Si eres como yo, aún conservas esa costumbre escolar de comenzar el año en septiembre. Lo cierto es que más que a enero, podemos llamarle el mes de los buenos propósitos. Volvemos de las vacaciones y el verano descansados y con mil ideas sobre qué hacer de nuevo en el año que empieza. ¡Retomamos la marcha!

Pensamos en ponernos a régimen para bajar esos kilitos que ganamos con la buena vida, o apuntarnos a clases de yoga, o en hacer ese proceso de coaching que llevamos aplazando desde hace meses, o años, pero que “ahora sí que sí.”

¿Por qué postergamos comenzar aquellas cosas que nos hacen bien?

O mejor dicho, que creemos que nos van a hacer bien porque como no las empezamos, tampoco podemos estar seguros del resultado. ¡Qué miedo nos dan los cambios! Y es que los riesgos nos sacan del lugar que conocemos y nos aventuran hacia un espacio vivencial y emocional que no nos ofrece ninguna garantía… solo posibilidades.

Pero si hay algo en lo que no solamente podemos, sino que debemos, exigir garantías: La elección de los profesionales con los que viajaremos. Vivimos en un mundo de abundancia informativa y de una oferta descomunal de servicios. A poco que buceemos podemos encontrar una miríada infinita de escuelas, terapias y precios. Pero no todos valen, ni valen para todo.

En algunas cosas sí que he de unirme a las voces críticas que hablan de la peligrosidad del mercadillo espiritual, terapéutico y nutricional que abunda en estos días: terapeutas que prometen lo que no está en sus manos, coach con una formación de fin de semana, profesores de yoga sin acreditación…

Tengamos presente que nada de lo que hagamos, o de lo que nos hagan, es necesariamente bueno; que las mejores intenciones pueden hacer el peor de los daños; y que, si queremos avanzar con paso firme, mejor es que invirtamos antes el tiempo suficiente para:

  1. Decidir lo que de verdad vamos a hacer.
  2. Comprometernos con nosotros mismos de modo que no sea solo un calentón de medio día.
  3. Buscar a los profesionales con la formación y la experiencia más adecuados para lo que necesitamos.

Todo esto será tanto más importante cuanto más grave sea tu estado de salud (física, mental, emocional, social, espiritual… o cualquier combinación de las anteriores).

Es decir, si partes de un buen estado de salud y lo que quieres es hacer una o dos clases a la semana para ponerte en forma, lo peor que puede pasarte, si eliges un profesional inadecuado, es que te hagas una lesión. Pero si tienes, o has tenido, una enfermedad grave, mi recomendación es que busques a un profesional especializado y clases privadas o grupos reducidos.

Un ejemplo similar es el de las terapias y procesos de coaching. Como psicóloga te diría que la titulación de Psicología es la única que capacita (como base) a un profesional para llamarse terapeuta o coach. Pero también conozco a buenos coach que han tenido la responsabilidad de formarse extensivamente y de conocer sus límites, por eso te diré que pidas referencias.

Finalmente te sugiero que preguntes cuánto tiempo vas a necesitar para notar una mejoría. Cada persona es un mundo, pero si en un tiempo razonable, no notas mejorías, tal vez o el tratamiento, o el profesional, o ambos, no son los más adecuados para ti.

Antes de tirar la toalla, o de asumir que “lo tuyo no tiene remedio” busca alternativas. Te aseguro que las hay. Esa es la gran ventaja de la abundancia actual: por supuesto que hay mucho malo, pero también hay mucho bueno; y entre todo eso bueno, encontrarás exactamente lo que necesitas. Eso sí, no hagas como la anciana del cuento que buscaba las llaves sólo donde había luz, usa tus criterios y ve más allá. Tu te mereces estar bien.

 

Olga Albaladejo Juárez

Socia fundadora en Salmah, Centro oncológico integrativo y participativo
centrooncologicosalmah.com