La macrobiótica y los niños

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Os quiero contar hoy el tema de los niños y su alimentación, sin caer en dietas depurativas rígidas y quizá, absurdas en la infancia, pero si es importante tomar conciencia de algunas cosas. Basándome en mi experiencia voy a narrar mis conclusiones y reflexiones como madre «mutante» por si a alguien pueden dar algo de luz y perspectiva, con todo mi cariño y esperando que os guste.

Mi hijo el pequeño fue macrobiótico desde su concepción, desde siempre. Es y ha sido un niño mucho más tranquilo que mi hijo mayor, (durante su embarazo mi alimentación fue convencional).

Es un niño muy diplomático y centrado: el primer día de colegio parecía un «samurai» en mitad del patio, rodeado de llanto y drama, él seguía con su estado de tranquilidad e ilusión ante su primer día de cole. El entorno caótico, no cambió fácilmente su sentimiento armónico y de confianza en lo que le esperaba. Él es empático y se preocupa por los demás y tiene una tendencia natural a arreglar conflictos y a ceder por el bien común, con tal de que haya armonía.

Es un niño que definiría como muy estable emocionalmente, bastante resistente y que prefiere ceder antes que meterse en problemas.

Físicamente es muy inteligente, delgado pero extremadamente fuerte. No enferma casi nunca y su crianza ha resultado sencilla, fácil… sin grandes preocupaciones ni problemas.
Durante el proceso de crianza de mis hijos he comprobado que cuando se sigue el orden de la naturaleza, todos los procesos se van sucediendo sin mayores complicaciones ni desordenes o esfuerzos, de forma armoniosa.

Criar y educar a los hijos es como remar en un río a favor de la corriente; por cada remada el avance es siempre mucho mayor con la ayuda de las fuerzas naturales y del equilibrio de la vida. Lo mismo que tras la primavera llega el verano y luego el otoño y así sucesivamente. No hemos tenido grandes procesos de enfermedades, ni virus, ni hospitalizaciones ni casi visitas al pediatra.

He observado a mi alrededor como complicamos los procesos en los niños, procesos sencillos y naturales, como dejar los pañales, contener la orina, adquirir determinadas habilidades, creyendo que como adultos tenemos que «hacer algo» para intervenir en el proceso. Y lo único que logramos en realidad es añadirles presión, carga mental, y complicarlo racionalmente todo.

Añadimos nuestra preocupación adulta, por querer anticipar algo que tal vez iba a iniciarse, por si solo en pocas semanas, y entonces lo que conseguimos es complicarlo y ralentizarlo, como hurgar en una raíz cuando está a punto de brotar sólo la tuerce y la saca de su lugar impidiéndole salir a su tiempo.

Muchos de los problemas de madurez en los niños en realidad tienen su origen en la alimentación. Por ejemplo un exceso de lácteos frena la maduración y hace que estén menos preparados para dejar los pañales o no orinarse en la cama, y estos lácteos solo nacen de un miedo a la desnutrición, no son necesarios.

Mi hijo pequeño nunca tomó lácteos hasta los tres años, salvo algún yogur esporádico, y pasó de la lactancia materna hasta los cuatro años a tomar algo de queso y leche de almendras, pero si cuidaba mucho que en su dieta no hubiera cosas que descalcifican y sí cosas que aportan calcio.

Por ejemplo, el pescado aporta calcio mientras que la carne roja descalcifica, el cereal integral y la verduras son ricas en calcio así como los frutos secos, y permití la mantequilla aún cuando mi ideal es macrobiótico, ya que para asimilar el calcio es necesaria la grasa, y la mejor forma de asimilarlo es la mantequilla, eso sí ecológica.
Me preocupé de que el equilibrio en su sangre fuera de minerales, y no de ácidos como el azúcar y la carne. Y a partir de ahí no era necesario introducir tanto lácteo, por consiguiente no han necesitado ni padecido, asma, alergias o bronquitis, todos ellos producidos por el exceso de mocos que proporciona la leche.

Tampoco me he empeñado en que tomaran fruta en invierno, si no en verano cuando es de temporada y la pedían.

