5 Claves para entender la Medicina Preventiva desde la Macrobiótica

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7,9 minutos de lecturaActualizado: 12/10/2024Publicado: 12/10/2024Categorías: Estilo de VidaEtiquetas: , , ,

La medicina preventiva es la rama del conocimiento que da recursos suficientes para prevenir, es decir, ir a la causa, de la que los procesos, tanto de salud como de enfermedad, comienzan a devenir y a mostrarse en forma de tal o cual síntoma. No es detectar un problema, cuando este ya es un hecho medible o cuantificable como se ha dado a entender en nuestro tiempo; esta etapa, ya no pertenece a la categoría de medicina preventiva. Habríamos de encontrarle otro letrero. El prevenir tiene que ver con el antes de ser.

En la Macrobiótica, le prestamos una especial atención a ese antes, donde se está gestando una condición de equilibrio, que naturalmente fomenta la vida y la salud.

Cuando hablamos de equilibrio, lo hacemos desde un enfoque global. El ser humano es un holograma del Universo, en constante interacción con todo lo que existe en él. Y siguiendo unas mismas leyes que gobiernan desde los seres más microscópicos, hasta los billones de cuerpos celestes que forman cada una de las galaxias de esta pequeña parcela de nuestro Universo. Es evidente que el desconocimiento de estas leyes representa una gran ignorancia por nuestra parte, así como un gran inconveniente y lastre en nuestras vidas.

El sentido común nos aconseja acercarnos lo más posible a su comprensión y profundizar en ella. Tampoco es tan complicado como puede parecer si nos asomamos por un lado a la biología, por otro a la química, y por otro a la física, visto así, por parcelas. Pero si en vez de perdernos en la multiplicidad de las diferencias, nos remitimos a la esencia de la Unidad, nos encontramos con un holograma único, que funciona con las mismas leyes en el Macrocósmico que en lo Microcósmico.

Esta visión esencial simplifica mucho las cosas y nos permite dejar la superficie para entrar a comprender lo profundo. Si conseguimos vivir en equilibrio con nosotros mismos y con nuestro entorno, estaremos alineados en la buena dirección: salud, felicidad, buenas relaciones, prosperidad; y podemos llamarlo SUERTE, pero esta suerte es el fruto de un proceso, y este proceso es lo que somos capaces de hacer con nuestra vida.

Todo en el cosmos nace, crece, se transforma y muere, realizando un viaje a través del tiempo-espacio de la mano del Yin y del Yang. Igual que este Universo comenzó con el Big Bang, continúa con él, y acabará con él. Nosotros somos una humilde copia que seguimos el mismo modelo; una semilla de luz, de autoconsciencia, que desde el nacimiento a la muerte seguimos expandiéndonos hasta el infinito. Y durante este trayecto que llamamos nuestra vida (aunque más bien tendríamos que decir que es este Universo el que vive en nosotros, es su vida en esta forma humana que somos), el Yin y el Yang nos acompañan entretejiendo la trama de todas nuestras circunstancias y experiencias.

El YANG; la dimensión del Cielo, del Padre, de la Luz de la Autoconsciencia, lo Espiritual, lo Invisible, lo Superior.

El YIN; la dimensión de la Tierra, la Gran Madre, la Materia, la Naturaleza, la que lleva en su Vientre la Semilla Espiritual que se hará carne y sangre y habitará entre nosotros, para traer el Cielo a la Tierra.

Estas dos poderosas energías forman todo lo creado, lo recrean, lo transforman y lo conducen a su destino.

La Salud es un proceso; la Enfermedad, también. Ambos procesos están íntimamente ligados con estas dos fuerzas motoras. La dualidad de la vida y la muerte, el trabajo y el descanso, el amor y el odio, se convierten en nuestro fiel reflejo. Y cuando están en equilibrio, la vida fluye con más facilidad. Esto es la Gran Vida en la que nos enfocamos en la Macrobiótica.

Nos merece la pena, sin duda, conocer estas energías a fondo. ¿Cómo se relacionan entre ellas? ¿Cómo se transforma la una en la otra? ¿Y cómo podemos alinearnos con ellas, a favor de la Vida? Cuando las podemos reconocer y sentir, podemos entonces aplicarlas a nuestra actividad o descanso, a nuestro trabajo y ocio, seguir sus ritmos en nuestras emociones y formas de pensar, en nuestra comida y bebida, etc…

Los alimentos también son Yin y Yang. Algunos nos relajan, otros nos tonifican, algunos acidifican nuestra sangre, creando una condición de ansiedad y estrés; otros la alcalinizan, algunos ayudan a regenerar la flora intestinal, ayudando así al sistema inmune, algunos son un gran refuerzo para los huesos y los riñones, otros se encargan de depurar la sangre y el aparato circulatorio, mientras que otros nos desmineralizan o nos endulzan la vida. Es clave prestar atención a nuestras elecciones alimenticias.

