La prosperidad: simples migajas de la abundancia

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6,1 minutos de lecturaActualizado: 20/09/2024Publicado: 25/09/2015Categorías: Desarrollo PersonalEtiquetas: , , , ,

En cualquier lugar en que esté, están todos los lugares; la distancia que camino abarca todas las distancias. El presente contiene todo tiempo, todo lo que pueda esperarse y todo lo realizado y lo cumplido.
Khalil Gibran

A estas alturas de la vida, si relatara desayunos y cenas, podría escribir una buena novela; o un recetario gastronómico. Hubo en soledad y en compañía, de exóticos manjares y de rutina. Pero toca aquí y ahora recordar la cena más portentosa y el desayuno más conmovedor de mi vida. No fue cuando invité a cenar en un restaurante a los ochenta miembros de la comunidad en que vivía; tampoco ninguna de las cenas de gala de congresos profesionales; ni las familiares de cualquier navidad. Y mucho menos, los desayunos de hoteles internacionales en los que, con tan solo ver el bufé, se le quitan a uno las ganas de comer, cuando únicamente se quiere un café y unas galletas y a la puerta hay decenas de personas rebuscando en las basuras.

Cena inolvidable: acababa una jornada de tres días en bicicleta, atravesando Suecia con un amigo, para embarcar a la isla de Gotland. Al llegar la noche, reventados tras algo más de cien kilómetros en el cuerpo y con solo un par de bocadillos comidos en ruta, en el puerto no hay casas, bares, tiendas ni hospedaje. Solo almacenes portuarios con grandes troncos cortados; sin paredes y con techo de uralita. Nula iluminación, salvo la efímera claridad de relámpagos y rayos de la tormenta que se avecina. A los cinco minutos, gran tromba de agua; los truenos apenas ensordecen los rugidos de hambre de dos estómagos maltratados. Puestos a resguardo, sobre los duros troncos a modo de banco, compartimos media botella de agua, unas cucharadas de miel y un tercio de barra de pan; lo único sobrante del día. Surge un arco iris entre dos corazones de amigos enfadados en las últimas horas de pedaleo, en silencio hostil por discusiones sobre la ruta a seguir. Nunca antes había cenado tan rico ni había dormido con tanta paz inundando cada célula de mi cuerpo. No éramos prósperos, pero hubo abundancia de perdón, solidaridad y amistad renovada.

Desayuno revelador: un año después y horas antes de salir mi avión de Tánger a París, Hasan, un jubilado marroquí de 75 años, me invita a desayunar a su casa: un perfecto cubo de adobe inmaculadamente blanqueado con cal, cual gaviota asomándose al acantilado, sin puertas ni ventanas; solo los huecos para ser atravesados por la brisa, con vistas al mar y un cielo azul que se funden en el horizonte. Él, excombatiente a favor de Franco en la guerra civil; yo, exiliado porque el dictador seguía reprimiendo a sus opositores por simple delito de opinión. Detalle sin importancia en esos momentos en que me ofrece todo lo que tiene: té moruno con hierbabuena de su modesta huerta y unos churros comprados con la mísera pensión recibida. La emoción se reanuda al escribirlo. Sigo sintiendo que él era el hombre más rico del mundo, en paisaje, libertad y sabiduría de vida. A punto estuve de cambiar de vida y no regresar a París. Pero la juventud tarda a veces en comprender los ejemplos de quien ya peina canas. Tardé diez años en abandonarlo todo para vivir en una tienda de campaña, bajo un olivo, respirando la libertad día y noche a pleno pulmón.

“En este mundo pocos respiran…. Respirar no es solamente inhalar y expulsar el aire, sino renovarlo y purificarlo para todos; es un servicio público”, escribe el gran poeta, cineasta y comunicador Alfonso Gumucio, del que recomiendo vivamente consultar periódicamente su blog “Bitácora memoriosa”. La respiración, como la abundancia, siempre está presente, aunque no sepamos verla. En latín, abundantia lleva la partícula “ab” que podía utilizarse como privación o como exceso y superación, y “unda”, que significa “ola”; ¿y qué mar no abunda en olas y cuándo se agotan estas sino cuando el viento no sopla? El viento del espíritu adormecido, sustituido por una mente que persigue la prosperidad.

Pero la prosperidad siempre está en el futuro. En griego “pro” es lo que va delante y “spei” es la esperanza. Prosperitas en latín y “prosperidad” en castellano hacen referencia al “éxito” en lo que se emprende. Y el éxito profundo no es siempre cumplir nuestros propósitos y satisfacer nuestras expectativas, sino aprender de lo que hacemos y de sus resultados. Hasan tal vez no cumpliera todos sus sueños de juventud, pero vivía en verdadera abundancia en su vejez. Junto a su cubo-cubículo, había construido otro enfrente para que su hija mayor le visitara cuando quisiera. Como dice el maestro Zen, Miguel Mochales, “el éxito no es conseguir, es un estado, un estado en el que tú provocas qué cosas sucedan a tu alrededor; es la capacidad de compleción” (yo-yonoyo es su blog).

La verdadera abundancia tiene que ver con lo uno y su contrario. Quien no ha odiado alguna vez, tal vez no pueda llegar al fondo del auténtico amor. El odio en realidad es un no-amor. Quien no ha estado nunca en la no-mente, no puede utilizar su mente a pleno rendimiento. Quien no conoce su inconsciente, niega lo que le empuja a repetir rutinas que no funcionan, pues el in-consciente es lo que está “dentro” de la consciencia; es parte de ella en estado de devenir. En la filosofía tántrica, lo bueno y lo malo son aspectos de la única realidad que existe; en el taoísmo, el yin y el yang, femenino y masculino, son complementarios e interdependientes. Y así el Vacío están lleno de contenido y el Silencio es “soledad sonora” hecho de vibración convertida en luz que ilumina la música de las esferas.

Descendiendo a terrenos más prácticos, la abundancia es fundamentalmente abundancia de energía en el cuerpo. Y el cuerpo pierde energía física cuando se engancha a pensamientos y AMOR de compartir la abundancia sin esperar nada a cambio; y si ha estabilizado saber lo que siente en cada instante y manifestarlo de forma funcional, tal vez logre enraizar la ALEGRÍA de recibir sin resistencias los regalos continuos e inesperados de la vida.

Llegados a este punto, es mejor expresarlo en lenguaje poético, como hace la poetisa Lucero Moscoso (Poemas-del-alma.com), pues todo y cada segundo es abundancia cuando se ha aprendido a ver con los ojos del corazón, a vivir sorbiendo cada instante como si fuera el primero y el último, y a agradecer lo que hay y no lo que falta:

Abundancia es…
una lluvia en el desierto,
del caminante el sendero,
en sequía un aguacero.
todo universo que veo..

… Abundancia es…
la mirada de un fiel perro,
una escalera hasta el cielo
…lo que del dolor aprendo,
todo pensamiento bueno,
en el hogar un buen leño
… un susurro halagüeño
una canción al recuerdo,
de amor el corazón lleno…

Escritor, terapeuta gestáltico y consultor transpersonal

Alfonso Colodrón

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