Ha sido una constante en la historia del yoga y de las técnicas orientales de autorrealización, poner el énfasis en acallar la mente para que pueda el meditador encontrar una realidad que está más allá del pensamiento ordinario. Por eso se ha valorado mucho el silencio interior y se han proporcionado toda clase de técnicas para combatir el griterío de la mente y lograr lo que en el yoga llamamos ekagrata o unidireccionalidad mental, que cuando se aplica hacia los adentros, nos permite sentirnos más allá de lo conceptual y vivirnos como una realidad aparte del flujo psicomental.
Mediante el adiestramiento continuado en la introspección, aprendemos a ir suprimiendo muchos automatismos mentales o por lo menos aprendiendo a separarnos de ellos, y poder así obtener una experiencia de ser que está más allá del pensamiento binario (amargo-dulce, frío-calor, dentro-fuera) y que nos ayuda a desidentificarnos de la enojosa dinámica ordinaria de la mente, siempre empantanada en las arenas movedizas del pasado y el futuro, lo que gusta y disgusta, lo que he hecho o voy a hacer.
El silencio interior nos limpia, reorganiza la psiquis, drena el fango del subsconsciente, reporta sosiego y claridad, pero además nos permite avanzar hacia otra dimensión de consciencia más libre y despejada. Cuando se va ganando silencio interior, uno logra tambien mantener el sosiego aún en el desasosiego. Ese silencio interior va mutando la consciencia y permite que, libres de juicios y prejuicios, veamos con total ecuanimidad tanto nuestros propios procesos psicofísicos como los acontecimientos del exterior.
Mi obra «El el Límite (donde relato mis experiencias con la grave enfermedad que me llevó al borde de la muerte), recoge mi relación con el que fué mi neurólogo el doctor Antonio Tallón. Al igual que yo comencé a interesarme por el yoga a eso de los dieciseis años, él también lo hizo. Esta sincronicidad nos uniría más y nos permitiría labrar una gran amistad. He recogido enjundiosos comentarios de Antonio Tallón en mi obra La Ciencia del Sosiego y quiero ahora compartir las palabras que me hace llegar en nuestra sugerente correspondencia:
«La autoconsciencia y la resistencia… difícil.
Por lo que yo sé, una vía de trabajo en este sentido es trabajando el silencio, se tiene que conseguir el dominio del silencio.
«El silencio es el primer escalón de los místicos, quizás el único, y su dominio es tremendamente difícil, es un trabajo para toda la vida. Necesita estar siempre presente en tu consciencia pues de lo contrario lo olvidas. Es el que te ayuda a medir la realidad y te da «esa millonesima de segundo» necesaria para dirigir tus actos. Como bien sabes «sin silencio no hay musica», sin silencio tus palabras son inútiles, el silencio te permite escuchar a los demás y pensar. Solo dominando el silencio consigues tu libertad interior, dejas de ser un ser sometido a si mismo… es la vía para conseguir tu libertad y tu control interior. Dominando el silencio te conoces a ti mismo.
«Buda tuvo la revelación mediante el aislamiento y el silencio… Alli en el bosque debajo de una higuera… sin nadie… con mas hambre que un perdido…pero bueno por lo menos pudo comer higos. Un cerebro sin azúcar no es cerebro.»
En nuestras conversaciones me insiste en la necesidad de «acabar con el loro de la mente». Es el pensamiento incontrolado el que nos introduce en un escenario de luces y de sombras, con más sombras que luces, saturado de tribulaciones, miedos e inútiles fantasías. Con razón, la primera definición que hubo de yoga por escrito fue: «Es el dominio de las ideas en la mente.»
Cuando los pensamientos no nos identifican, nos establecemos en nuestra naturaleza más íntima. No hay ayuno más poderoso que el silencio mental. Un instante de silencio mental ya se convierte en un bálsamo y nos ayuda a tenr una visión más clara y un proceder más atinado.
Al descubrir lo que no solo es mente, somos más nosotros mismos. Entonces el espectador deja de ser el espectáculo. Unos minutos de silencio interior nos ayudan a conectar con el centro de la circunferencia y no estar dando vueltas alienadamente alrededor de la misma. Al dejar de ser, somos; al dejar de estar metidos en el atolladero de los pensamientos, nos sentimos más allá del ego. Eso es bendición; lo otro es pesadumbre.
Ramiro Calle
Director del Centro de Yoga Shadak y escritor