Entrenamiento Fascial Consciente a través del Yoga

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El arquitecto y visionario Richard Buckminster acuñó el siglo pasado el término ‘tensegridad’. Con él definía la cualidad que muestran algunas estructuras que mantienen su integridad gracias al equilibrio de fuerzas de tensión continua presentes en ellas. El concepto de «tenségrico» nació para dar explicación al comportamiento mecánico de sistemas tan dispares como las cúpulas geodésicas, en el ámbito de la arquitectura, o los modelos moleculares avanzados de carbono.

Esta idea ha servido también a los investigadores de la fascia para proponer un nuevo modelo de anatomía del movimiento, basado en la suposición de un sistema musculoesquelético tenségrico.

Este nuevo modelo funcional estaría formado por dos tipos de equilibrios básicos. Unos rígidos, representados por los huesos y que se encontrarían «flotando» en el líquido sinovial contenido en las articulaciones conformando nuestro esqueleto. Y otros, los músculos y tendones, que serían los que ejercerían la tensión elástica. De esta forma toda la estructura corporal funcionaría a través de equilibrios de fuerzas musculares o de tensión, y la fascia sería el tejido encargado de unificar el sistema, tanto a nivel postural como cinético. Este tejido fascial está implicado activamente tanto en la cantidad como en la calidad de nuestro movimiento, yendo más allá de las funciones de protección y sostén que hasta ahora se le reconocía.

Bajo esta nueva perspectiva, la interpretación musculoesquelética según la cual los músculos lejanos no pueden estar conectados, quedaría superada, dando paso a una nueva explicación, que podríamos denominar cuántica, haciendo un paralelismo con la física, en la que el cuerpo reaccionaría de forma global, dando solución a muchos de los fenómenos que suceden en nuestro cuerpo y para los cuales no tenemos respuesta.

Los terapeutas corporales somos conscientes de que la manipulación de la fascia tiene efectos profundos no solo en nuestra parte física, sino lo que es más desconocido, es la posibilidad que existe de practicar el control consciente de ciertos tejidos fasciales y la manera de hacerlo.

Se ha comprobado recientemente en laboratorio la existencia de una alta densidad de neurotransmisores activadores de grupos musculares en el tejido fascial de roedores, que paradójicamente son más accesibles que los empleados para activar los músculos aislados. Esto es algo revelador que apunta en la dirección que estamos proponiendo.

La práctica del yoga no se trata de adoptar determinadas posturas durante un tiempo, ni de ir saltando de una a otra, sino del trabajo interno que se realiza dentro de ellas, piel adentro, a través de nuestra respiración, de nuestros cierres energéticos, puntos de focalización, etc…Yoga no es contorsionismo, es la práctica de focalizarse, momento tras momento, hasta que nos sea otorgado el instante de meditación o dhyana.

El ayurveda nos habla de Vyana Vayu como aquel subdosha que aún surge del corazón y tiene la particularidad de difundirse por todo el cuerpo. El trabajo de vyana vayu en nuestra práctica de yoga es el equivalente al de este modelo fascial, una energía que unifica la activación muscular de forma global.

El entrenamiento para involucrar y activar la fascia en las posturas es sutil y se necesita dedicación y la técnica apropiada. Cuando se aprende y practica en la dirección adecuada, empiezan a desarrollarse una serie de sensaciones definidas, sobre las que nos vamos apoyando y avanzando hacia nuevos niveles. Han sido necesarios muchos años de investigación y trabajo personal para que pudiésemos diseñar un método efectivo para esta activación fascial.

Uno de los primeros indicadores de que empezamos a controlar algunos de los patrones fasciales es que aparecen sensaciones de conexión entre diferentes partes del cuerpo. Estos son los primeros pasos hacia lo que denominamos el estado de «relajación dentro de la tensión», a través del cual empezamos a afinar la sensación de fuerza unidad o fuerza fascial. En este momento vyana vayu está totalmente activado.

Si levantamos los brazos rectos hacia delante y los dejamos paralelos al suelo, en pocos minutos es probable que tengamos los hombros ardiendo. Únicamente a través del control y activación de nuevas rutas en las cadenas miofasciales somos capaces de crear estructuras internas que nos permitan permanecer con los brazos en esa posición un tiempo mucho mayor, por ejemplo una hora. No es un asunto de fuerza muscular, sino de reclutamiento de cadenas musculares a través de la fascia y de alineación articular.

Dicho esto, la práctica de las asanas se convierte en un asunto integral, a través de sensaciones definidas hacia el control de vyana vayu y la fuerza unidad, con todo el cuerpo involucrado. Las sensaciones no son metafóricas, sino plenamente identificables, y es necesario sentir las básicas para poder desarrollar nuevos matices más complejos.

Con Vyana vayu y la fuerza unidad activados en nuestra estructura, al ejercer sobre nosotros una pequeña fuerza en la postura que tengamos, nuestro cuerpo debería responder como un modelo tenségrico. Esto es, la fuerza se distribuiría de forma homogénea por el sistema sin que apareciese ningún bloqueo o estancamiento. Reaccionaría absorbiendo ese estímulo sin perder nuestra alineación interna.

Esta es una de las grandes lecciones de la práctica del yoga: aprender a fluir y aceptar aquello que nos viene de fuera, sea el estímulo que sea, para integrarlo sin perder nuestro equilibrio interior y serenidad.

Pedro Arce Cifuentes
Profesor de yoga y ayurveda del IEN El Vergel.
Coordinador de la Asociación Internacional de Yoga y Ayurveda
www.aiyayurveda.com
www.el-vergel.com

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5 minutos de lecturaActualizado: 11/10/2018Publicado: 24/07/2014Categorías: Salud NaturalEtiquetas: ,

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