¿Qué sucedería si un demonio te dijese: Esta vida, tal como tú la vives actualmente, tal como la has vivido, tendrás que revivirla una serie infinita de veces; nada nuevo habrá en ella; al contrario, es preciso que cada dolor y cada alegría, cada pensamiento y cada suspiro vuelvas a pasarlo con la misma secuencia y orden… y también este instante y yo mismo…? Si este pensamiento tomase fuerza en ti… te transformaría quizá, pero quizá te anonadaría también. ¡Cuánto tendrías entonces que amar la vida y amarte a ti mismo para no desear otra cosa sino ésta suprema y eterna confirmación!

F. Nietzsche

Quién no se ha preguntado alguna vez qué sentido tiene estar vivo… Normalmente es en los momentos más dolorosos cuando necesitamos más respuestas de las que tenemos. Son situaciones en las que uno quisiera poder contar con una fuerza y una inspiración extraordinaria, entonces miramos al cielo, buscamos ampararnos en alguien que pueda más, que sepa más… Por otro lado son las circunstancias difíciles las que terminan definiéndonos como personas; si somos capaces de encontrar lo mejor de nosotros mismos y de darles una respuesta que nos haga sentirnos orgullosos, más allá del dolor sentiremos también que somos más auténticos y reales que nunca.

Soy yo la única que puedo dar sentido a mi vida, y es precisamente en medio del sufrimiento cuando se vuelve una obligación, por necesario. Me gusta pensar que hay un deber concreto detrás de cada dificultad, que la vida me reta y tengo que descubrir qué entregar, por qué apostar… No deja de ser una oportunidad para descubrir quién soy y quién quiero ser. Nuestros valores personales se definen en caliente, no son teorías, son acciones concretas que hemos emprendido en un momento determinado. El dolor al igual que la alegría es una invitación al amor, es entonces que el otro también adquiere todo su significado. Sí, yo «soy», pero también «somos», aunque en el día a día se nos olvide.

Para estar a la altura es necesario conocerse bien a uno mismo, ver de forma realista tanto las fortalezas como las debilidades, y saber entregarse. Si no sé lo que necesito me va a resultar muy difícil comprometerme con mis decisiones o tan siquiera tomarlas; si no quiero correr el riesgo de perder algo no puedo amar. Debemos acercarnos a las personas que nos rodean y darnos la oportunidad de conocerlas profundamente, así como procurar ser constantes en nuestras relaciones y no distanciarnos a la primera dificultad. Los seres humanos necesitamos darnos mucho tiempo para echar raíces y ligarnos realmente a alguien.

Pero no es solo en los momentos dolorosos que nos sentimos desamparados; cada vez hay más personas que sin un problema aparente se sienten vacías. Se sufre porque se tiene una crónica sensación de pérdida de tiempo o se padece una hiperactividad que finalmente resulta insatisfactoria. El sentido también nace de la capacidad para ponerse en contacto con la belleza, y en nuestra sociedad está especialmente escondida. El consumismo y la velocidad impiden que conectemos con las fuentes de energía esenciales del ser humano: la naturaleza, la ternura, el arte, el cuerpo

Dividimos nuestro tiempo de una manera artificial: por un lado trabajamos como autómatas, sin encontrar un sentido en lo que hacemos, y por otro lado nos dedicamos a llenar, a veces compulsivamente, nuestro tiempo libre, con la esperanza de que en pocos días conseguiremos tener la sensación de que somos felices. Es difícil sentirse bien si en aquello a lo se dedica la mayor parte del día (el trabajo) no se encuentra ninguna satisfacción personal. Vendemos nuestro tiempo a cambio de dinero, ¿pero cómo voy a vender mi tiempo?, ¡si es lo único que tengo! Mi tiempo soy yo. Hay que sobrevivir y ganar dinero, pero si somos honestos, reconoceremos que a veces jerarquizamos las cosas de manera tal que nos creamos necesidades que nos atan y nos limitan. Cuando nos escudamos demasiado en ser prácticos y hacer lo que se espera de nosotros, ¿no será que nos da miedo arriesgarnos?

Idealmente nuestro trabajo también debería ser una fuente de sentido, o al menos deberíamos estar comprometidos con alguna actividad que nos de la oportunidad de sentirnos útiles para los demás. Necesitamos recuperar la idea de trabajo ligado a la comunidad y la vida. Por desgracia los trabajos esenciales muchas veces no están ni remunerados ni reconocidos como tales: la crianza, el cuidado a las personas dependientes, las labores domésticas… Y sin embargo son los cimientos que sostienen el edificio. La escasez económica, la ausencia de un salario o la jubilación no deberían pararnos y mucho menos inutilizarnos. El materialismo nos inmoviliza mucho más de lo que creemos; sentimos que si no «tenemos» no «somos». ¿Cuánto vale mi vida si he fracasado, si ya no soy joven o si estoy enferma? Se estigmatiza todo lo que no brilla como una moneda. Esto produce marginación y numerosos complejos personales.

¿Al final de qué se trata? Yo diría que de convertir tu vida en algo que te guste, te queden 5 días o 50 años necesitas descubrir a qué te quieres abrazar. Y bueno, ¡quién sabe!. En realidad nadie tiene la certeza de qué sucede o deja de suceder cuando morimos, o cómo empezó todo esto… Pero sin duda la vida es una experiencia, quizá la única que tienes, ¿realmente no quieres aprovecharla? Estos «quizás» y «de momentos» son una frágil percha de la que colgamos nuestra existencia, por eso es mejor no importarse solo uno mismo, sentir que continúas en las personas que amas y que eres más que el tiempo que te queda, eres todo lo que has hecho y que no va a ser fácil olvidar.

Lo único que realmente existe es el instante presente, aunque nuestra mente siempre se proyecte al siguiente; cuando alguien o algo nos toca siempre es «ahora». Seguro que si estás leyendo esto, ahora o al menos hoy, puedes hacer algo irrepetible, o mejor aun, algo que te diga tanto que estarías dispuesto a repetirlo eternamente.

Susana Espeleta
Psicologa colegiada
Psicoterapeuta Individual y de Grupo
s_espeleta@yahoo.es