Cuando nos conformamos con el mero consuelo o la simple consolación, corremos un riesgo cierto: no querer ir más allá en nuestro trabajo interior y no obtener la transformación necesaria; nos satisfacemos con lo poco obtenido, unas horas de consuelo, para luego seguir teniendo que soportar todas aquellas tendencias internas que nos siguen haciendo mucho daño y creando una angustia existencial sin cesar. Este sufrimiento psíquico se manifiesta de diversas maneras, todas dolorosas y productoras de desdicha.
En la falsa creencia de que el cambio interior puede abaratarse, muchas personas caen en la tentación de los placebos o analgésicos espirituales, que al final más entorpecen la mutación psíquica que otra cosa. Esta búsqueda de soluciones rápidas engendra todo tipo de subterfugios y autoengaños que nos impiden mirar y resolver el caos que anida en lo profundo de nuestra psique. Flaco favor hacen aquellos que prometen resultados instantáneos, atrapando a los ansiosos de logros en un mar de ilusiones vacías.
El mundo se ha poblado de pseudocientíficos que utilizan jerga científica y engañan con promesas que rayan en lo absurdo. Este tipo de confusión sólo añade más frustración a aquellos que, al creer en soluciones instantáneas, terminan decepcionados, especialmente si ha habido una inversión monetaria. Como reza el antiguo adagio, “la verdad a medias es la peor mentira”.
En el supermercado espiritual, las verdades a medias proliferan como venenos disfrazados, consumidos por aquellos que eligen no ejercitar el valioso don del discernimiento. Los que buscan consuelo en lugar de verdadero cambio no se dan cuenta –con pesar– de que están realizando un pésimo negocio consigo mismos, atrapándose en un ciclo de desconcierto, desconsuelo y desdicha. ¡Cuánto sufrimos por no querer sufrir!
No se trata de seguir ocultando nuestra realidad interna mediante parches o enmascaramientos. Es hora de comenzar a descubrirnos, aunque duela, y así poder salir del callejón sin salida hacia una conciencia más clara. Esta lucidez inicial puede ser hiriente, pero representa la oportunidad de no permanecer estancados en las arenas movedizas de la psique.
Todo lo que nos ayuda a conocernos es valioso. Como decía Nisagardatta, lo que nos aleja de nuestra verdadera esencia es mejor descartarlo. Cuando me preguntan por qué el yoga forma parte de mi vida, siempre respondo que el verdadero yoga se basa en experiencias, no en creencias. Las creencias pueden ofrecer consuelo, lo cual es útil, pero la experiencia transforma y es, sin duda, más definitiva. Al final, nadie puede cambiarte; el distintivo de un falso maestro es que te diga que él puede hacerlo o que ofrece “atajos hacia el cielo”. Como se suele decir en la antigua instrucción espiritual: “Los Grandes han señalado la Ruta, pero uno mismo tiene que recorrerla”. ¡UNO MISMO!
Ramiro Calle
Director del Centro de Yoga Shadak y escritor