Me preocupé eso sí de que hubiera suficientes verduras. Pero eso implica largas noches de purés de verduras, y judías verdes y brócoli con cuentos y formas divertidas para que las tomaran.

El simple hecho de introducir el cereal a tiempo paulatinamente y retirar tanta leche va madurando el sistema nervioso central, y el niño va logrando solo mayor conciencia de sí mismo, lo que ayuda en todas estas etapas de mayor autonomía y control.
Algunos niños son de naturaleza más yin, y las frutas, el azúcar y los lácteos no les ayudan a estos procesos. Al añadir la preocupación de los padres todo se complica y añadimos mayor inseguridad a un niño ya de por sí frágil.

Otros niños inquietos y que comen poco, duermen mal y son irritables son alimentados demasiado pronto con proteína animal en cantidades y sal, y esto empeora su delgadez y su condición. Cada vez resulta más problemático que coman, duerman, se relajen… todo es una cuestión de sencillo equilibrio.

En mi caso, mi niño prefirió ir introduciendo los alimentos muy poco a poco, y seguir con la lactancia materna un poco más. En la crianza de mis hijos he pasado por alto, mocos, fiebres, hospitales, virus, bronquitis, bronquiolitis, rabietas, pesadillas, golpes y fracturas, diarreas, cólicos, vómitos y sustos de diversa índole.

Sencillamente aluciné cuando al completar la ficha en la guardería me preguntaron que cuántos inhaladores y aerosoles tenía y que cuántos broncodilatadores habían usado e incluso las marcas, como si fuese algo muy común y normal. La respuesta fue sencillamente que ni siquiera sé que son esas cosas.

Y lo que más me llamó la atención de todo esto es la naturalidad con que se aceptaba todo esto. Y la poca memoria y capacidad de discernimiento de padres y pediatras.
Personalmente aluciné en colores cuando el pediatra me dijo como lo más normal del mundo, que lo corriente era que el primer año de guardería el niño pasase 14 o 15 catarros o virus. Simplemente me acordaba de mi propia infancia, y no recuerdo haber estado enferma tanto tiempo. Anginas y sarampión solamente.

Quizá en un empeño y exceso de amor, y por querer hacer las cosas bien, nos estamos excediendo en visitas a médicos y en una nutrición excesivamente densa y un control excesivo de sus procesos, y lo que estamos logrando es complicar lo natural y hacer de ello un «problema». Creo que estamos tan acostumbrados a luchar y a encontrar dificultades que hasta las buscamos y las producimos en las cosas que deberían ser sencillas y suaves.

Otros efectos observados en mis hijos frente a sus amiguitos y compañeros, es que tenían una actitud observadora y curiosa a la vez que respetuosa con los demás. Unas ganas de descubrir y una forma rebelde, no violenta sino creativa, de separarse del montón.

Eran pacíficos y diplomáticos con los demás pero profundamente participativos y creativos. Menos competitivos y más colaboradores, pero con ingenio e ideas propias a menudo originales. Se comparaban menos, y sobre todo eran mucho más abiertos a relacionarse y a mostrarse. A la hora de bailar, de inventar, de pintar, eran creativos y ocurrentes y no juzgaban lo de los demás, simplemente querían participar y disfrutar creando.

De manera natural han rechazado los sabores muy químicos o artificiales, o los productos de mala calidad. Tienen una tendencia a equilibrar y tomar de manera sopesada, hidratos de carbono, proteínas, y vitaminas y líquidos de forma natural.

En el tema de la comida son más abiertos a explorar, y comen castañas, batata asada, brócoli, coliflor, frutas diferentes, pescados. Algunas veces pueden querer probar sabores fuertes pero el exceso les satura enseguida y vuelven a su equilibrio. Continuaré en próximos números contando trucos sobre como lograr que coman verdura o pescado. Un abrazo y feliz año.

Escritora, conferenciante, especialista en Alimentación y Consultora Macrobiótica

Diana López Iriarte

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7,2 minutos de lecturaActualizado: 05/07/2024Publicado: 14/02/2014Categorías: NutriciónEtiquetas: , , , ,

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