Educación Emocional para Todos

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Este artículo tiene que ver con lo emocional del ser humano, con los conocimientos que nos ofrece nuestra sociedad a través de sus sistemas de enseñanza y con la conexión con nosotros mismos, con la búsqueda de nuestras propias necesidades y una crítica a los actuales sistemas que más que informarnos o formarnos, nos desinforman y no nos forman en lo que verdaderamente necesitamos para alcanzar nuestro potencial como seres humanos.

¡¡Si naciéramos sabiendo…!! –es una frase que he escuchado fraguar en muchas ocasiones últimamente. Entonces la vida no tendría su misterio, su encanto. Entonces lo aprendido no nos calaría tanto. No obstante, si que es cierto que nuestra sociedad está ávida de conocimientos que, sin desear, necesita.

Necesitamos escucharnos desde lo profundo a nosotros mismos o encontrar a alguien que nos guíe, que nos asesore, para evitar caer en las garras de la desinformación masiva y del desconocimiento del sí mismo. Nuestra cultura tecnológica ha evolucionado a niveles descomunales. Y si bien la psicología y las tendencias terapéuticas han tenido un gran avance en los últimos años, está claro que no es suficiente. La crisis actual es un reflejo de ello, es mucho más que una crisis económica. Necesitamos educar para conocernos y evitarnos así tener que curar síntomas y problemas que con una adecuada información podrían haberse prevenido. Educación emocional. Eso es lo que creo que nuestra sociedad necesita. A mansalva. Nuestro sistema de enseñanza ha fracasado en Europa, y no porque nuestros jóvenes no alcancen la suficiente media académica, sino porque estamos fraguando una sociedad del presente que no se atiende a sí misma, que mira fuera, que está desconectada de sus emociones, de la relación entre sus síntomas diarios y sus orígenes, que tiene baja tolerancia a la frustración y que ha dejado que los medios de comunicación de masas guíen sus decisiones y sus necesidades.

Hoy más que nunca creo que estamos dormidos y necesitamos despertar. Nos hemos acostumbrado a tener muchas de las necesidades impuestas cubiertas y hoy, parece que nuestros únicos intentos han de ir encaminados a recuperarlas. La realidad que se nos presenta nos muestra algo mucho más profundo: una necesidad de mirar alrededor y ver qué es lo que realmente nos hace felices. Redescubrir cuales son nuestras necesidades y, por ende, las necesidades de nuestra sociedad, nos hará salir del automatismo impuesto tras años y años de bombardeo televisivo, de marketing, de leyes inadecuadas y del propio estilo educativo en el que se ha desenvuelto nuestro país. Necesitamos descubrir otros modelos de alimentación, de sociedad, de educación.

A su vez, los ciclos de educación y crianza de nuestras generaciones, marcan tendencias que, sin dejar de mencionar las excepciones, nos sitúan ante un ambiente generalizado preocupante, donde los padres muestran dificultades en colaborar con el profesorado en su labor educativa y éste tiene que vérselas solo en un entorno donde el sistema se lo pone cada vez más difícil. Perfiles que amarían la tarea de enseñar se ven envueltos en la complicada tarea de tener que salvarse a sí mismos de la vorágine de algo que avanza más deprisa de lo que podemos imaginar. Niños desmotivados que podrían encontrar la manera adecuada de conectar con sus dones y potencialidades se quedan a medias en un sistema de enseñanza y en una sociedad empobrecida emocionalmente.

Sí, nos falta conciencia de lo que realmente necesitamos. Afortunadamente, cada vez son más las personas tanto dentro del entorno educativo, como fuera de él, que contemplan la necesidad de incluir educación emocional en sus vidas, ya sea en las aulas o en sesiones personalizadas de terapia, tanto individual como grupal. Muchas de estas sesiones y más allá de esto, muchas situaciones dolorosas y conflictivas, podrían evitarse si nos conociéramos mejor, si supiéramos gestionar nuestra tristeza, nuestra alegría, nuestra sensación de merecimiento de la felicidad, el respeto por nosotros mismos y la puesta en marcha de límites y contornos sanos en la relación con los demás. Continuamente veo en la consulta situaciones y problemas muy respetables del ser humano que los atraviesa y que –estoy convencida- con una inclusión de información y educación emocional en las aulas, se habrían prevenido.

