Mi buen amigo y asiduo practicante de yoga y meditación, Antonio García Martínez, ha realizado una sagaz selección de milenarias enseñanzas de la India, recogidas en mi obra EL YOGUI, que ha alcanzado la séptima edición. Me complace compartir ya el primero de sus valiosos trabajos con los lectores de este blog, y posteriormente haré lo mismo con el segundo.
Estas enseñanzas, perpetuadas a lo largo de siglos, son como un fiable mapa en la travesía hacia el despertar de la consciencia.
Desde antaño, los más grandes mentores nos han indicado que debemos primero escuchar (o leer) las enseñanzas, luego reflexionarlas y, si consideramos que son útiles, ponerlas en práctica en nuestra vida diaria, impregnándola con ellas. Así podremos conquistar una actitud basada en la atención serena, la lucidez y la compasión.
FRAGMENTOS DE EL YOGUI SABIDURIA PERENNE DE RAMIRO CALLE
– Hay un dolor evitable y un dolor inevitable. Por ejemplo, el hambre es evitable, pero la muerte es inevitable, al igual que la vejez. La actitud interna puede ayudar al hombre a vencer su dolor.
– Mientras que al hombre común le angustia la idea de la muerte, el hombre realizado no le teme, ni le preocupa. Vivimos ignorando que algún día vamos a morir, haciendo de la vida un simulacro. Aceptar la muerte es, en cierto modo, derrotarla. Vida y muerte son dos caras de una misma moneda.
– No dejes que las apariencias te engañen; el lujo, como una mujer manipuladora, te robará más de lo que te dará. Cuando sientas atracción por él, rebélate al comprender que todo es transitorio, menos tu atmán. Al nacer no traemos nada, y al morir tampoco.
– Solo una minoría logra liberarse de la ilusión; el resto vive dormido, alejándose de la Realidad. La verdadera felicidad reside en el mundo interior y en el Yo, que no puede ser destruido.
– Aprender a respirar es esencial. La respiración nutre tanto al cuerpo como a la mente. Al controlar la respiración, se puede también dominar la mente, pues ambas están conectadas. Al influir en la respiración, accedemos a la fuerza cósmica que nos envuelve.
– El buscador de la Verdad debe adoptar una actitud investigadora. El camino es el del equilibrio y la armonía, perfeccionando el discernimiento, que abre las puertas hacia la Verdad, mientras que se trabaja en el desapego. Esta búsqueda es la más seria que podemos emprender.
“El adepto, si desea la liberación, debe esforzarse en adquirir conocimiento y practicar el Yoga, ya que la fuente del dolor es la ignorancia”.
– La unión del amor no depende de la cercanía de los cuerpos. Tanto los espíritus como el amor son inmortales.
– Fortalece tu discernimiento para distinguir entre lo real y lo falso, y así ir rescatando un conocimiento trascendente. Este conocimiento solo consigue aquel que se esfuerza en su interior. Transfórmate y despierta a una conciencia más elevada, permitiéndote ver más allá de las ataduras de tu ego y de las cadenas que limitan al ser humano.
– Domina tu cuerpo, tus emociones, tu mente y tu comportamiento; solo desde este dominio interno comienza a revelarse la Verdad.
– Haz del yoga tu compañero incondicional. Recuerda las palabras del Bhagavad Gita: “Del Yoga nace el conocimiento, del conocimiento nace el Yoga. Quien tiene Yoga y conocimiento, nada le queda por obtener”.
– Nuestros espíritus están siempre unidos, ¿hay amor más profundo que el del maestro por su discípulo? La separación es solo una ilusión, pues todos formamos parte del mismo Ser que sostiene el Universo.
– ¡Sé como el viento, de todos y de nadie! ¡Como el agua en un riachuelo, en todas partes y en ninguna! ¡Como la montaña, firme y poderosa, que con su base abraza la Tierra y sus cumbres tocan el cielo!
Ni las penitencias más severas ni el más estricto entrenamiento mental logran disipar por completo el apego a quienes más amamos.
– No hay nada más inquietante que un individuo sin dudas. Tal persona ni podrá despertar ni evolucionar; puede convertirse en un ser temible. Desconfía de los sistemas rígidos por su naturaleza autoritaria; tengo la fortuna de estar en el Yoga, el camino del medio que rechaza los extremos.