Decía Eric Berne, psiquiatra americano y creador de la teoría de Análisis Transaccional, que todos nacemos príncipes y princesas. Son los condicionamientos familiares, sociales y culturales los que van poco a poco coartando nuestra libertad de expresión, de ser y vivir en plenitud.
Cada año nuevo, miramos atrás, hacemos un somero resumen de nuestro recorrido con mayor o menor honestidad y desplegamos una lista variopinta de nuevos propósitos. Hagamos un repaso… ¿Alguno incluye ser mejor padre o madre? ¿Cultivar acciones que abran nuestros corazones? ¿Serenar nuestra mente ante las miedos. Como era de esperar, Juanjo empezó a suspender y a tener absentismo escolar.
Fue su madre la que tuvo que abandonar un patrón profundamente arraigado en su corazón. El miedo de revivir experiencias pasadas le impedía vivir el presente y mirar el corazón de su hijo. Juanjo solo quería que su madre le mirara a los ojos y le reconociera. Que se acercara a él y se interesara por su mundo. Aceptar a su hijo sin colorear su visión con los filtros del pasado, permitió un encuentro profundo y auténtico entre ambos.
Mirar a los ojos
Como en la familia de Juanjo, podemos compartir casa, comidas y encuentros, y ser unos grandes desconocidos. A menudo los padres me dicen “no conozco a mi hijo”. Los hijos buscan constantemente la mirada de los padres. Su reconocimiento, su validación… Conocer a nuestros hijos implica valentía y mirada abierta. Libre de condicionamientos y temores.
Nuestros hijos traen su propia mochila marcada por acontecimientos desde su nacimiento e, incluso, antes de su concepción. Tienen sus gustos, tendencias, y van configurando su propia manera de ver y experimentar el mundo. Si cada vez que toman una iniciativa distinta a la que esperamos la juzgamos o criticamos, dejarán de ser ellos mismos. Se sobre-adaptarán para complacer nuestras exigencias y expectativas. Serán obedientes durante un tiempo y probablemente luego se rebelarán reivindicando su manera personal de hacer las cosas. Y están en su derecho.
Las expectativas sobre nuestros hijos son ladrones que les roban la oportunidad de desarrollar su potencial. Tenemos que prestar mucha atención a lo que se nos mueve como padres, cada vez que se muestran autónomos o elaboran ideas distintas a las nuestras. Tal vez nos sintamos amenazados porque desmontan de un plumazo la idea que teníamos sobre ser un “buen padre” o “una buena madre”. Si nos está ocurriendo esto, revisemos estos conceptos. Si por una mala gestión de nuestra angustia impedimos que nuestros hijos vayan a un campamento escolar, invalidamos su capacidad de desenvolverse en su mundo. Aprender a confiar en ellos es el primer paso para fortalecer la confianza en sí mismos. Se sentirán seguros y valiosos si reciben mensajes nuestros de reconocimiento y validación.
Abrir puertas
Con frecuencia, llegan adolescentes a mi consulta, debatiéndose entre lo que emerge de sus corazones y lo que espera de ellos su entorno familiar. Padres que culpabilizan a sus hijos por no materializar sus sueños rotos o desconfían ante sus elecciones y proyectos por ser “diferentes” a lo esperado. Miedos no resueltos que se solidifican como el chapapote en la piel de sus hijos y condiciona fatigosamente su desarrollo.
Como adultos, tenemos la responsabilidad de abrir puertas para que exploren y descubran cuál es el camino que quieren recorrer. No es “nuestro camino”, es el suyo.
Viajar al corazón de nuestros hijos
Viajar al corazón de nuestros hijos supone escucharlos, mirarlos a los ojos, descubrir qué hay dentro de ellos. Estar dispuestos a aceptar lo que encontremos. Aunque no nos guste o dinamite nuestras ilusiones. Tenemos que aprender a recoger, ayudar y guiar. Ellos nos necesitan. Necesitan nuestro apoyo, saber que estamos ahí, a su lado. Que confiamos en ellos.
Ayudarles a conectar con la realidad para cumplir sus sueños, no los nuestros a través de ellos. A que encuentren los medios hábiles para ponerlos en marcha, sin descalificar ni descontar lo que para ellos es importante. Tendremos que ayudarles a encontrar el camino que les lleve a su felicidad. Y si para ello tenemos que cuestionarnos nuestra felicidad, es el momento de hacerlo. Todavía estamos a tiempo.
Recuerda
• Identifica tus miedos y no permitas que condicionen el desarrollo de tus hijos.
• Abre tu corazón para aceptar y ver a tu hijo tal y como es. Solo desde ese espacio podrás guiarle y acompañarle.
• Ayúdale a realizar y materializar sus sueños ofreciéndole medios hábiles conectados con la realidad.
• Viaja a su corazón respetando lo que encuentres. Sin juicios ni devaluaciones.
Directora y supervisora de Adhara Psicología. Psicóloga.