Este es el tercer artículo que dedico al trabajo del “ÁRBOL”, porque aunque se trata de una de las prácticas más conocidas dentro del Chi Kung, es tal vez una de las menos comprendidas.
Cuando realizamos un ejercicio en movimiento, nuestro cuerpo se beneficia, los músculos se fortalecen, la sangre circula mejor y las articulaciones adquieren movilidad.
Cuando meditamos en quietud, nuestro espíritu se beneficia, la mente se vuelve silenciosa, observamos, estamos presentes y nos sentimos en paz.
El trabajo del ÁRBOL se encuentra a mitad de camino entre estos dos estados; en lo externo no hay movimiento perceptible, mientras que en el interior la energía circula plenamente.
Cuando nos decidimos a practicar Chi Kung iniciamos un camino que recorre nuestros paisajes interiores, comenzamos a conocer mejor nuestro cuerpo, nuestras emociones y nuestros pensamientos; estas son el agua y el viento que esculpen y dan forma a la materia de la que estamos hechos.
“Observar el movimiento desde la quietud y sentir la quietud en el movimiento”
Máxima del Chi Kung
Las tensiones, los bloqueos físicos y energéticos, y los desequilibrios estructurales, son la consecuencia de nuestros conflictos. Nos iniciamos en estas prácticas con un equilibrio entre algo de nosotros que nos ha permitido sobrevivir hasta el momento presente y algo que nos empuja a descubrir nuevas experiencias y que nos pone en relación con la fuerza de la vida que pulsa a través nuestro.
Por lo tanto cualquier ejercicio de Chi Kung tiene un aspecto psicocorporal sumamente importante, y cualquier ejercicio es terapéutico en mayor o menor medida, pero para que un ejercicio sea terapéutico, debe ser profundo, tocar nuestra consciencia en algún aspecto, y no hay nada tan terapéutico como el “darnos cuenta” de algo, y para darnos cuenta necesitamos “observar”, y para observar se necesita un cierto grado de “quietud”.
De los movimientos grandes a los pequeños
Cuando queremos alcanzar la profundidad a través de la forma de un movimiento, es decir con el gesto, se requiere una cierta cualidad que es la “lentitud”.
Fijémonos en cómo suceden los movimientos. En términos generales podemos decir que realizamos movimientos externos, que suelen ser grandes movimientos, como caminar, manipular objetos, gesticular, etc.,. Estos son más rápidos que otros movimientos internos, como los que hacen nuestros órganos para digerir los alimentos, o nuestros pulmones para respirar, o nuestras células para nutrirse, o nuestras fascias, etc.
Así que podemos ver que hay ciertos movimientos más externos, amplios y rápidos, que son una manifestación de la vida, pero existen otros más internos, pequeños y lentos que son verdaderamente aquellos sobre los que se sostiene la vida. Tengamos en cuenta que la energía circula muy lentamente ya que tarda 24 horas en dar una vuelta completa en la red de los 12 meridianos principales.
El árbol es un trabajo que va de dentro hacia fuera
Nuestros órganos son fábricas donde transformamos la energía. La pelvis, el pecho y la cabeza son zonas de nuestro cuerpo donde acumulamos y transformamos energía. Los meridianos son canales o caminos por donde circula la energía. Las fascias, los músculos y los huesos están en constante movimiento. Nuestras células mueren mientras otras nacen a cada instante. Todo en nosotros está en constante movimiento y este movimiento sucede mejor cuando creamos ciertas condiciones que lo van a potenciar.
Podemos realizar un gesto, como mover un brazo o una pierna y sentirlo como un movimiento independiente (de esta manera sería un movimiento externo), o podemos sentirlo desde el interior, observando de dónde surge y desarrollando ese movimiento desde la profundidad del cuerpo.
La fuerza vital es como un río; la corriente del río es continua desde las montañas hasta el mar.
