“El hombre del siglo XVII se hizo la pregunta sobre su situación frente al cosmos,
en y desde el debate entre la gracia y el libre albedrío, la libertad y la predestinación;
el del siglo XVIII, desde la doble y contraria perspectiva de la razón y las pasiones;
el del XIX la vivió como el combate entre la superstición y el progreso, la ciencia y la religión. ¿Y nosotros?”
Octavio Paz
Esta pregunta es esencial para la humanidad, porque alcanzar a revelar al hombre el sentido de su existencia exige, primero, que quien lo intente se sitúe adecuadamente y conozca lo mejor posible su lugar en el Cosmos.
Conocer, en los tiempos presentes, la **naturaleza del mundo espiritual** exige realizar un cambio radical respecto a las cosmovisiones religiosas vigentes en el pasado y en el presente. Este cambio debe actualizarse para hacerlo coherente con nuestra actual cosmovisión cultural y científica del cosmos, la cual ha iniciado en los últimos cincuenta años un proceso de transformación tan acelerado y radical, que muchos afirman que estamos en el umbral de un gran cambio epocal.
Para ello, necesitamos replantearnos nuestra vida espiritual con una mentalidad más alineada con los siglos venideros que con la actualidad. Este proceso resulta extraordinariamente difícil y, por ello, las **ideas innovadoras** son comúnmente rechazadas. Como señalaba Freud, “la nueva idea nos resulta profundamente amenazadora o repugnante y por ello le cerramos el paso”.
Las ideas innovadoras, muchas veces, son acusadas de heterodoxas o, peor aún, de lunáticas. Sin embargo, Schuon no planteaba la “heterodoxia” en términos de verdad o falsedad, sino más bien de oportunidad o inoportunidad. De ahí que afirmara que «la herejía no es el error objetivo sino la inoportunidad subjetiva».
Así, hay ideas que pueden considerarse heterodoxas simplemente porque son prematuras, independientemente del grado de verdad que pudieran contener. Tal como indica Gunther Stent, “un descubrimiento es prematuro cuando resulta imposible relacionar sus implicaciones mediante una sencilla serie de pasos lógicos con el conocimiento canónico o generalmente aceptado”. La enorme cantidad de nuevos conocimientos que vamos alcanzando tarda bastante en ser ampliamente conocidos. Mas aún, demoran mucho más en ser considerados en los modelos y esquemas que constituyen nuestras creencias y nuestra visión del mundo.
Además, cada vez somos más conscientes de que nuestra mente es poco fiable, y que el pensamiento puede no ser el más adecuado. Especialmente en el campo de la espiritualidad, donde interaccionamos con profundas expresiones simbólicas de una realidad lejana y desconcertante, estas pueden ser válidas pero no necesariamente las más convenientes u oportunas en un momento dado, ya que podrían inducir a **errores en razonamientos posteriores**.
La clave es que debemos tener siempre claro el objetivo que demandaba Octavio Paz: encontrar el verdadero sentido de nuestra existencia como humanidad y juzgar la idoneidad de todo conocimiento en función de su grado de utilidad para lograr ese objetivo.