Rafael Santandreu:
«Podemos ser felices en cualquier situación, incluso en un lugar inhóspito»
“Ser feliz en Alaska” describe tres pasos para reprogramar nuestra mente y convertirnos en personas sanas y fuertes desde el punto de vista emocional, incluso en los circunstancias aparentemente más adversas.
Su autor, Rafael Santandreu, es uno de los psicólogos más prestigiosos del país. Sus libros anteriores El arte de no amargarse la Vida y Las gafas de la felicidad fueron un éxito por su estilo directo, cercano, con un punto provocador.
– ¿Se puede ser feliz en Alaska?
– Es una metáfora de que podemos ser felices en cualquier situación incluso en un lugar inhóspito. Podemos ser felices tanto si tienes pareja como si no tienes, o te ha dejado, si tienes trabajo o te han despedido, si tienes salud o tienes un cáncer. En realidad, todo está en tu diálogo interno. Las personas fuertes tiene un diálogo determinado y si nosotros lo aprendemos, adquirimos su mentalidad y con ello su fuerza emocional.
– ¿Cómo podemos hacer frente a las adversidades?
–Epicteto, el filósofo del siglo I, dijo: no nos afecta lo que nos sucede sino lo que nos decimos sobre lo que nos sucede. Hay gente que dice: “es que Pepe me pone de los nervios” y yo le digo eso no puede ser. “¿Cómo que no?”, me dicen. Lo que sucede es que Pepe hace algo, luego tu te dices “esto es intolerable” y te pones de los nervios. ¿Quieres pruebas? A gente diferente Pepe le suscita una emoción diferente. Si a ti te pone de los nervios, tu eres el responsable de eso, tu eres el débil.
– ¿Y cómo te trabajas eso para que te resbale?
– Tienes que combatir los dos generadores de la neurosis: la “terribilitis” y la “necesititis”.
La “terribilitis” es la creencia de que cualquier adversidad sería terrible, el fin del mundo, algo que no se puede soportar. Las personas más fuertes consideran que no hay nada terrible en esta vida, porque mientras puedas hacer cosas valiosas por ti o por los demás todo va bien.
Un ejemplo de una persona que no “terribiliza” es mi admirado Stephen Hawking. Tengo un cuadro de él en el despacho y cuando un paciente viene especialmente mal saco el cuadro, porque Stephen Hawking, desde hace 40 años no puede moverse, hablar y sin embargo se ha convertido en uno de los mejores científicos de todos los tiempos y además es una persona muy feliz. Él considera que su enfermedad, que le tiene impedido, no es terrible porque puede hacer cosas valiosas por sí y por los demás. Las personas más fuertes no “terribilizan” jamás y eso hace que tengan una vida emocional muy buena.
La “necesititis” es la madre de la enfermedad emocional y es la tendencia a pensar que necesitamos muchas cosas para estar bien, pero no solo cosas materiales, también inmateriales como alguien que me quiera, hijos, que me respeten, una vida emocionante, justicia,… y eso es muy loco porque no necesitas nada de eso para ser feliz. Cada necesidad inventada es una carga que metes a la felicidad porque si no las consigues te haces imposible la felicidad y si las consigues también porque son cosas que se pueden perder y estarás nervioso por perderlas.
No soy especialmente creyente, ni católico, pero me gusta una cosa que dijo San Francisco de Asis: “Cada vez necesito menos cosas y las pocas que necesito las necesito muy poco”.
– ¿Donde estaría el límite entre la renuncia a esas cosas que no necesitamos y la ambición sana por luchar y perseguir nuestros sueños?
– Tener metas y objetivos es sano y natural. La diferencia está en que no hacemos de cada una de esas metas u objetivos una necesidad imperiosa: si lo consigo bien y si no lo consigo perfectamente bien.
En realidad lo que nos interesa es el juego, el proceso. El mundo es un juego y hay que tomárselo así. No tiene ninguna importancia ninguna otra actividad; ni siquiera la medicina es importante. Ningún empleo es más que un juego para entretenerse.
– Eso díselo a alguien que puede perder su casa o su trabajo.
– Si cree que de alguna de esas cosas depende su felicidad es que está completamente loco. Vamos que le podrían meter en un psiquiátrico perfectamente.
– Pero así estamos el 99% de la población ¿no?
– Si pero no solo lo digo yo. Una persona que está en una tribu del Amazonas estaría completamente de acuerdo conmigo. ¿Quién es el loco entonces?
