El jueves 24 de mayo Rosa María Wynn, traductora de Un Curso de Milagros, estuvo presentando su nuevo libro en Madrid, y realizó un taller con el objetivo de inspirar a los participantes, desde su profundo conocimiento de Un Curso de Milagros, a asumir la meta de la paz. Rosa María Wynn es la traductora principal de Un Curso de Milagros al castellano, y la persona que dio comienzo a su difusión por el mundo de habla hispana.

Un Curso de Milagros es una obra de arte espiritual contemporánea que no sólo sirve de referencia para el entendimiento profundo del mensaje de Jesucristo desde un punto de vista actualizado, sino que además aporta un entrenamiento para experimentar el cambio de percepción que supone el perdón auténtico.

Rosa María comenzó a estudiar el Curso en 1978, y en 1981 creó el primer grupo de estudios del Curso en la zona norte de California. Dos años más tarde, en 1983, dio comienzo a la traducción. Habrían de pasar diez años antes de que el libro llegase a manos de sus destinatarios. A lo largo de esos diez años Rosa María y su compañero en la traducción, Fernando Gómez, tuvieron varios colaboradores, pero fueron siempre ellos quienes llevaron el peso principal de la traducción y quienes en última instancia la llevaron a término.

La Aurora Fellowship, fundación sin fines de lucro, fue creada en 1994 por Rosa María Wynn con la declarada misión de llevar el mensaje de perdón, tal como lo presenta Un Curso de Milagros, al mundo. Desde entonces, y dedicada a dicha labor, Rosa María ha visitado muchos países, realizado múltiples entrevistas de prensa, televisión y radio, y estado con miles de personas, cuyas vidas han sido tocadas, transformadas para siempre, a través del conjunto de sus Seminarios Aurora.

JL – Hola, Rosa María

RMW – Hola, Jorge

JL – Si tuvieras que explicar a una persona que no supiera nada, qué es Un Curso de Milagros, ¿Qué le dirías?

RMW – Un Curso de Milagros es, literalmente, el ABC del Amor. Es también una propuesta a una manera de pensar y percibir todo aquí, que es afín a la verdadera naturaleza del hombre, que de acuerdo con el Curso, sigue intacta pues nada pudo haber alterado lo que Dios creó a Su Semejanza. Y si aceptamos que Dios es Amor, Su Creación no puede sino ser Amor también. La enseñanza fundamental del Curso es el perdón, pero no se refiere al perdón que «aprendemos» aquí, sino a uno que sostiene la eterna inocencia de todos. Y no es que niegue que algo está pasando aquí que obviamente no nace del Amor, sino que afirma que al no formar parte de la verdad que somos, no es real, y por lo tanto, puede corregirse. El Curso nos inspira a querer percibir todo de otra manera, y eso de por sí es un milagro. Pero la definición más clara que puedo ofrecer, es que nos lleva a querer la paz por encima de todas las cosas.

JL – ¿Qué supuso la traducción de esta ingente obra en tu camino de crecimiento interior?

RMW – Llevaba casi cinco años estudiando y enseñando el Curso cuando la traducción dio comienzo. Había leído el Texto cinco veces, y pasado por las Lecciones diarias dos veces, por lo que supuse que estaba más que preparada para la labor… pero cuando tienes que traducir cada palabra que compone un concepto o abstracción, ya no es lo mismo. La traducción tomó posesión de mi vida, y aunque en un principio pensé que duraría dos años, fue el sostener mi compromiso con el Espíritu a llevar a término lo que me había encargado, lo que aceleró mi proceso espiritual de una manera extraordinaria. Al final, fueron diez años de total entrega. Pero nadie puede ni siquiera concebir lo que supone estar prácticamente día tras día envuelto en este material. A veces, cuando terminaba mi jornada de 12 o incluso 14 horas, mis pies apenas tocaban el suelo. Mi relación con el Espíritu se volvió más cercana, si cabe, y lo mismo podría decir de mi relación con Jesús. Por siempre estaré agradecida de haber sido elegida para traducir lo que para muchos es el material más extraordinario que ha llegado sobre la faz de la tierra.

JL – Un proceso de 10 años de traducción necesariamente estaría rodeado de experiencias de perdón y tomas de conciencia. ¿Recuerdas alguna que puedas compartir?

