“Hay cosas en la psique que no son producidas por mí, sino que se presentan por sí mismas y tienen su propia vida”.
(Carl. G. Jung)
En un fascinante relato, Ricard Fernández Aguilá comparte en su excepcional blog “Un entendernoentendiendo” un suceso extraordinario protagonizado por el renombrado psiquiatra y pionero en la psicología analítica, Carl Gustav Jung.
Jung, en sus memorias tituladas “Recuerdos, sueños, pensamientos”, detalla una experiencia desconcertante tras la muerte de un amigo cercano. Durante una noche de reflexión, sintió la presencia de su amigo fallecido, quien lo invitó a seguirlo.
Este encuentro inusual lo llevó a cuestionar si era simplemente una fantasía o algo más real. **¿Era una comunicación genuina del más allá?** Tras dejarse llevar por la experiencia, Jung seguía al espíritu hasta su vivienda, donde descubrió una biblioteca nunca antes visitada.
Una vez allí, el amigo fallecido le indicó un libro en particular: el segundo de una serie de cinco volúmenes encuadernados en rojo, titulado “El legado de los muertos”. Este descubrimiento lo llevó a explorar las posibles implicaciones sobre la vida del alma después de la muerte.
**El dilema existencial en torno a la muerte** ha sido un tema recurrente. Jung consideró dos visiones sobre estos fenómenos: una materialista, que atribuye todo a la química cerebral, y otra espiritual, que lo conecta con una forma de conciencia más allá de lo físico. Mientras la primera puede explicar algunas experiencias, no abarca fenómenos como el vivido por Jung.
De esta manera, surge la hipótesis de que el “espíritu” es un reflejo de nuestra personalidad, que interactúa telepáticamente con nuestra mente física. Este espíritu puede estar vinculado a una **”Central espiritual”**, donde se almacena y se intercambia información con otros espíritus, enriqueciendo así nuestras experiencias vivas y muertas.
Imaginemos por un momento que, a medida que la tecnología avanza, puedan existir estructuras materiales que conserven nuestra mente operativa, permitiendo conexiones continuas después de la muerte. En esta **”Central”**, nuestras experiencias, conocimientos, e incluso recuerdos podrían ser preservados, creando un nuevo nivel de existencia.
Por tanto, podría ser posible que en momentos de trascendencia, nuestro espíritu no solo se comunique con otros, sino que experimente fenómenos espirituales fascinantes, como la **telepatía activa** o visiones compartidas, permitiendo una conexión más profunda entre todos nosotros.
Este enfoque espiritual no solo es un punto de vista sobre la muerte, sino una nueva perspectiva para entender fenómenos como la comunicación con el más allá y las **experiencias extracorpóreas**, desafiando nuestra comprensión actual de la vida y la muerte.
Cada experiencia personal de este tipo debería impulsarnos a reflexionar más sobre nuestra existencia y nuestra conexión con el universo. Así como Jung, muchos se sienten atraídos hacia la búsqueda de significado, esperando que sus experiencias puedan ofrecer respuestas sobre lo que nos espera después de la vida.
Isidoro García
Director Revista Quitapesares