Trampas Emocionales

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Existe un camino de conocimiento más exigente que cualquier monasterio: LOS VINCULOS.

Hay un eje central que la Psicología Transpersonal toma de antiguas tradiciones de Oriente es el hecho de que la Psicología no es meramente remontarse a revisar el pasado (que sí puede ser una parte del trabajo sobre sí).

Un aspecto esencial, en cambio es entrenarse en la capacidad de auto-observarse lo más objetivamente posible. Esto no es sencillo.

Las disciplinas de meditación invitan a observar los contenidos psicológicos (emociones, sensaciones, pensamientos…) en la quietud y el silencio, sin estímulos externos (a lo sumo una música, un sahumerio…). Podríamos decir que eso es ni más ni menos que afilar la herramienta de la atención. Sí como un peluquero que, una vez que se van sus clientes afila sus navajas y tijeras para poder al día siguiente trabajar.

Porque el desafío mayor es ya no en el almohadón de meditación, sino en medio de la vida. El estímulo allí no es un sahumerio ni música suave: es la demanda del otro, es nuestra propia necesidad del otro, es el enojo del otro, o su ternura, es nuestro extrañar al otro, nuestra tendencia a manipularlo para no perderlo…

Entonces: la Psicología Transpersonal trabaja con la más exquisita materia prima: las Auto-observaciones de quien está en proceso de autodescubrimiento. Sabrán, por su propio dolor, que los vínculos tocan nuestros peores resortes, despiertan lo peor de nosotros mismos, lo más bello…, imponen desafíos, activan todos los mecanismos que nos constituyen.

Diría que ningún monasterio puede ofrecer condiciones de tanta estimulación para el conocimiento de sí. Vas a un retiro, aprendes un mantra, una postura de relajación, dibujas mandalas… vuelves pleno a casa… una sensación de radiancia… y allí te esperan tus padres, tu pareja, tu vecinos… que tocan botones que son otros: los de los aspectos más crudos que tenemos. Uno es como un pan mal cocido: tiene una parte, con suerte, bien a punto y crujiente… pero otras partes de sí en que la masa está casi líquida! Cuando el otro clava allí un cuchillo para probar el grado de cocción… ¡nos vemos crudos! Y a veces eso nos da vergüenza, enfado para con nosotros mismos, o para con el otro…

De modo que los Vínculos son un camino: doloroso, gozoso, asombroso, triste, bello… ¡con todos los condimentos! Pero para que sea un camino la condición es contar con herramientas para verse a sí mismo y detectar cuáles son las propias mecanicidades que hacen que nos relacionemos de determinada manera con los demás (o con alguien en particular).

Entonces: si una persona que no tiene trabajo sobre sí cuenta qué le pasó en el fin de semana con su pareja, dirá algo anecdótico: «Él me rechazó una vez más: me acerqué a acariciarle, pues no me sentía bien. Se puso rígido, duro. ¡Me hizo mal!». Pero si esa persona, en cambio, cuenta con herramientas para verse a sí misma en primer lugar, más que poner atención en el otro quizás vaya varios pasos más adelante.

El relato podría ser: «Otra vez me sentí rechazada. Y me di cuenta de que siempre ando dándole al otro lo que yo quisiera que me den a mí. Veo que lo que el otro quisiera si se siente mal es que lo dejen solo y no lo cargoseen. Pero cuando yo me siento mal prefiero que me mimen y me presten atención«. ¡De modo que me vi haciendo lo que quisiera que me hagan!

O sea que en ese acto ¡dejo de lado totalmente lo que al otro le pasa! Jamás me hubiera imaginado que en un acto así yo estoy actuando egocéntricamente al otro, sin tener en cuenta lo que el otro verdaderamente quiere y necesita. ¿Cómo no voy a ser rechazada, entonces?».

