La verdadera salud integral, que abarca la dimensión física, emocional y mental, se “cuece” en el aparato digestivo. Existen alimentos que nos ayudan a ser más felices
Tanto en Occidente como en Oriente, desde muy antiguo, ha existido este enfoque; recordemos a Hipócrates y su famoso “Que tu comida sea tu Medicina”.
Pero no solo nos llega este mensaje desde el pasado; los últimos descubrimientos científicos también lo confirman.
Desde nuestra medicina energética, tomamos muy en cuenta que los órganos que forman el aparato digestivo están situados en la línea media del cuerpo. Su posición ya les confiere una calidad extraordinaria por estar alineados, al igual que las glándulas endocrinas, a lo largo del “Canal Central”, una estructura de nuestro cuerpo energético que conforma el eje responsable de interconectar todas las diferentes dimensiones en el ser humano.
Desde este punto de vista, recordemos que cada órgano además de realizar su valiosísimo trabajo a nivel funcional, sincronizado con el resto de órganos y funciones, interviene en el proceso de Autoconsciencia, e irremediablemente influye en emociones y pensamientos, como parte del Todo que somos.
El aparato digestivo realiza el increíble proceso de transformación, de integrar los alimentos que ingerimos, en parte de nuestros huesos, músculos y fluidos, incluyendo nuestra sangre, que es el hilo conductor más poderoso que nos enraíza con la vida.
Y con el resultado final de este proceso alquímico, donde fabricamos nuestra sangre, también vamos a fabricar nuestras emociones, sentimientos, creencias, en definitiva, nuestra percepción del mundo.
Podemos resumirlo de forma muy sencilla: la misma energía que empleamos para digerir la comida, es la que nos suministra la capacidad de digerir las experiencias de la vida.
El aparato digestivo está formado por 100.000 millones de neuronas que pertenecen al sistema entérico y están encargadas de regular el tubo digestivo que nos recorre de arriba abajo, desde el esófago hasta el recto.
La salud emocional y la capacidad de gestionarla en equilibrio, para ser personas más felices, más saludables y con más recursos, empieza en las tripas, que es nuestro segundo cerebro. De él depende nuestro primer cerebro.
Serotonina, la hormona de la felicidad
La serotonina, llamada la hormona de la felicidad, es responsable de regular estados de ánimo y emociones como la tristeza, la apatía, las obsesiones, y los estados de inquietud y desasosiego.
Esta sustancia, es una joya que nuestro sistema nervioso libera en un porcentaje bastante bajo, sólo un 10%. El 90% restante, se fabrica en nuestros intestinos, cuya flora es responsable de aportar la Glucosa adecuada para que el sistema nervioso libere todos los demás neurotransmisores necesarios para sentirnos bien y agradecidos por los dones que la vida nos ofrece.
Cómo veis, las emociones, pensamientos y hasta la calidad de nuestra vida, están orquestados por nuestros intestinos. La sangre y los demás fluidos resultantes del proceso digestivo tienen una poderosa influencia en todo tipo de sintomatología, e incluso en procesos crónicos y degenerativos.
Los fluidos, más de un 70% de nuestro cuerpo, son los responsables de llevar la nutrición a todas las células del cuerpo, y al mismo tiempo, de recoger los desechos celulares y drenar fuera del cuerpo todo lo que puede suponer un peligro. Esta función abarca una verdadera selección de lo que es útil y de lo que es inútil.
Partiendo del punto de vista de nuestro diagnóstico energético, sabemos que los fluidos están íntimamente conectados con las emociones. Si gestionamos bien las emociones y estas fluyen en equilibrio, nuestros fluidos, también fluirán y cumplirán sus funciones correctamente. Si las emociones se estancan o fluyen en la dirección equivocada, nuestros fluidos también se estancarán y su desequilibrio fácilmente puede convertirse en un detonante de cantidad de síntomas incluyendo procesos de enfermedad muy serios y hasta degenerativos.
En consulta, llevamos unas cuantas décadas comprobando los importantes cambios que se producen al integrar diferentes hábitos de vida, como la comida, la bebida, los ciclos de actividad, descanso, sueño y diversión.
Y algo verdaderamente fundamental entre todos estos hábitos que promocionan la salud, es la forma de alimentarnos, puesto que es lo que nos asegura una flora intestinal sana o enfermiza.
Igual hemos podido comprobar sus beneficios en los niños y su comportamiento. Síndromes de déficit de atención, hiperactividad, agresividad e incluso autismo, incluyen problemas en el aparato digestivo, que revierten al mismo tiempo que el niño muestra un tipo de conducta diferente.
Por supuesto no existe una dieta ideal para todo el mundo; depende de la constitución, de la condición, del carácter, de la actividad, de si la persona está sana o ya hay síntomas de enfermedad…. Pero hay unos mínimos recomendables para todos.
A EVITAR
- Productos refinados, envasados, precocinados e industrializados
- Azúcares rápidos
- Productos lácteos
A CONSUMIR
- Alimentos enteros, vivos y naturales, como los cereales, las legumbres, las verduras frescas, las frutas, las semillas y los frutos secos y las algas.
- Procura moderar el consumo de las proteínas animales ya que arrojan toxinas a la sangre, creando un ph muy desequilibrado, una de las claves de la salud.
Los alimentos nos ayudan a ser más saludables y más felices. ¡Merece la pena investigarlo! ¿No os parece?
Mª Rosa Casal
Directora y Profesora de Escuela de Vida