Aprender a manejar nuestras emociones es aprender a manejar nuestra vida. Ojalá reconociéramos y recordáramos el nombre de gran los árboles cuando salimos a la sierra. Ojalá reconociéramos el canto, el plumaje y el vuelo de los pájaros, el nombre de los ríos, de los pueblos y de las cordilleras que conforman nuestro terreno, por no hablar de las integrales, los logaritmos, las hipérboles y el hipérbaton que nos enseñaron en el colegio. Pero aún sabiendo esto tal vez no seríamos tan felices como si estuviéramos lo suficientemente preparados para reconocer si estamos satisfechos con nuestro trabajo o no, si nos enfada que nuestro compañero nos pida algo que no nos corresponde o si nos alegra ser capaces de superar una nueva fase en nuestra vida. Y después de reconocerlo, dar los pasos adecuados: responsabilizarnos por los sentimientos ante nuestra dedicación, canalizar el enfado de una forma adecuada y permitirnos disfrutar de nuestros logros con apertura y serenidad, transformando así nuestras emociones en energía natural y sana. Sí, saber gestionar nuestras emociones es lo que verdaderamente puede hacernos felices y aportarnos la sabiduría y la calma necesarias para saborear y disfrutar la vida.

Nuestras emociones son naturales, no son buenas ni malas, simplemente nos muestran que hay una necesidad que nuestro organismo necesita cubrir. Estar atentos a ellas forma parte de nuestra salud y saber gestionarlas y canalizarlas después, también. Pocas cosas hay que proporcionen tanto alivio como escuchar lo que sentimos, darle valor a lo que quiera que sea y encontrar la manera de expresarlo y canalizarlo de forma sana. Los niños suelen ser muy sabios y puros en esto. Si bien en ocasiones necesitan un poco de contención desde el mundo adulto, su propia gestión emocional se acerca bastante a lo natural. Ellos son capaces de pasar del enfado al juego divertido en pocos minutos. Y lo hacen porque han sabido primero expresar su rabia y transformarla. Después ya pueden continuar con su vida, construyendo un eterno presente. Los adultos no solemos ser tan raudos. A veces el dolor y el miedo que nos produce contactar con ciertas emociones, nos impide tomar conciencia de ellas, expresarlas y transformarlas, postergando algo que podría haberse solucionado en unos pocos minutos. Y es que tenemos mucho que aprender de los niños, de su inocencia y de la esencia que permanece siempre intacta dentro de nosotros. Pero la inocencia no sólo es propia de los niños. Un adulto con toda su trayectoria de vida puede conservar su inocencia, que mezclada con su experiencia, lo harán un ser humano cargado de sabiduría y equilibrio. Un ser humano autorregulado, que se conoce a sí mismo, que ha aprendido de sus errores, que conoce los terrenos sutiles en los que se mueve la vida, alguien que se perdona a sí mismo por los intentos que dañaron a otros y a él mismo, que sigue creciendo y creyendo en sí mismo, alguien que sabe relacionarse sanamente con su pasado para poder construir su presente, alguien con valores, que sabe poner límites y es capaz de ser humilde; alguien que conoce sus dones y sabe lo que tiene que aportar a la humanidad, sin pretender cambiarla sino a través del cambio de sí mismo.

Ojalá después de leer este artículo muchos de nosotros nos escuchemos más y seamos más felices y muchos de nuestros centros edcativos se decidan a buscar las vías para ir incluyendo entre sus aulas unas pocas horas de educación emocional. Yo, por lo pronto, me siento contenta por haber expresado lo que siento.

Lucía Díaz Uceda

Dra. de Armonía Esencial

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7 minutos de lecturaActualizado: 20/08/2017Publicado: 11/10/2013Categorías: Desarrollo PersonalEtiquetas: , ,

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