“Los años en los que seguí mis imágenes internas, fueron la época
más importante de mi vida y en la que se decidió todo lo esencial.
(…) Era la materia originaria para una obra de vida”. Jung
Desgraciadamente la “influencia espiritual” no facilita el buen discernimiento, que lo tiene que aportar cada persona por su cuenta, si dispone de él, y lo forma adecuadamente.
Por eso todas las organizaciones religiosas (y humanas en general), están compuestas en proporciones muy similares, de una cantidad de tontos, de malos, de medio santos y de unos poquitos cuasi santos de verdad.
Y denomino “santo”, al medio “iluminado” que sabe discernir bien la realidad, y que por ello sabe en cada momento, lo que es más conveniente en cada caso, aunque eso no signifique su perfección personal.
(“La sabiduría es la habilidad de ver con mucha anticipación las consecuencias de las acciones actuales”).
Y esa es la causa del pluralismo entre organizaciones, y del pluralismo interno entre miembros de cada organización.
Hay que aceptar esa realidad plural, con tolerancia y sin escandalizarnos más de la cuenta.
Según nuestra hipótesis materialista-espiritual, en la “Central espiritual” donde residen las mentes “espírituales” de todos los seres humanos, nuestros espíritus podrían intercambiar información con el resto de espíritus allí situados, especialmente con los más cercanos emocionalmente a nuestra vida o con una mutua sintonía cultural.
Asimismo, ahí podríamos recibir la “influencia espiritual” de los hipotéticos Entes del “más allá”, que muy posiblemente, son los creadores y administradores de esa “maquinaria” espiritual.
Si esto funcionara así, nuestra mente “espiritual”, podría acceder a saber casi todo lo que deseara, lo que quiere decir que tendría acceso al “Conocimiento Universal”.
Ese sería el verdadero sentido de la fórmula délfica del “Conócete a ti mismo”. Pues si uno escucha a la parte de sí mismo, (la inteligencia “espiritual” conectada con la fuente), podrá acceder a todo conocimiento.
Pero, aunque acceda a él, la transmisión de ese conocimiento hacia los otros dos yoes cerebrales, el subconsciente y la conciencia, es problemática.
Llega a través del subconsciente que es su “espejo” natural, su contacto directo y donde se almacena este conocimiento. Pero en el subconsciente, existen muchos nudos y posibles patologías.
Y por eso en el subconsciente ese conocimiento se deforma y mutila. E incluso si existe algún proceso delirante patológico, ahí se tergiversa. Por eso en nuestro subconsciente guardamos una versión “personal” del Conocimiento Universal, cribada a través de nuestras taras y traumas psicológicos.
Y del subconsciente, ese “Conocimiento” procesado por el subconsciente, intenta pasar a la conciencia, que a su vez lo va a juzgar y reprimir en función de su compatibilidad con el “corpus” de ideas culturales instalado en ella.
Así esta versión personal del “Conocimiento Universal”, verá muy difícil llegar hasta nuestra mente consciente, pues será reprimido mayoritariamente, y solo muy esporádicamente aflorarán a la conciencia algunos elementos, como puntas de un iceberg, en forma de sueños, o de intuiciones conscientes.
Solo en algunos individuos especiales, ese flujo sería mucho más abundante, dando origen así a fuertes intuiciones que serán el origen de unos relatos “extraños”, que denominamos “gnósticos” si son contemporáneos, o mitológicos si se produjeron en la antigüedad.
La base de la obra Jung fue lo que le aconteció entre 1913 y 1918. Allí contactó con Filemón-Elías, el Viejo Sabio. Su presencia “es la mejor garantía de la autenticidad de la enseñanza del viejo maestro”. De él dice Jung: “A veces se me aparecía de un modo casi real. Me paseaba con él por el jardín, y era para mí lo que los indios definen como Guru”.
A esta conclusión llegó tras conversar en la India, en 1938, con un sabio indio que afirmaba haber tenido como maestro y gurú, al espíritu de Shankaracharya, fallecido muchos siglos atrás. Era un caso similar al suyo: un “espíritu” le sirvió de gurú en aquel período de confrontación con “lo inconsciente”.
Esos individuos especiales, que podemos denominar “proféticos”, casi siempre tienen unas condiciones innatas especiales, pero Maimónides estaba convencido de que “nadie recibe el don de profecía hasta que todas las virtudes intelectuales y la mayoría de las morales”, como la sabiduría, el valor y la moderación, formaran parte de él.
