Csikszentmihalyi define la creatividad como la capacidad para descubrir lo que uno puede hacer bien, y disfrutar haciéndolo. Es una de las grandes fortalezas del ser humano, y muy al contrario de lo que se piensa, no es virtud de unos pocos. Ser creativo implica apostar por el cambio, lo cual va desde perder el miedo a ser radical, hasta conocer tan profundamente lo viejo como para poder reinterpretarlo.
Todos podemos ser creativos, ¿quién no ha hecho algo de forma distinta a como tenía acostumbrado?, ¿quién no ha tenido una ocurrencia?, ¿quién no ha tomado una decisión que nadie esperaba? El primer humano que descubrió cómo hacer herramientas, que observó el cambio de las estaciones y le buscó una explicación, que plantó una semilla… estaba siendo creativo, adaptándose al medio e inaugurando la cultura. La capacidad creativa determina nuestra calidad de vida y nunca es tarde para desarrollarla.
Uno de los mitos sobre la creatividad asegura que son los individuos inadaptados, locos o sufridores los más creativos. Lo cierto es que el ser creativo depende de otros factores:
1. Rasgos de personalidad.
Saber arriesgarse, salir del conformismo, disfrutar de los momentos de soledad, no depender en exceso de la aprobación externa, saber guiarse por reglas propias, tolerar y hasta disfrutar de la ambigüedad y las paradojas… son algunos de los rasgos que las personalidades creativas poseen en abundancia.
2. Inteligencia y capacidad de trabajo.
Ser creativo implica ser constante. Un momento de inspiración llega después de horas de trabajo, lectura, escucha, reflexión… Por otro lado la inteligencia es fundamental, pero hasta las personas peor dotadas pueden cultivarla. La inteligencia se desarrolla con la educación, y esta no solo implica la educación reglada, sino también el disfrute de una cultura de calidad y de buenas compañías. Y, ¡cuidado!, la inteligencia también puede mermarse, si no se sale de la monotonía, el aislamiento y las distracciones banales.
3. Motivación.
Disfrutar con el proceso creativo es fundamental, pues hará que la persona se entregue a él y lo sostenga tanto como sea preciso para alcanzar su objetivo. Por ello si la actividad o la actitud creativa no resultan familiares se precisa iniciarlas en compañía de alguien que resulte inspirador y de confianza.
4. Estilos cognitivos o formas de pensar.
Adoptar diferentes puntos de vista, no apresurarse a dar respuesta a las preguntas (único modo de explorar distintas alternativas), disfrutar de la reflexión y el descubrimiento, permitir que las ideas fluyan sin juzgarlas, abrirse a lo desconocido… son algunas de las actitudes que fomentan el pensamiento creativo. Ser observador también es fundamental, así como ser curioso y disfrutar de las sorpresas. Por otro lado la actitud crítica hacia el entorno es imprescindible. Ser crítico no significa destruir o devaluar, sino cuestionar y saber aportar algo nuevo. Se suele confundir el inconformismo amargante con la crítica constructiva. Esta última conduce a una acción efectiva, entendiendo esta como un acto que modifica algún aspecto de la realidad para beneficio propio y/o de los demás.
Dos ejercicios de creatividad:
1. Un ejercicio muy interesante consiste en buscar, no las soluciones al problema, sino la manera de empeorarlo. Cuando solucionar algo es importante para nosotros la angustia puede bloquearnos, entonces el sentido del humor puede ser de gran ayuda, pues facilita el flujo del pensamiento. Se trata de generar ideas sin juzgarlas, no importa lo exageradas o disparatadas que sean. Es seguro que entre todas ellas hay alguna que dándola la vuelta se convierte en un buen consejo.
2. Otro ejercicio es ponerte en el lugar de la persona o grupo de personas con las que no estás de acuerdo y/o tienes algún conflicto y, poniéndote en su lugar, tratar de defender sus puntos de vista buscando buenos argumentos. Se tiende a juzgar a los de «el otro bando» sin llegar a entender realmente qué argumentación sostienen. No se trata de ser un relativista y no decantarse por nada, sino de asegurarse de que aunque no se esté de acuerdo se entiende la posición del otro.
Así que ya sabes, cultiva la curiosidad (si algo te interesa apúntatelo e investiga sobre ello), esfuérzate y aprende sobre lo que otros han hecho en el campo que te interesa (no esperes resultados inmediatos y sé perseverante). En un primer momento no juzgues, genera ideas, opciones, escucha todo lo que te digan (después evaluarás con calma lo que te sirve y lo que no). ¡Y no dependas en exceso de la opinión de los demás!
Los frenos más comunes a la creatividad tienen que ver con tener una idea demasiado rígida de la propia personalidad («no estoy hecho para…» o «yo nunca haría…»). Y tener unas normas excesivamente rígidas en cuanto a lo que se puede o no se puede hacer. Es el caso de las personas que debido a su educación están atrapadas en relaciones o estilos de vida que no se atreven a abandonar, creyendo que si lo hicieran serían «egoístas», «locas», «malas»… Lo cierto es que todos tenemos el derecho de disponer de nuestra vida para experimentar, si no lo hacemos el final del camino puede resultarnos especialmente amargo.
La principal misión de una psicoterapia profunda es evaluar qué va mal y ayudar a la persona a que genere los cambios que su vida necesita. Este tipo de atención personalizada es lo más recomendable cuando la confusión y el malestar impiden estar seguros de los pasos a seguir o la pasión por disfrutar de la vida nos ha abandonado.
Susana Espeleta: Psicóloga y Psicoterapeuta Integrativa