante su edad y género, su profesión o su cultura, su nivel económico, ni el asunto por el que viene o cree venir, como la corriente misteriosa de confianza, simpatía y transparencia que se establece en la primera sesión de trabajo. Una vez que los dos decidimos hacer el viaje, ambos nos convertimos al mismo tiempo en el viajero, el camino a recorrer y el punto de llegada. Desde ese instante me considero un simple guía de montaña, y no porque haya ascendido a todas las cumbres ni transitado todos los valles, sino por el hábito de transitar caminos internos y el firme propósito de relacionarme con transparencia, sin perder nunca de vista la tierra que pisamos, el cielo que nos cubre y la línea del horizonte que los une.

Y en momentos de pérdida momentánea del hilo y de constricción de la conciencia, recordamos las palabras de Rumi: «Dejadme ahora sentarme aquí, perdido en la elocuencia del silencio». Y es en esa grieta del no saber silencioso por donde se cuela a veces el resplandor de un rayo de comprensión. El fulgor de una única Mirada. Es la desaparición momentánea del yo-tu en un más amplio «nosotros», que abarca a la Humanidad toda entera. Y por unos instantes sólo hay Eso. «Eso» sencillamente encarnado en dos cuerpos-corazón-mente-espíritu que juegan a mirarse en un espejo, libres de metáforas y mitos.

Escritor, terapeuta gestáltico y consultor transpersonal

Alfonso Colodrón

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5,4 minutos de lecturaActualizado: 27/06/2024Publicado: 30/09/2013Categorías: Desarrollo PersonalEtiquetas: , , , , , ,

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