Izamal fue durante siglos capital espiritual del imperio maya. Los españoles construyeron allí, en el siglo XVI, el Convento Franciscano sobre la base de una antigua pirámide, convirtiendo así la ciudad en un lugar sagrado para mayas y cristianos.

Izamal es hoy uno de los Pueblos Mágicos más visitados de México. Hasta Juan Pablo II recaló por allí en 1993, asombrándose de las dimensiones del atrio del convento de San Antonio de Padua, el mayor de América y quizá del mundo, después del Vaticano. El convento se asienta sobre lo que parece un promontorio en el centro del pueblo, pero es en realidad el plinto del templo Pap-Hol-Chac, donde vivían los grandes sacerdotes en el apogeo de la cultura maya. Toda la obra fue realizada con las piedras de aquella pirámide, incluyendo la gran iglesia dedicada a Nuestra Señora de Izamal y la aledaña Capilla de la Tercera Orden, un eufemismo para referirse a una iglesia menor habilitada exclusivamente para los indígenas. Ambas tienen paredes exteriores amuralladas, como el resto del complejo, concebido con evidente espíritu defensivo.

El convento es hoy muy visitado por la gran devoción que despierta la Virgen de Izamal, a la que los distintos gremios rinden pleitesía en coloridas procesiones. Lo hacen por riguroso turno, de manera que la Señora esté siempre acompañada. Al amparo de esta devoción y de la belleza del barrio virreinal, muy bien conservado y primorosamente pintando de blanco y albero, los 25.000 habitantes habituales se ven doblados a menudo por una riada incesante de peregrinos y turistas, que, además de asombrarse ante la impactante presencia del convento, buscan entre sus calles las cuatro pirámides principales que levantaron los mayas en honor de Zamná, personaje legendario, hombre-dios, gran sacerdote e interlocutor de Itzam, la deidad más importante de aquella cultura.

Zamná fue quien, en el siglo V, comunicó un buen día a su pueblo la buena nueva de que se edificaría una ciudad destinada a ser el centro del culto de todo el Mayab. Dicha ciudad se llamaría Izamal y se convertiría en un faro espiritual, al que acudiría el pueblo en masa en busca del extraordinario poder de su fundador.

Las cuatro pirámides levantadas en su honor se comunicaban con el resto del imperio por medio de cuatro calzadas de blancas piedras calizas que refulgían en la osacuridad y por las que llegaban los peregrinos desde los cuatro puntos cardinales del imperio. La más importante fue Kinich Kakmó (Guacamaya de fuego), construida, como la propia ciudad, en el siglo V. Con sus 35 metros de la altura y las cuatro hectáreas que ocupa su base, es la tercera estructura prehispánica más importante de Mexico y la más alta de Yucatán, lo que da idea de la enorme importancia que debió tener Izamal en su día. Y aún hoy, ya que, quince siglos después, sigue siendo un lugar sagrado para mayas y cristianos.

Cómo llegar
Air Europa, puntual y con un servicio de calidad, tiene vuelos directos de Madrid a Cancún varias veces por semana. No hay opción mejor.

De Cancún a Izamal una excelente autopista permite a los frecuentes autobuses hacer el recorrido en poco más de tres horas, aunque lo normal es visitar las ruinas con un tour organizado, que suele incluir también la visita a Chichén Itzá.

Izamal está relativamente cerca de Mérida, por lo que muchos viajeros lo visitan también desde la capital yucateca.

Dónde quedarse
Pocos son los viajeros que se quedan en Izamal, pero hay unos cuantos hoteles, algunos muy recomendables, como el Macan Ché, un pequeño hotel boutique con varias casitas alrededor de un pequeño cenote, a apenas tres manzanas del convento.

Dónde comer
El mejor restaurante de Izamal y el que mejor recrea el ambiente virreinal es el Kinich, un amplio jardín cubierto donde se comen excelentes platos tradicionales, muchos prehispánicos.

Qué hacer
Aunque se trata de un pueblo de sólo 25.000 habitantes, hay bastante que visitar en Izamal. Lo primero, naturalmente, es el imponente convento franciscano de San Antonio de Padua, en cuyo atrio puede verse todas las noches, a eso de las 20.00 h., un atractivo espectáculo de luz y sonido (por un precio, desde luego).

Después, recomendaría recorrer en calesa las calles, esquinas y plazuelas del barrio histórico, apenas unas manzanas de casitas coloniales, primorosamente pintadas de albero y blanco. Acto seguido, le pediría al cochero que me acercara a ver de cerca los restos de las pirámides de la que un día fuera la primera ciudad maya de la historia de Yucatán.

La mayor de todas, Kinich Kakmó (Guacamaya de fuego) es de unas dimensiones impresionantes. Aún está en período de reconstrucción y no se permite subir, aunque es perfectamente posible darle la vuelta (mejor hacerlo en calesa, porque su perímetro es de una longitud considerable). Las otras son: Kakmú (La casa de la mano milagrosa), Itzamatul (La que posee la gracia del cielo) y Habuk. Ninguna de ellas está totalmente reconstruida, pero puede apreciarse nítidamente su posición ocupando los cuatro puntos cardinales. En el centro se levantaba Pa Hol Chac (Casa de los rayos), donde ya se ha dicho que ahora se levanta el Convento de los franciscanos.

Hay, además, otras pirámides diseminadas por el pueblo, como El Conejo, Kabul, Chaltú-Ha, etc. Así mismo, hay varias iglesias coloniales, como Santa Cruz, Los Remedios o San Román. También se encontrarán los curiosos numerosos talleres artesanales donde se hacen bordados, punto de cruz y hamacas, o se trabaja la madera, el papel maché o la hojalatería.

Francisco López-Seivane

flseivane@gmail.com

Autor del Libro «Lugares Sagrados el Hombre ante el Misterio» – Editorial Alianza Editorial