Para que un movimiento sea eficaz, debe desarrollarse desde el centro de nuestro cuerpo, de nuestra mente y de nuestro sentir
La postura del árbol
Ante todo el árbol es un ser vivo, no una estatua, esto quiere decir que respira y que la energía circula por él, por lo tanto estaremos muy atentos a sentir esta energía circulando, y para ello será conveniente observar algunas indicaciones acerca de cómo colocar nuestra postura:
- Comienza por instalarte de pie, con los pies separados a la distancia de los hombros aproximadamente. Relaja tus pies y siéntelos en contacto con la tierra. Colócalos paralelos (los bordes externos); esto hará que las articulaciones de los tobillos estén más estables y tu conexión con la tierra sea mejor. Flexiona las rodillas a la vez que las separas ligeramente como si estuvieras montado sobre un caballo; esta posición se llama del “jinete o caballero”, y hará que tus rodillas se vuelvan más estables. A partir de ahí toma conciencia de tu pelvis, relaja los glúteos y las ingles, relaja la zona lumbar y siente cómo tu sacro se desliza hacia la tierra. Las aderas van a bascular ligeramente encajándose en la pelvis. La sensación será algo similar a estar sentado sobre la silla de un caballo.
- A continuación siente tu columna erguida como un árbol que hunde sus raíces en la tierra y extiende sus ramas y hojas hacia el cielo buscando la luz. Tu columna se eleva desde el sacro como el tronco de un árbol, y en lo alto tus hombros y la cabeza ligera se abren hacia el cielo. Relaja tus hombros, tus codos y tus muñecas, así hasta las puntas de los dedos, y deja que tus hombros descansen sobre los costados; no los sujetes con los músculos del cuello. Relaja las costillas y el diafragma. Mete ligeramente el mentón para abrir la nuca y relaja tu mandíbula, así como los músculos de la cara. Relaja tu mirada y relaja por último el punto más alto de tu cabeza, el Bai Hui, tu conexión con el Cielo y el lugar por dónde recibes la energía del cosmos.
- Ahueca las axilas y coloca tus manos a la altura del centro del pecho, o si no has practicado antes, sitúalas a la altura del vientre, con las palmas mirando hacia tu cuerpo. El esternón está relajado, un poco hundido hacia atrás, exactamente como si estuvieras abrazando un árbol cuyo grosor equivale a la circunferencia que pueden rodear tus brazos.
La práctica del árbol aumenta el nivel de energía y mejora las defensas
- Aunque no te lo parezca, en esta posición, si se hace bien, es como las articulaciones de brazos y piernas están al máximo de encaje, lo que permite que la energía circule con mayor fluidez.
- Ahora prestemos atención a nuestra respiración. Observa cómo desciende hacia la pelvis, y si la postura es correcta sentiremos también que la energía desciende por la parte exterior de las piernas hasta llegar a las plantas de los pies y luego asciende por la parte interna de las piernas de vuelta hacia la pelvis. Para ello usaremos la respiración invertida, elevando el perineo en la inspiración; esta forma de respiración también va a poner en marcha la circulación de la energía en el recorrido de la Órbita Microcósmica, haciendo subir la energía desde el perineo por detrás de la columna (canal Du Mai) hasta el punto más alto de la cabeza, y bajando por la línea media anterior (canal Ren Mai) hasta el perineo de nuevo.
- A nivel de los brazos ocurre algo similar, la energía se pone en circulación desde la séptima vértebra cervical, situada en la base del cuello hasta la punta de los dedos recorriendo la parte externa de los brazos y regresando por la parte interior de los brazos hasta el centro del pecho, para a continuación descender por Ren Mai.
De esta forma la energía circula en toda la red de meridianos, nutriendo cada célula, deshaciendo bloqueos y facilitando que la fuerza de la vida llegue hasta el último rincón de nuestro cuerpo gracias a la postura y empujada por la respiración.
La práctica del ÁRBOL es de las más preciadas por sus efectos terapéuticos dentro del Chi Kung, tanto es así que en los hospitales en China se practica por los enfermos que padecen dolencias graves para aumentar su nivel de energía y mejorar sus defensas.
Esta práctica requiere ir adentrándose en ella poco a poco. Al principio es aconsejable comenzar por unos minutos e ir aumentando el tiempo gradualmente a medida que nos vayamos sintiendo cada vez más cómodos, hasta permanecer por espacio de horas.
Janú Ruiz
Instructor de Chi Kung