Las dunas del desierto son como grandes amigas con las que platicar el diálogo interno. En ellas nos miramos y nos devuelven las sombras y las facetas luminosas de nuestro diamante. En su vacío-lleno nos contiene y envuelve como si fuera el regazo de una madre amorosa.
El desierto encierra secretos esperando ser desvelados. Con una buena guía podrás obtener conocimiento del macrocosmos y del microcosmos, del átomo y su mundo subatómico, es decir, podrás conocer el mundo de las densidades de lo material de tu existencia sujeta al tiempo y al espacio, como son el cuerpo, la mente y las emociones, pero también podrás saborear esa parte más sutil que es el espíritu (esencia, Yo verdadero, etc) y el transformación, conocimiento, gozo y disfrute de la vida.
La cuaternidad como Norte en el Desierto. Es bueno orientarse en la vida y darse cuenta donde está el norte. En el desierto puedes contemplar los cuatro puntos cardinales: norte, sur, éste y oeste; dos coordenadas en cuyo trazado te situas en el espacio. Dos líneas horizontales de sostén en cuyo punto de encuentro te sitúas desde el ser o esencia, siendo ascendente esta última línea entre tierra y cielo; es decir, más allá del aquí y el ahora. En este contexto, te pregunto: ¿En qué emociones estoy experimentando y en qué grado de sutileza las estoy vivenciando?
En medio de este océano de significados, cuando hay mayor comprensión de un asunto, se nos enciende la lucecita y comprenden mejor las cosas porque algunas armaduras han sido desplazadas. Este océano de luces, resplandores y claridades es lo que en nuestro campo de conciencia permiten que