Pero además de esos pocos “privilegiados”, los demás, la gente normal, podemos propiciar ese flujo de “intuiciones” hacia nuestra consciencia, a través de procesos de meditación natural o inducida a través de la práctica del yoga o de las diferentes tipos de meditación.
Estos procesos propician el debilitamiento de la resistencia de la conciencia a recibir conocimientos contradictorios a las ideas instaladas previamente en ella.
Porque esa resistencia es tal que cuando tratamos de introducir en la conciencia, cualquier conocimiento, por vía escrita o verbal, entra directamente por territorio hostil, donde es recibido por las defensas de las falsas ideas que hemos acumulado en la conciencia, y por ello son generalmente rechazadas.
Por ello tanto las ideas recibidas en lecturas o por vía oral, son incorporadas por nosotros solo por la vía del inconsciente, y solo si nos “resuena” en nuestro interior, o sea si no están en contradicción con nuestra versión personal del “Conocimiento Universal”.
Esa es la gran dificultad tradicional de la enseñanza de la espiritualidad, pues lo que no consigue entrar vía inconsciente, no nos entrará por vía directa consciente.
Y esa es la clave, por ejemplo de los “Ejercicios Espirituales” ignacianos, y de otros métodos de adoctrinamiento similares. Consiste en entrar vía por la vía del subconsciente, utilizando para ello especialmente la vía emocional, y por ello, en el cristianismo se utiliza mucho el sentimentalismo, utilizando mucho temas como la pasión de Jesucristo, o el de la Virgen-madre.
Estas dificultades de integración en nuestra conciencia de dicho “Conocimiento”, son la razón de la insistencia de los maestros espirituales en la anulación del “ego” para conseguirlo. No se refieren a la anulación de la personalidad psicológica que sería una aberración y un suicidio personal.
Se refieren a la demolición de las defensas y resistencias del ego a la recepción de ese “Conocimiento” que nos llega por vía interior, y que es frenado y reprimido sistemáticamente.
Y eso no se consigue mediante un duro ascetismo que mortifica nuestro cuerpo, sino mediante un estudio metódico y constante, para descubrir y eliminar los errores y falacias instalados en nuestra mente.
Por ello el verdadero sentido de la “sabia ignorancia”, y de la ignorancia búdica, no consiste en “no saber nada” sino en ignorar todo saber que se oponga a la entrada de ese “Conocimiento Universal” que nos viene de dentro.
Esta hipótesis sería la plasmación del concepto universalmente extendido entre los maestros espirituales, de que tendríamos en nuestro interior, una “chispa” divina, un Cristo interior, una supermente de Aurobindo, etc., que lo podría conocer todo, y que por eso lo “único” que tendríamos que hacer, es eliminar las barreras del conocimiento consciente falso, y escuchar nuestro interior, pues “él” es sabio y sabe todo lo que desea saber.
Por ello la tan buscada “expansión de la conciencia”, sería algo similar a como si un avión, va pilotado por una persona que sabe pilotar poco y mal, con mucha miopía y sin gafas, y entonces desconectamos el pilotaje directo, y conectamos un pilotaje automático conectando con un superordenador, que lo sabe y lo ve casi todo. Entonces de repente, todo cambia como de la noche al día.
Pero claro esa anulación de las defensas de la conciencia, no nos protege ante las posibles patologías delirantes del subconsciente que haya tergiversado dicho “conocimiento”, patologías ante las que estamos indefensos.
Por eso, desgraciadamente, la “iluminación”, que no otra cosa es esa recepción plena y total del “Conocimiento”, solo está al alcance de una minoría de personas que además de eliminar las barreras conscientes de la conciencia, dispongan de una mente subconsciente lo suficientemente sana y equilibrada para no tergiversar dicho Conocimiento.
Las diversas versiones personales del “Conocimiento Universal”, que tenemos cada persona, fruto de los contenidos personales de nuestras mentes, es la causa de la multiplicidad y la diversidad de planteamientos espirituales que existen.
Pues aun que exista un fondo común, por haber bebido todos de la misma fuente, las taras y errores personales de cada uno, producen esa variabilidad.
En algunos casos extremos, esa versión personal es irreconocible, respecto al supuesto fuente original, fuente que solo es reconocible en el denominador común de los modelos expuestos por aquellos maestros e iluminados que hayan dispuesto de una psique con menos imperfecciones.
Por eso es fundamental tener en cuenta que como dice el refrán, el que a buen árbol se arrima buena sombra le cobija.
Isidoro García
Director Revista Quitapesares