RMW – Sí, ciertamente hubo muchas experiencias de perdón. La traducción al castellano fue la primera que la Fundación para la Paz Interior permitió, luego de nueve meses de reuniones, pues antes de eso estaban seguros de que el Curso era demasiado profundo para que pudiese traducirse correctamente, así que Fernando Gómez y yo fuimos «el primer hijo» como una vez me dijo Judith Skutch-Whitson, la presidenta de la Fundación, mientras nos pedía disculpas por la falta de fe que tuvieron ya que desconocían lo que supone traducir una obra de esta magnitud. Por muchos años oíamos rumores que no eran positivos sobre todo, acerca del tiempo que el trabajo estaba tomando, pero mi Guía interior me repetía que siguiera adelante con la traducción y que no prestara oídos a nada de eso. A los siete años le entregamos todo el material traducido y revisado incontables veces. La Fundación había decidido que otra persona tomaría la dirección de la traducción, y que hasta ahí llegaba nuestra labor. Esa ha sido posiblemente, la situación más difícil que he vivido. No lo podía entender. Le había dado siete años de mi vida, había dejado atrás importantes proyectos, prácticamente había trabajado de voluntaria, y gastado mucho dinero en el proceso, así que me preguntaba, «¿Dónde está la Justicia de Dios?» Por año y medio, otra persona tuvo a «mi criatura» en sus manos, y nos llegaban comentarios de los muchos cambios que estaba haciendo a la traducción, y lo que oíamos nos entristecía… Era tan fuerte mi dolor, que no podía ni siquiera mirar el material traducido. La Voz comenzó a instarme a bendecir a esa persona de todo corazón, a desearle el bien, y además, que tenía que hacer esto todos los días, hasta que el dolor desapareciese, y mi bendición y deseos de bien para ella y su labor con la traducción fuesen genuinos. En un momento me acordé de la historia del Rey Salomón que aparece en la Biblia, en la que dos mujeres afirmaban ser la madre de un bebé, y él decidió partir el bebé en dos y darle una mitad a cada una. De inmediato una de ellas le dijo que no, que le diera el bebé a la otra. Ahí mismo el Rey Salomón supo que ésa era la verdadera madre.

Por la Gracia de Dios, un amigo común de Judith y mío, después de visitarme una noche en la que pudimos hablar de todo el tema, se reunió con ella al otro día, y «algo» hizo que ella quisiera verificar con otra persona bilingüe y de confianza, tanto la traducción de Fernando y mía, como lo que esta otra persona estaba haciendo, y le envió el Capítulo 25, titulado «La Justicia de Dios». Cuando la persona leyó y comparó los dos manuscritos, de inmediato llamó a Judith y le dijo que la manera más sencilla en la que podía explicar la diferencia entre las dos traducciones era que la de la otra persona estaba a un nivel de secundaria, y la Wynn-Gómez, a nivel universitario. Judith se puso en contacto conmigo y literalmente me rogó que retomara la traducción. A los pocos meses lo hice, y tres años más tarde la versión castellana vio la luz. Aprendí mucho de esta experiencia, especialmente a bendecir y a desear el bien de todo corazón, sin importar cuánto dolor una situación pudiese provocar. Pero sobre todo, tuve que «soltar» todo el proyecto, dejarlo ir, y esa renuncia literalmente cambió algo en mí para siempre.

JL – Un Curso de Milagros se está extendiendo ahora más que nunca ¿Crees que está «de moda» o más bien es por alguna otra causa?

RMW – Cuando di mi primer seminario sobre el Curso en Madrid, en mayo de 1993, había personas que sabían del Curso, pero eran muy pocas. Sentí que mi misión, una vez completada la traducción, era asegurarme de que el Curso echase raíces en el mundo de habla hispana, y para lograrlo, apoyé a muchas personas a que se comprometieran a iniciar grupos de estudio, a enseñarlo y a extender su mensaje. Estoy convencida que el Curso cambiará la dirección del mundo. Su mensaje es completamente congruente, y no ataca ni afirma ser el único camino a la libertad, a la iluminación, a la salvación, sino que sencillamente es uno más. Pero son los resultados extraordinarios que la práctica de sus enseñanzas nos brinda lo que nos convence de la veracidad de sus postulados. Y es por eso por lo que cada día se extiende más.

JL – Por favor, danos unas pinceladas básicas para comenzar a practicar el perdón. ¿Cuáles son los primeros pasos?

RMW – El primer paso es estar dispuestos a ver la situación que requiere perdón, de otra manera. Mientras la veamos como un ataque, como una injusticia, no es posible perdonar. Estar dispuestos a verlo todo con otros ojos es la pequeña dosis de buena voluntad que se requiere y de la que habla el Curso. Sin esa ofrenda, el Espíritu no puede hacer nada. Es oportuno señalar que en última instancia nadie puede perdonar, pues el perdón es realmente una ilusión. Pero podemos querer perdonar. Ese «querer» es la aportación que hacemos en el proceso de perdón. El Espíritu re-interpretará todo lo que le ofrezcamos a la luz de su santo Juicio, y Él re-interpretará lo sucedido…eso es el perdón. El verdadero perdón, como muy bien afirma el Curso, es darte cuenta de que nadie jamás te ha hecho nada. Pero para entregarle al Espíritu tu interpretación del asunto, el juicio que emitiste y te creíste, tienes que realmente querer la paz por encima de todas las cosas… y la consecución de la paz es la meta del Curso.

JL – Cuando uno comienza a practicar el perdón, pronto descubre que es el principio de sanación fundamental. Sin embargo ¿Por qué crees que el perdón resulta tan huidizo para la gente?

