El Lamento Silencioso: Una Reflexión sobre la Vida de los Animales y nuestra Responsabilidad Colectiva

¿Quieres más?

¿Te gustaría estar siempre al día con las últimas tendencias, consejos y secretos?  Suscríbete a nuestro boletín mensual y sé parte de una comunidad exclusiva.

2,5 minutos de lecturaActualizado: 17/03/2025Publicado: 17/03/2025Categorías: Ramiro CalleEtiquetas: , ,

En la emblemática revista “Espacio Humano”, donde he tenido el placer de escribir desde hace años, he estado compartiendo significativas y espirituales narraciones espirituales. Estas historias, transmitidas por maestros de Oriente a sus discípulos, a menudo comunican lecciones profundas en pocas palabras, a menudo más efectivas que textos enteros de metafísica, filosofía o psicología. Son relatos anónimos que forman parte de un vasto legado espiritual vinculado al respeto y amor por la vida.

Hoy, en este rinconcito del blog que tan diligentemente gestiona “Espacio Humano”, deseo compartir una historia especial que resuena profundamente con mi amor por los animales, manifestado en la conexión que tengo con mi gato Emile. Esta historia fue capturada bellamente por mi estimado amigo José Ignacio Vidal, quien actualmente se encuentra en la India. Escucha con atención:

Una familia affluent organizó una ostentosa fiesta. Cuando llegó la hora de la cena, los comensales tomaron asiento, ansiosos por los manjares que les esperaban. Se sirvieron grandes fuentes de variados pescados, y el anfitrión proclamó: “¡Gracias al cielo y sus sabias leyes que nos permiten degustar estos alimentos criados para el hombre!” Los invitados, animados por estas palabras, se entregaron al festín. El segundo plato estaba compuesto por aves, y el anfitrión volvió a alabar, diciendo: “¡Bendito sea el cielo por haber creado a las aves para alimentar a los humanos!” Todos los presentes asentían.

Pero de repente, el hijo pequeño del anfitrión se levantó y afirmó: “No estoy de acuerdo con mi padre ni con ninguno de los asistentes. No es cierto que los peces y las aves han sido creados para nosotros y menos para ser consumidos. Los mosquitos nos chupan la sangre. ¿Podemos decir por ello que hemos sido criados para ser alimento de los mosquitos?”

Nos encontramos moralmente en deuda con los animales, quienes sufren a menudo y espantosamente por torturas, vejaciones y malos tratos. La realidad es alarmante: más allá de nuestros placeres, ellos son seres que sienten y padecen. A pesar de esto, hay personas que eligen maltratarlos o incluso quitarles la vida por puro entretenimiento. No encuentro palabras adecuadas para describir a quienes hacen esto, y dudo que alguna vez quiera estrecharles la mano.

Resulta imposible no sentir una profunda indignación hacia esas prácticas como las corridas de toros, que nos muestran lo lejos que estamos, como civilización, de comprender la esencia de la vida. Recuerdo que cuando unos periodistas interrogaron al Príncipe de Gales sobre la civilización, él aseguró: “Como idea no está mal, pero háganme saber cuando la pongan en práctica”.

Es fundamental que reflexionemos juntos sobre la conexión con el mundo animal. Si alguna vez hemos sentido una chispa de amor hacia ellos, quizás es hora de convertir esa chispa en llama y buscar caminos hacia una convivencia más armoniosa y respetuosa.

Ramiro Calle

Centro de Yoga Shadak

Comenta este artículo

Haz tu buena obra del día ¡Compártelo!