Se trataba de una sabio de edad muy avanzada, que un día estaba sentado bajo un gran árbol banano, disfrutando de su larga y generosa sombra, cuando, de súbito, contempló a cierta distancia a un joven que se acercaba a otro árbol y tendía una soga sobre una de sus ramas, que luego se envolvió al cuello con la intención de ahorcarse….
Presto, el sabio corrió hasta donde estaba el joven y le pidió que desistiese de momento del acto que iba a cometer y se sentase unos instantes a su lado. Anciano y joven tomaron asiento en el suelo y aquél dijo:
– Voy a hacerte un ruego, querido amigo. Imagina una tortuga que habitara en un inmenso océano y que solo sacara la cabeza a la superficie, para respirar, una vez cada un millón de años. Imagina una argolla flotando sobre las aguas del inmenso océano. Bien, pues es más difícil haber obtenido la forma humana a que la tortuga introduzca la cabeza en la argolla al sacarla para respirar. Ahora, amigo mío, procede como lo creas oportuno después de reflexionar en ello unos momentos.
El joven desistió de su propósito y hay ahora gente por esas mismas tierras que aseguran que llegó a convertirse en un gran sabio.
REFLEXION:
Seguramente pocas veces o ninguna nos hemos detenido a reflexionar sobre lo enormemente difícil que ha sido nacer con la forma de un ser humano. Bueno, en realidad, todavía no somos auténticos seres humanos, sino homoanimales, a medio camino entre el animal y el ser humano completo. En tanto no evolucionemos interiormente y nos convirtamos en verdaderos seres humanos, estaremos en desventaja con respecto al animal, porque él está inmerso dentro del grupo y sigue sus rigurosas leyes, pero nosotros tenemos que acarrear la carga de la opción y la responsabilidad de nuestros actos y sus consecuencias.
Hasta ahora, es evidente, que hemos fracasado con los ordinarios modelos de pensamiento y hemos llenado el planeta de errores y horrores. Si algo urge es cambiar la mente y el proceder, humanizarnos, ser más lúcidos y compasivos.
Como reza un antiguo adagio, este planeta es el manicomio de los otros planetas. No valoramos suficientemente la vida como esa oportunidad que se nos da de ser más conscientes, sacarle lo mejor a la mente y optimizar la relación con las otras criaturas. Esta vida es un viaje que debemos convertir en un escenario de aprendizaje, desaprendizaje y volver a aprender más adecuadamente.
Hay mucho que arrojar por la borda para sanear la mente y superar sus capacidades. Una persona es un ser de aprendizaje y evolución, pero hay que aprovechar esta existencia para no ser una mala copia del verdadero ser humano y desarrollarnos interiormente. Si uno no trabaja por su desarrollo interior, la vida se convertirá en dos o tres momentos de confusión y se acabó. Se habrá perdido la oportunidad, al haber nacido con forma humana, de aprender y avanzar por la senda de la autorrealización.
Acaba de publicarse «El Misterio del Planeta» de Babaji Sibananda. A los que le visitábamos, Babaji siempre nos recordaba: «El sentido de la vida es cooperar los unos con los otros. Lo más importante es la paz interior y el amor, pero las flores del verdadero amor nacen en muy pocos jardines«. También insistía en que el camino más directo hacia el Ser es la meditación.
Ya que lo que hemos conseguido es aún más difícil que el que la tortuga meta la cabeza en la argolla, no lo desaprovechemos. La vida adquiere un sentido especial cuando tratamos de ser más conscientes y compasivos. Ese es un hermoso propósito y una elevada meta.
Ramiro Calle
Centro de Yoga Shadak