La Comunión de los Santos

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«Sólo una cosa es para mí cada vez más evidente: que tú no puedes ayudarnos, que debemos ayudarte a ti, y así nos ayudaremos a nosotros mismos». Etty Hillesum (Diario—12 de julio de 1942)

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«Entonces los muertos llegaban mediante el pensamiento, de regiones lejanas y brillantes,
parecían ayudarnos en nuestro concienzudo esfuerzo a favor de lo justo y lo sagrado…
Tú que buscas en la fuente profunda de la verdad, tú que escarbas en la mina profunda del alma,
tú que escalas penosamente la escarpada montaña hacia la mas alta Luz Divina, piensa que más allá de las estrellas
está aquel que ha trabajado y obrado duramente como tú».

George Boole (La Comunión de los santos)

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La búsqueda espiritual idónea, se caracteriza por un ansia de encontrar de la verdad, por una idea clara de que en esta búsqueda se producirá una diversidad y un pluralismo individual de caminos de todo tipo y por una valentía ausencia de miedo paralizante.

Todos los buscadores podríamos estar en contacto espiritual a través de nuestros espíritus respectivos radicados en la gran Central Espiritual, y allí estamos encuadrados en varias comunidades espirituales parciales.

Quizás la influencia espiritual, que muchas veces nos «inspira», venga a nosotros a través de unas «mesas redondas» o «co-operativas» de buscadores avanzados, tanto vivos como muertos unidos telepáticamente en la Gran Central Espiritual, (donde cada uno se agrupa con sus similares). Esa sería la Comunión de los Santos.

Estas comunidades espirituales, estarán animadas y tuteladas por una persona sabia, ángel, antropos, o santo o bodisattva, al que le haya sido encomendada dicha dirección y tutela.

Primero estaríamos insertos en una comunidad de ámbito ideo-lógico, donde conectamos todos los espirituales, vivos o muertos, conexión que luego se verá reflejada en un cierto grado de intercambio de ideas.

Deberíamos crear nuestra red espiritual de amistades tipo Facebook, incorporando en esa red, y acordándonos de vez en cuando, de todas esas personas que aún en la distancia nos influyeron y nos siguen influyendo con su ejemplo y su sabiduría. Unos patrones a quien acudir en los momentos de desánimo o de dudas.

En estas comunidades nos juntamos sectorialmente los budistas con los budistas, los cristianos practicantes tolerantes con sus respectivos compañeros de creencias concretas, etc. Igualmente a estas comunidades sectoriales pertenecerán vivos y muertos.

A Swedenborg, en su obra «Del Cielo y del Infierno», de 1758, en la que refleja sus visiones, los ángeles le informaron de que los espíritus de muertos y vivos eligen, por razones de íntima afinidad entre ellos, juntarse con sus afines, y que ese era el sentido real del «infierno» y del «cielo».

Y también estudiosos del Talmud, como Simón ben Laquis, del s.III d.C., escribía que cada uno si se ha portado bien va a juntarse con sus compañeros.

A un alfarero, que le pedía que rezara para que en el mundo futuro pudieran estar juntos, le dice: «Yo rezaré por tí para que tu alma esté con tus compañeros de oficio, pues todos los hombres rinden cuentas con sus compañeros de oficio. El platero se reunirá con el platero, y el alfarero con el alfarero».

Todas las comunidades espirituales contarán con la tutela consejo e inspiración de miembros de la Jerarquía espiritual, incluyendo antiguos grandes maestros ya fallecidos que actuarán como «patrones» de dicha comunidad espiritual.

Por ello los buscadores espirituales nunca están solos, por muy aislados que estén. Conectarán vía espiritual con compañeros a los que consolarán y sostendrán, y por los que serán consolados y sostenidos en momentos de aflicción y desconsuelo.

Y desde estas comunidades espirituales se inspirará la realización de actividades culturales, y sociales en el mundo real, con los que apoyar esa interacción espiritual.

Por eso cuando estemos desmoralizados, por posibles fallos personales, y con dudas atormentadoras y otras dificultades podemos acudir a esa «comunión de los santos», que están ahí, y nos ayudarán.

Y de la misma forma, nosotros consciente o inconscientemente ayudamos a los demás integrantes de dichas comunidades que lo necesiten. Y cuando muramos nuestro espíritu será destinado al apoyo de las comunidades espirituales a las que pertenecíamos.

Además de a estas comunidades espirituales «ideológicas», hay la posibilidad de que pertenezcamos a otro tipo de comunidad, las comunidades «kármicas», que podrían ser una especie de versión espiritual de las reencarnaciones hindúes y budistas.

Y mas concretamente a los tulkus, o cadenas de humanos que se suceden en el tiempo, (muchas veces familiares ascendientes o descendientes, aunque no necesariamente), pero con una «influencia espiritual» común y continuada en el tiempo.

En estas comunidades el elemento activo siempre sería el espíritu vivo, pues solo en vida se puede aprender y comprender.