Nuestros órganos vitales no sólo se ocupan de llevar adelante las constantes de vida, con funciones fisiológicas bajo el control del sistema nervioso autónomo. Además, son centros de autoconsciencia, influyen en nuestros sentidos, en la percepción que tenemos de nosotros y del medio ambiente, en nuestra emociones, y nuestro modo de pensar; en nuestras actitudes, creencias, en lo que somos capaces de crear dentro y fuera de nosotros, en lo centrados o perdidos que podemos ir por la vida. Y estos órganos se nutren a través de la sangre, cubriendo todas sus necesidades, igual que todas las células que los conforman.

La sangre, con su sustancia vital: el plasma, constituye la base de los demás fluidos del cuerpo, encargados de nutrir las células y limpiar sus desechos.

Cuando hablamos de salud, estamos aludiendo a un equilibrio en nuestra biología y química. Esto significa, que si nuestra sangre y nuestros fluidos se conservan limpios de toxinas, saturaciones, y desechos, fluyendo libremente por el cuerpo y haciendo bien su trabajo, llevarán a todas las células, tejidos, órganos, vísceras, glándulas, huesos y articulaciones, una nutrición acorde con su naturaleza y su necesidad.

¿Dónde se forma nuestra Sangre? Las células madre se forman en la médula ósea de los huesos largos. Y depende de cómo estén nuestros huesos, la médula roja fabricará una buena muestra y el resto de nuestra sangre hará el resto.

El resto es fundamental. Y lo extraemos de la comida, la bebida, el oxígeno que respiramos, nuestro sueño, etc… De todos estos factores, tenemos un gran poder de elección en la forma en que comemos y bebemos; esto depende únicamente de nosotros.

Por esta razón, cuando en la Macrobiótica, una persona realiza, a través de la comida, un cambio radical en la calidad de su sangre, cambia todo su proceso. Este cambio no sólo afecta a lo funcional, lo orgánico y toda su bioquímica; también transforma su enfoque, la percepción de su experiencia, sus emociones, ideas, creencias, y muy importante, expectativas.

Una sangre limpia ayudará a regenerar la flora intestinal, la gran aliada del sistema inmune, se limpiarán grasas saturadas, azúcares y refinados del intestino que impiden que se metabolicen y absorban adecuadamente los nutrientes que necesitamos; comenzará a sanar el aparato digestivo, que es la pieza clave, y esto tendrá inmediatamente una repercusión en el sistema nervioso central, con el que está íntimamente ligado. El resultado será, una mente más clara, capaz de ver la realidad sin distorsiones creadas por creencias y costumbres, algunas ya obsoletas; y un pensamiento que no sólo se dedique a ordenar la información recibida, sino a utilizar su propia capacidad para crear. Empezamos a darnos cuenta, por propia experiencia, del enorme poder que el Universo nos ha concedido, y cómo estamos hechos a imagen y semejanza suya.

El producto animal nos aporta una carga energética, pesada y densa que tiende a enfermar el intestino y nos da una sangre cargada de toxinas, nublando nuestra mente.

En cambio, los cereales integrales, las legumbres y las verduras nos ofrecen una energía limpia, ligera y centrada; el resultado es una mente lúcida y cada vez más autoconsciencia. Este enfoque es el que recomendamos en la Macrobiótica como pilares de nuestra alimentación. Hacemos hincapié en el Cereal Integral, que por supuesto no tiene nada que ver con el Cereal refinado, por su efecto sobre las funciones intelectuales, que nos da una información energética, ayudándonos a vivir en el momento presente. Es en ese momento donde todos encontramos la posibilidad de transformar y sanar nuestra experiencia de vida.

La Macrobiótica no es la panacea ante la enfermedad, sino que nos ofrece un valioso conocimiento del Universo, de sus leyes que rigen todos los fenómenos. Conocerlas y manejarlas nos proporciona una enorme ventaja a la hora de prevenir.

Deseo acabar insistiendo en que el verdadero objetivo no es curar enfermedades ni siquiera prevenirlas. La Macrobiótica nace, desde muy antiguo con el ambicioso propósito de ayudarnos a descubrir el diseño divino dentro y fuera de nosotros, a vivir desde eso que somos, en armonía con todo cuanto existe, para llegar a vivir una Gran Vida.

¿Quién se apunta a llevarlo a cabo en su propia vida, y ayudar así a los demás?

Mª Rosa Casal

Consultora y Profesora Macrobiótica.

Directora de Escuela de Vida

www.escueladevida.es

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