Los animales sociales como los primates, que desarrollan toda su vida dentro de un marco social tipo clan familiar, o tribu pequeña, desde su nacimiento inician un lento y prolijo aprendizaje de todas las cuestiones del clan, del perfecto conocimiento de las peculiaridades de cada uno de sus miembros, reglas de comportamiento general, jerarquías internas, y el conjunto de actitudes personales que son reprimidas o favorecidas por el clan.
El conjunto de toda esa información memorizada constituye una especie de «Conciencia grupal», que influye decisivamente en el comportamiento del individuo.
La visión del mundo en el que se encuentra, su cosmovisión, es aprendida casi totalmente del grupo, y solo muy lentamente, esta cosmovisión grupal varía en algún punto, ante nuevos descubrimiento ocasionales de novedades.
Esa misma situación tenía el homo sapiens cuando surgió la mutación genética que le dio origen. Disponía, eso sí, de un cerebro mucho mas dotado cuantitativamente de neuronas, para poder utilizarlas si lo considerara necesario.
El cerebro humano es muy plástico, y en función del uso que cada individuo realiza, forma agrupaciones neuronales, circuitos cerebrales especializados en aquella función que el individuo realiza especialmente. Los músicos profesionales, los eruditos de todo tipo de saberes, los muy aficionados al ajedrez, u otro juego, los ciegos, con su mundo sensorial especializado, los políglotas. Todos ellos tienen grandes zonas cerebrales ocupadas por circuitos neuronales especializados, que los que no tienen esa especialidad no tienen.
El homo sapiens, inserto en su tribu o clan social, dispone de una especie de procesador central, un «yo» decisional consciente, que es su personalidad, integrado por su memoria personal, en conexión constante con su núcleo de «conciencia grupal», que le marca una gran mayoría de sus decisiones de forma semiautomáticamente y por ello muchas veces inconscientemente. Es lo que algunos psicólogos llaman conciencia primordial (o prepersonal), precursora de la posterior consciencia recursiva (personal).
En la esa situación primaria el homo sapiens ya disponía de autoconciencia yóica, pero en forma embrionaria sin desarrollar, por la presión de las necesidades de supervivencia personal y colectiva.
Cuando las circunstancias sociales evolucionan y el lento pero progresivo desarrollo tecnológico y social, va aflojando poco a poco esa presión y ese control social sobre el individuo, éste va usando cada vez mas su autonomía y su autoreflexión, y va tomando cada vez, mas decisiones en su vida. Este proceso es paulatino, con el desarrollo cultural del hombre, pero hay algunos hitos históricos significativos. Estos hitos serían:
– El inicio del Neolítico, hacia el 10.000 a.C. con la sedentarización y el inicio de la agricultura y la domesticación paulatina de animales.
– El gran despegue cultural, hacia el 3.000 a.C. con la explosión creativa ocurrida en Sumeria y el Creciente fértil, iniciándose la escritura, la música, y muchas actividades culturales mas.
– La creación de la escritura alfabética, por los fenicios, hacia el 1.200 a.C., fecha convencional en que algunos estudiosos colocan el despegue ya definitivo de la conciencia yóica y autoreflexiva. La escritura alfabética, exige ya unos niveles determinados de pensamiento abstracto y simbólico, y facilita la escritura y la lectura, iniciando su popularización.
– El gran siglo VI a.C. Poco antes de este siglo se inicia en Grecia la fabricación artesanal masiva de libros. Y además casualmente nacen en esta época una serie de grandes pensadores en todo el mundo, que encabezan el despegue cultural: Pitágoras, (antecesor de toda la filosofía griega), Buda, Lao Tse, Confucio.
– El siglo XVI. Se inicia la época moderna, con la difusión de la imprenta y el inicio de la extensión de la cultura y del proceso de autonomía del hombre.
De esta forma en un momento determinado, el «homo sapiens» primitivo, autoevolucionó a «homo sapiens» autoreflexivo-individual. (Continuará)
Isidoro García
Director Revista Quitapesares