¿Por qué la conspiranoia es un obstáculo para las soluciones globales?
Unos nos hacen reír, y otros nos hacen llorar. Pero ambos grupos son serio freno para la solución de nuestros problemas. En conjunto, nunca se podrá glosar suficientemente el daño causado por el cierre de los manicomios y por la proliferación de individuos con estudios pero sin sentido crítico.
Como se quejaba amargamente Isaac Newton: “Puedo predecir el movimiento de los cuerpos celestes, pero no la locura de las gentes”. Y es que hay muchos más locos de lo que parece.
La locura en la sociedad moderna
No se puede negar que los tratamientos ambulatorios y la desaparición de los manicomios han creado un entorno donde las percepciones distorsionadas de la realidad pueden prosperar. Nos encontramos rodeados de una inmensa nube de delirios.
El psiquiatra Francisco Traver, en su blog “Neurociencia y neurocultura”, define las fases de las esquizofrenias. En la primera fase, surge el agobio y la ansiedad, generando lo que él describe como el síndrome del actor ante el estreno. En fases posteriores, estos síntomas pueden evolucionar hacia delirios y alucinaciones, donde el delirio se convierte en una especie de maniobra fallida de curación por parte del paciente.
La conexión entre la paranoia y la teoría de conspiración
De acuerdo con Mathias Bröckers, el terreno fronterizo entre el pensamiento crítico y la paranoia es una “campo de minas”. Los teóricos de la conspiración tienden a sobreestimar la consistencia y motivación de los actores en el juego político, ignorando la complejidad de la interacción entre numerosas variables sociales y económicas. Como señala Alan Moore, lo aterrador no es que haya un plan en marcha, sino que, simplemente, no hay un control absoluto; el mundo es caótico.
La aprehensión del futuro y el rechazo al cambio
A medida que más personas caen en el abismo de la conspiranoia, surge un nuevo grupo: los apocalípticos. Estos individuos ven cualquier propuesta de solución razonable como un indicativo de la llegada del Anticristo. Este tipo de pensamiento cierra la puerta a necesaria discusión sobre temas críticos como el cambio climático o la desigualdad económica.
Es innegable que los problemas que enfrentamos hoy son de naturaleza global. La superpoblación y la considerables crisis ecológicas exigen una respuesta coordinada que trascienda las fronteras nacionales. Sin embargo, el miedo infundido por teorías conspirativas y aprehensiones apocalípticas muchas veces impide la implementación de soluciones efectivas.
Por un lado, las legislaciones nacionales son utilizadas como escudo por aquellos que buscan mantener sus privilegios injustos, mientras que clavan la mirada en un futuro incierto y amenazante.
Por ello, es urgente que la sociedad fomente una discusión sana y racional sobre problemas globales. Necesitamos individuos que sean capaces de analizar críticamente la realidad y que no se dejen llevar por el pánico o la desesperación.
Conclusión
Es fundamental que nos mantengamos vigilantes ante aquellos que quieren aprovecharse de la confusión colectiva. La búsqueda de soluciones razonables debe prevalecer sobre el miedo al cambio. Si no comenzamos a abordar las cuestiones más críticas de nuestra época con sensatez y colaboración, seguiremos atrapados en un ciclo de desesperanza.
Isidoro García
Director Revista Quitapesares