RMW – Resulta huidizo porque no queremos renunciar a la manera en que hemos visto una situación o al juicio que emitimos de la misma, o de la persona involucrada. Y también por lo que acabo de mencionar arriba, que pretendemos perdonar algo que hemos percibido como un ataque o una injusticia, y mientras conservemos esas ideas de lo sucedido, el perdón jamás se dará. Así que ver el juicio es el primer paso, y entregárselo al Espíritu es el segundo. No podemos entregar algo que no hemos admitido o reconocido. Y tenemos mucho miedo de hacer eso. Pero el dolor que supone no perdonar tiene un límite, y cuando ya no deseemos seguir sufriendo, vamos a estar dispuestos a no defender más nuestra postura, el juicio condenatorio que hicimos contra alguien, pues la llamada a ser felices es apremiante, así que al final elegiremos querer perdonar y salir del dolor. Y eso es todo lo que al fin y al cabo podemos hacer. El Espíritu hace el resto.

JL- ¿Existe alguna relación entre el perdón y la enfermedad?

RMW – La condición de separación en la que vivimos aquí, desde donde pensamos y actuamos, es lo único que hay que sanar. Y el perdón es la manera. Cuando perdonamos, o más bien, cuando estamos dispuestos a perdonar a alguien, estamos tácitamente reconociendo nuestra unidad con esa persona. La enfermedad no tiene existencia real pues Dios no la creó. Pero en la condición de separación en la que aparentemente vivimos aquí, «todos estamos enfermos», pues la mente ha aceptado como verdad una condición que realmente le es ajena, y en esa condición «percibe la enfermedad», pues la mente está enferma. Querer perdonar a alguien restaura, aunque sea brevemente, la conciencia de que todos somos Uno, y eso es el comienzo de la sanación. Todo perdón es siempre para nosotros mismos, y aunque la práctica del perdón en apariencia es hacia otros, no es así. Los otros son «la pantalla» en la que vemos lo que no nos hemos perdonado a nosotros mismos. De hecho, lo que realmente nos duele aquí no es lo que otros nos han hecho, sino lo que nosotros les hemos hecho a otros.

Perdonar todo, no importa qué, es la declaración de que deseas que tu mente sane, y la mente es lo único que necesita sanar. Pero debe quedar claro que no hay enfermedad que no se pueda curar, pues Dios no la creó. De hecho, hay una parte en el Curso que dice que siempre puedes decir con respecto a cualquier enfermedad que padezcas, «No tengo ninguna necesidad de esta enfermedad», y decirlo con la autoridad que tienes por ser hijo, hija de un Dios Todopoderoso.

JL – Una pregunta de fondo, Rosa María, ¿Cuál es la diferencia entre perdón y amor?

RMW – El perdón es la forma de amor más pura que existe aquí, afirma el Curso. Así que podríamos correctamente decir que son realmente lo mismo, aunque para ser exactos, el perdón es una manifestación del amor.

JL – Todos los que enseñamos bajo la inspiración de Un Curso de Milagros sentimos cosas especiales al comunicar con los grupos de personas ¿Qué sientes tú?

RMW – Hay una sección en el Curso que se titula «Las recompensas que se derivan de enseñar», y es cierto, como estoy segura puedes confirmar. Dentro del sistema del Curso, «enseñamos para aprender». Cuando estoy en mi función de maestra, delante de un grupo, me siento acompañada del Espíritu, de hecho, no puedo hacerlo hasta que lo siento a mi lado. Y hay momentos en que mirando al público, contemplo la inocencia y majestuosidad de cada uno de los presentes, el regalo que me están dando, y mi corazón rebosa de amor y felicidad. Es sencillamente algo glorioso.

JL – ¿Cómo convencerías a un adolescente de que el ataque no tiene sentido?

RMW – Lo primero es que esto sólo se puede enseñar con el ejemplo. La adolescencia es una etapa muy peculiar, pues aunque a esa edad creemos que lo sabemos todo, hay mucho que desconocemos. Por otra parte, creo que los adolecentes, al no estar tan cristalizados con las creencias que se adquieren en el mundo de la percepción, pueden ver más allá de lo «aparente» y se dan cuenta de que hay mucha hipocresía, y que mucho de lo que se les enseña, nosotros los adultos no lo practicamos. Pero lo esencial es no atacarlos, en ninguna forma, y repetir el hecho que el ataque no resulta, valiéndonos de experiencias personales de cuándo hemos atacado y que ello no nos trajo el resultado deseado, sino que por el contrario, nos provocó culpa y empeoró la situación. Y sobre todo, ver en ellos su inocencia, y repetirles que son merecedores de su propio esfuerzo en ser congruentes con la verdad que vive en ellos. Pero nosotros tenemos que sostener esa verdad en nuestra conciencia, y la fe de que al final tomarán la decisión que los llevará por el camino del no ataque.

JL – Gracias, Rosa María, y bienvenida a España.

RMW – Muchas gracias, Jorge.

Jorge Lomar

Escritor, conferenciante, facilitador y

director de la Asociación Conciencia. Escuela del Perdón

www.asociacionconciencia.org