Era un acróbata que se hacía acompañar por una niña que era su aprendiza. Iban de pueblo en pueblo exhibiendo sus números circenses. El espectáculo consistía en que el hombre colocaba sobre sus hombros una larga pértiga y la niña trepaba al extremo superior de la misma para allí hacer sus equilibrios.

Un día el hombre le dijo a la niña:

– Para evitar que podamos tener un accidente, lo más oportuno es que, cuando estemos haciendo nuestro número, tú estés muy atenta de mí y yo esté muy atento de tí.

Pero la niña rebatió al hombre diciéndole:

– No, maestro, no; así no funcionaría. Cuando hagamos el número, para evitar cualquier accidente, tú deberás estar muy atento de tí y yo muy atenta de mí.

REFLEXIÓN:

Al velar por uno mismo, lo hacemos por los otros; al velar por los otros, lo hacemos por uno mismo. Esta es una antigua y valiosa instrucción. Buda declaraba: «Si te proteges a ti mismo, proteges a los demás; si proteges a los demás, te proteges a ti mismo». Los antiguos guerreros espirituales aseveraban que cada uno debe librar su propia batalla.

En el yoga se insiste mucho en la triple autovigilancia, igual que en la antigua psicología budista. Esta tripe autovigilancia estriba en vigilar la mente y sus pensamientos, la palabra y los actos. Esta vigilancia basada en una atención consciente permite regular los pensamientos, controlar las palabras y estar más alerta a lo que se hace. Tenemos que vigilarnos para ser más conscientes y autoconscientes, y poder así conocer y dominar todas nuestras conductas, lo que nos permitirá dañarnos menos a nosotros mismos y a los demás, hallando el modo de proceder con idoneidad, rectitud, atención, ecuanimidad y sosiego.

La atención vuelta sobre uno mismo nos ayuda a observarnos, conocernos, escudriñar la mente y dirigirla de manera adecuada. Mediante la atención a uno mismo, sabemos más de nosotros y nos vamos armonizando. Por uno mismo hay que conocerse y controlarse. Nadie lo puede hacer por nosotros. Queremos conocerlo todo, pero no conocemos al que quiere conocer.

Tan dispersas está nuestra atención y tan debilitada, que raramente somos conscientes y menos aún autoconscientes; pero la atención es como una flecha con dos puntas: una hacia afuera y otra hacia adentro, o sea, que podemos estar alertas a lo que sucede fuera de nosotros, pero tambien en nosotros. Volviendo a Buda, decía: «Si te estimas en mucho, vigílate bien». Si estuviéramos más atentos de nosotros, evitaríamos causarnos mucha aflicción a nosotros mismos y a los demás. La atención nos hace más lúcidos y la lucidez es una buena aliada en cualquier momento y circunstancia de nuestras vidas.

Ramiro Calle

Centro de Yoga Shadak

www.ramirocalle.com