Nacimos con inocencia y amor, después aprendimos a temer y a desconfiar. Ha llegado la hora de empezar a desaprender. (Del muro de Jose Manuel Embid Ogando)
«Aprendiendo que los miedos son dragones que atesoran tesoros. Que renunciar a los miedos es desapego, es libertad» (Muro de Abigail Pindado).
En la vida, pasamos por diferentes épocas: momentos de tristeza y de alegría, épocas de cólera y de legítimo orgullo. Sin embargo, en tiempos de crisis, el ambient se llena de un sentimiento palpable: el miedo. Este miedo se manifiesta de diversas maneras: miedo a perder el empleo, a no conseguirlo, a no llegar a fin de mes, o incluso miedo a sufrir desahucios o a una jubilación incierta.
Muchos de estos miedos son explotados por un sistema que, de alguna manera, se enriquece a expensas de la población más vulnerable. A medida que los salarios disminuyen y las pérdidas se distribuyen entre los más desfavorecidos, una minoría se beneficia de las crisis. En este contexto, el miedo se transforma en una emoción compleja, ya que alimenta los temores más ancestrales de la humanidad: miedo a la carencia, al sufrimiento, al futuro y a la muerte.
Sin embargo, el miedo no es una emoción innecesaria. Es, de hecho, una facultad humana necesaria para la supervivencia. Nos permite detectar amenazas y anticipar peligros. Por ejemplo, si temes salir a caminar por un bosque porque has oído sobre lobos sueltos, es un miedo que puede ser prudente, siempre y cuando no te lleve a una paranoia irracional.
Si miramos más allá, muchas personas vivimos entre extremos: estamos bombardeados por noticias de guerras, actos violentos y desastres naturales, que nos mantienen en estado de alerta constante. ¿Por qué, entonces, muchas comunidades eligen tener armas como una forma de enfrentar el miedo? La Asociación Americana del Rifle, por ejemplo, representa a millones que ven en las armas una forma de seguridad indispensable.
Además, culturalmente se nos enseña a no mostrar miedo, especialmente a los hombres. Desde pequeños, se nos incita a demostrar valentía y a actuar sin miedo. Esto puede llevar a situaciones donde los miedos se suprimen, creando individuos que no saben gestionar sus emociones adecuadamente.
Por lo tanto, entender y gestionar el miedo es esencial. La inteligencia emocional relacionada con el miedo implica desaprender los falsos miedos aprendidos desde la infancia y reevaluar nuestras reacciones ante situaciones amenazadoras. Algunas personas caen en el fatalismo, viendo el mundo como un lugar hostil, mientras que otras pueden reaccionar con rabia, actuando impulsivamente ante amenazas reales.
La gestión emocional del miedo puede estructurarse en varios pasos:
- Reconocer el miedo como una emoción vital para la supervivencia y crecimiento.
- Identificar cuándo es justificado, ante una amenaza real.
- Utilizar el miedo de manera adecuada dependiendo de la situación.
- No sucumbir a reacciones defensivas que sustituyan el miedo por otras emociones improductivas.
- No dejarse llevar por fantasías negativas o vivencias del pasado.
El objetivo final es poder vivir sin el lastre del miedo, como sugiere la canción de Rosana:
Sin miedo sientes que la suerte está contigo,
jugando con los duendes abrigándote el camino,
haciendo a cada paso lo mejor de lo vivido.
Mejor vivir sin miedo….
Sin miedo, las manos se nos llenan de deseos
que no son imposibles ni están lejos,
si somos como niños,
sin miedo a la locura, sin miedo a sonreír