Maimónides tenía una intuición curiosa sobre la verdadera inmortalidad del alma. Consideraba que el alma que sobrevive después de la muerte no es el alma que accede al ser con el hombre, que es sólo una capacidad, una pura facultad. Por contra el alma que deja al hombre después de la muerte es razón adquirida y real. La inmortalidad es la vida eterna del espíritu que ha entrado en el proceso de conocimiento. La inmortalidad lo es en la medida de la cuantía de ese conocimiento adquirido.

Por ello los espíritus de los muertos que no han alcanzado ese «Conocimiento», no pueden adquirirlo sino a través de otro espíritu humano. Señalaba Aldous Huxley: «Con Boehme y William Law, podríamos decir que para las almas no regeneradas, la divina Luz en todo su esplendor, solo puede ser sentida como un fuego quemante, de purgatorio».

«Se halla una doctrina casi idéntica en «El libro tibetano de los muertos», donde se describe el alma del difunto como huyendo angustiada de la Clara Luz del Vacío y hasta de Luces menores y mitigadas, para lanzarse de cabeza a la confortadora obscuridad del sí mismo, como ser humano renacido, o hasta como animal, infeliz espectro o habitante del infierno. Cualquier cosa antes que el brillo abrasador de la Realidad sin mitigaciones».

Por ello los espíritus que en vida por sus circunstancias personales o por sus errores personales, no ha alcanzado el nivel de Conocimiento preciso para su incorporación definitiva a la Gran Mente Global o Crística, (también denominado Paraíso o Cielo), están a la espera de que el humano vivo de su Comunidad espiritual «kármica», les suministre ese Conocimiento.

Y ese sería quizás el sentido de la reencarnación y de la llamada ley del karma, budistas. Y también el sentido de la necesidad de los espíritus del llamado «Purgatorio» o «Infierno», que necesitan de nuestra ayuda y apoyo. Y por eso se llega a la «salvación» universal, pues cuando un «santo», «maestro» o «bodisattva», muere, arrastra con él, a toda la cordada de espíritus humanos de los que es cabeza en ese momento, y se «salva» la «cordada» entera.

«Nadie se libera solo. Los seres humanos se liberan en comunión», nos enseña Paulo Freire. Y por ello Teilhard de Chardin en 1923 decía: «La mística es la gran ciencia y el gran arte, el único capaz de sintetizar las riquezas acumuladas por las demás formas de la actividad humana».

Carl Jung, intuyó también este concepto mediante la «ahnenerbe» o «herencia ancestral» que era el fundamento de la experiencia subjetiva de todo individuo. Jung confesaba que «siempre había tenido la impresión de que debía responder preguntas que el destino había planteado a mis ancestros, preguntas todavía sin respuesta, o de que debía completar, tal vez continuar, las cosas que otras épocas dejaron inconclusas».

En casos excepcionales, este fenómeno puede estar también relacionado con las patológicas personalidades múltiples, y con las disociaciones de personalidad mediúmnicas. Jung mismo sintió en su infancia que tenía una «personalidad dos», que era un anciano caballero del siglo XVIII, que le permitía imaginar que vivía en dos épocas simultáneamente en dos personas distintas.

Él sentía que disponía de un corazón sagrado que bombeaba el alma de sus antepasados por sus venas.

El cristianismo lo expresa mediante la idea de la «Comunión de los Santos. Dice León Bloy: «La comunión de los santos es el antídoto y el contrapeso a la dispersión babilónica; testimonia una solidaridad humana y divina tan maravillosa que le es imposible a un ser humano no sentirse vinculado a todos los demás, en cualquier época y dondequiera que vivan. El más pequeño de nuestros actos repercute en profundidades infinitas y eleva a todos, vivos y muertos».

Borges sentía su pertenencia a esa Comunidad: «Ahora, yo creo que la transmisión de pensamiento es un fenómeno continuo, que uno está permanentemente recibiendo y mandando pensamientos y sentimientos.

Creo que, por ejemplo, uno siente la amistad, la indiferencia, el malquerer, el odio. No tiene que ver con lo que pensaban Condillac o Locke, que decían que todo nos llega a través de los sentidos. Uno puede darse cuenta de que el otro es inteligente, aunque el otro no diga nada.

Uno está recibiendo continuamente algo, hasta los sufrimientos, hasta los sacrificios, hasta los maleficios, todo tiene algún fin. En el caso del poeta, todo lo que le pasa es una especie de arcilla que tiene que transformar, que moldear en belleza, y así todas las cosas se justifican, y los males también. Las ideologías también, la ceguera también. Yo debo agradecer esos dones, aunque a veces sean o parezcan terribles».

La situación de la humanidad es preocupante. Por ello es urgente e imprescindible que surja una clase de personas que crean en el hombre, en que la especie humana, como hermandad, puede subir un escalón ético y sapiencial, y puedan alcanzar un nivel de autoorganización racional y fraternal, que resuelva los conflictos y problemas que siempre surgen en toda convivencia.

Isidoro García

Director Revista Quitapesares

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8,7 minutos de lecturaActualizado: 08/07/2013Publicado: 08/07/2013Categorías: QUITAPESARES

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