Lo único importante es la supervivencia, el agua y la comida del día. Lo demás es una gilipollez; nunca lo necesitaste y nunca lo necesitarás.
– ¿Cómo podemos reprogramar nuestra mente para cambiar de nuestra loca manera de pensar a la vuestra?
– Tienes que revisar todos los días tu diálogo interno negativo que es el que te perturba y hace que te pongas triste, enfadado, nervioso. Y tienes que detectar qué es lo que te estás diciendo que te produce esa emoción y cambiarlo por la filosofía correcta hasta que notes que la emoción cambia. Ese proceso a lo largo de los días te va transformando.
– ¿Para eso es necesario un psicólogo? ¿O lo puede hacer uno solo?
– Yo tengo muy enfadados a todos los psicólogos de España porque digo que no sólo se puede hacer solo sino que es mejor no ir al psicólogo. Yo soy psicólogo también. Pero preferiblemente si puedes mejor no vayas porque si tu aprendes el método que te va a proporcionar el psicólogo podrás ejercerlo todos los días, no una vez la semana, con lo cual la técnica la vas a multiplicar y perfeccionar
– Pero es importante que un psicólogo te enseñe bien… ¿Y si te autoengañas?
– Por supuesto necesitas una buena guía como mis libros.
– ¿Por qué, si sabemos que fumar o atracarnos de tarta de chocolate es perjudicial, nos boicoteamos? ¿Cómo luchamos contra eso?
– Tienes que trabajar sobre tus pensamientos y convicciones a un nivel profundo. Yo soy exfumador, por ejemplo y tengo cero dificultades para no fumar desde hace 17 años porque me he convencido con muchos argumentos, a una profundidad muy intensa de que fumar no me aporta nada en absoluto y es un timo asqueroso. Cuando llegues al nivel de convicción, no querrás fumar. Para eso recomiendo la lectura del libro de Allen Carr “Dejar de fumar es fácil si sabes como”.
Lo mismo para comer tarta. Yo me he convencido a un nivel profundo que el chocolate, los azúcares, las grasas, son una mierda asquerosa, y que no hay nada como unas lentejitas de gran calidad. No me apetece un pastel de chocolate. Me da asco. No luchas contra nada.
– Comentas que una de las claves de la felicidad es estar en uno mismo para que no te afecte lo que pasa alrededor tuyo, pero si tu madre tiene cáncer o tu pareja pierde el trabajo ¿cómo hacer que no te afecte sin ser insensible al dolor de los demás?
– ¿Pero tu por qué quieres ser sensible al dolor de los demás?
– ¿No es ser egoísta no hacerlo?
– No, es estúpido hacerlo. Se hace estúpida y neuróticamente.
– ¿No nos tiene que importar nada lo que les pase?
– Muy poco.
– ¿Cómo entonces? Matízalo un poco.
– Tu has de estar convencido de que suceda lo que suceda ellos pueden ser felices. Entonces ¿por qué te preocupas? Tu hijo pierde el trabajo: pero si él puede ser igual de feliz que antes o más. Incluso si se muere, ¿por qué te preocupas? Si él está bien. ¡Deja de preocuparte por todo!. ¿No ves que no hay nada de lo que preocuparse? No tiene límite la estupidez de la preocupación, como no tiene límite el acúmulo de necesidades inventadas que puedes ponerte.
– ¿Cómo podemos ayudar a nuestros seres queridos en problemas?
– No le vas a ayudar preocupándote. La mejor ayuda que podemos dar a los demás es estar nosotros superalegres siempre porque eso se contagia. La felicidad solo depende de que tu mente funcione bien, no de si tienes trabajo o le ayudas a hacer la mudanza,… todo eso no va a servir de nada. Por lo tanto haz lo único que puede tener una influencia en los demás: muestra felicidad y un estilo de vida, un estilo de pensamiento.
– Ante una injusticia dices que la queja y la indignación no es la solución.
– Indignarse es siempre una neurosis que sólo juega en tu contra y te va a llevar a “terribilizar” y a convencerte de que la situación es terrible y a encontrar soluciones muy exageradas. Las personas mas fuertes y felices no se indignan jamás; son conscientes de que el mundo siempre estará lleno de fallos e intentan en algunos casos mejorar con alegría esas situaciones y si no mala suerte. No necesitamos justicia completa para ser felices.
Cristina García Castro
Espacio Humano