Ese relato tiene un salto enorme de lo meramente anecdótico a haber descubierto un patrón. ¿Qué es un patrón?: «darse cuenta de que cada vez que X… uno actúa de tal o cual manera». Lo que esta persona, procurando observarse a sí misma, ha descubierto por sus propios medios, en esta Psicología se llama proflexión, y se define como un mecanismo enviciado vincular por el cual la persona no reconoce sus propias necesidades de modo que las proyecta en el otro y procura por todos medios darle lo que ella misma necesita. Es como la madre que tiene frío y dice ¡»Ponte un jersey»!».

Si la persona no se da cuenta de que hace esto con frecuencia sus vínculos harán agua justamente en ese punto ciego. Cuando, en cambio, se da cuenta, empieza a poder ver el mecanismo, como en esta descripción. Y lo verá una vez, y dos, y tres… hasta que, como dice la Psicología Transpersonal y la Física Cuántica, la observación produzca un cambio.

Porque en este relato hay algo más: la persona no se está autocastigando por hacer lo que hace. No dice «Soy una total estúpida: me lo paso dando lo que no me dan». Tampoco se autocompadece: «¡Pobre de mí: nadie me da lo que necesitooo y ando entonces dándoselo a los demásss!» Lo que la persona ha hecho es una descripción del fenómeno en sí, tal como es. A esto se le llama descripción fenomenológica. No hay juicio de valor. Es tal como lo describiría una persona desde afuera, un laboratorista a un experimento. Y es cuando uno trabaja sobre sí de esta manera cada día, cada vínculo, se vuelven un experimento en el que uno es el laboratorio y a la vez el científico que observa, observa, observa. Ningún científico al observar dice: «Qué bacteria tan idiota, volvió a contaminar la manzana!». Eso sería un juicio de valor, y aquí vemos lo necio que resulta!

Es realmente difícil que los vínculos sean sanos.

La libertad de experimentar la vida**

La salud es la capacidad de participar plenamente en los ritmos de la vida, sintiendo la gloria del amanecer, celebrando el ciclo anual de las estaciones, y sintiendo el pulso vital de la Naturaleza acelerándose dentro de nuestro ser.

La verdadera salud es más que «ir tirando». Significa zambullirse en la vida, comprometiendo plenamente cuerpo y alma en todo lo que hacemos, el trabajo, la familia y la vida social, la expresión creativa y la contemplación interior.

No existe un modelo fijo de lo que significa ser una persona saludable. Ser saludable es ser auténticamente uno mismo –y no una identidad definida por el condicionamiento social, o la máscara (personalidad) adoptada para cumplir las expectativas ajenas. Más bien se trata del Yo que expresa de manera original todo aquello que podemos ser. Esto será algo diferente para cada persona, y así presupone el desarrollo del autoconocimiento y de la comprensión.

La salud es la aceptación de la vida, con todas sus imperfecciones y contradicciones. Es una expansión del ser que se va fortaleciendo a medida que abraza todas las experiencias, y no un tratar de abolir las limitaciones, el dolor o el sufrimiento. De hecho, el sufrimiento tiene la función de conducirnos a una apreciación más profunda de la vida y a un despertar de nuestro propio potencial mayor. La enfermedad puede verse no como una escoria a ser erradicada, sino como una maestra, que nos muestra las fuentes de desequilibrio en nuestra vida, o los aspectos de nuestro ser que hemos ignorado.

El coaching evolutivo y la terapia floral (Sistema Bach, California y otros) son recursos a los que puedes acudir para sondear tu mundo interior, esclarecerlo y acceder con mejores resultados al logro de tus objetivos.

*Virginia Gawel, «Los Vìnculos Emocionales».

**P.Kaminsky y R.Katz «Repertorio de Esencias Florales

Francisca Arrom

Terapeuta Floral Integrativa (miembro de Seflor y Aso.TFI)

Psicóloga Social –Coach Evolutiva

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6,9 minutos de lecturaActualizado: 22/02/2018Publicado: 21/05/2012Categorías: Desarrollo PersonalEtiquetas: ,

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