Emociones, el veneno de la felicidad

Con frecuencia al experimentar sentimientos dolorosos como soledad, desesperación, enfado, fracaso o preocupación tratamos de huir. Escuchamos música, vemos televisión, leemos revistas, comemos cualquier cosa evitando entrar en contacto con la emoción dolorosa. Al no saber cómo gestionar, afrontar o resolver tales situaciones, tratamos de ocultar la emoción a través del consumo. Pero de esta forma no resolvemos el malestar. Más bien se agrava. A la desatención se van sumando los problemas derivados del consumo como sobrepeso, enfermedad e insatisfacción.

Mantener los conflictos internos derivados de asuntos sin resolver va menoscabando nuestro estado de bienestar y en consecuencia ser feliz parece una utopía. Sin embargo, creo que la felicidad no sólo es un derecho sino, una de nuestras principales obligaciones como seres humanos.

A mi entender los momentos de felicidad se logran alcanzando un estado de equilibrio emocional o ecuanimidad, o lo que es lo mismo, estabilidad del ánimo.

Es perfectamente comprensible lo complicado que resulta gestionar la multitud de impactos que recibimos cada día. Trabajo, colegio, niños, relaciones familiares, pareja, amistades, problemas, obligaciones y responsabilidades económicas. Pero, es justamente la capacidad para gestionar el estrés en tales situaciones a través del manejo de la mente lo que distingue a una persona feliz de otra amargada e insatisfecha.

El problema surge cuando nos identificamos con las circunstancias, comportamientos y emociones. Nosotros no somos nuestras emociones. Somos más que una emoción. Una emoción es un estado pasajero, viene, permanece un tiempo y finalmente se marcha.

La emoción es un producto de nuestra mente. Forma parte del software, de los programas que operan en nosotros. Cuando conocemos los mecanismos que utilizamos para producirlas resulta relativamente fácil cambiarlas.

Desde el conocimiento de la PNL, una emoción es una estrategia mental. Una secuencia de pensamiento que se desencadena a partir de algo que veo, oigo, siento, huelo o saboreo. A continuación me digo cualquier cosa al respecto generando una imaginación en mi mente. Entonces todo mi cuerpo se acopla adaptándose a esa representación. Mi respiración, postura, gestos, movimientos cambian según lo representado mentalmente.

Por ejemplo: veo mi plato preferido, lo huelo y saboreo. Me digo «hmmm ¡que rico! ¡me encanta!» y siento que comienzo a segregar mayor cantidad de saliva, mi cuerpo se afloja, sonrío sintiendo relajación y placer. Si en lugar de decirme eso me dijera: «uf! No sé si me va a gustar, que asco!» creyendo de verdad mis palabras, mi estómago se oprime, los músculos de mi rostro se contraen, sintiendo tensión y rechazo.

Por lo tanto, la clave para manejar las emociones es tomar consciencia de cómo las generamos, justo en el momento en que lo hacemos.
«Ni la prosperidad envanece al sabio ni la adversidad lo abate»
Séneca

Te presento a continuación una práctica que te ayudará en la identificación y cambio. Puedes realizar esta rutina en cualquier situación cotidiana. No requiere que te aísles buscando unas condiciones especiales. Más bien se trata de un ejercicio de reflexión a realizar en el instante que surge la emoción y conducta que deseas trabajar.
Pasos para manejar los estados internos y comportamientos:

1. Auto-observación: En primer lugar necesitamos darnos cuenta por nosotros mismos de los comportamientos que puedan resultar dañinos. Por más que los demás resalten nuestros peores vicios o conductas anómalas, si no los «vemos» no existirán jamás para nosotros. La práctica de la auto-observación se realiza dirigiendo nuestra atención a nosotros mismos con el fin de identificar la conducta en el momento que surge y detectar lo que pensamos y sentimos en esa situación. Te ayudará a esta reflexión efectuar las preguntas:
• ¿Qué estoy pensando? ¿Qué ideas pasan por mi mente?
• ¿Qué estoy sintiendo? ¿Cómo está mi cuerpo? ¿Cómo respiro?
• ¿Cómo es mi estado interno? ¿Qué emoción estoy experimentando?

2. Reconocimiento:
A nadie le gusta darse cuenta de que su conducta no es la mejor. Y mucho menos tener que reconocer que experimenta emociones poco sutiles. Pero es la única forma de poderlo cambiar. Negar la «realidad» no hace que ésta desaparezca ni cambie.

3. Desidentificación:
Toma consciencia de que tú no eres la emoción que experimentas ni las conductas que realizas. Observa todo con objetividad, como si lo pusieras fuera de ti, justo delante a cierta distancia y pregúntate: ¿De dónde viene esta emoción? ¿A dónde me conduce? ¿Qué me quiere comunicar? ¿Por qué actúo así? ¿De dónde viene este comportamiento? ¿A dónde me lleva?

4. Voluntad:
Toma la decisión de cambiar tu conducta mediante el firme propósito. ¿Cómo me voy a comportar a partir de ahora? ¿Qué nuevas acciones voy a realizar? ¿Qué estados internos y emociones quiero experimentar?

5. Acción:
Llevar a la práctica el cambio deseado con constancia para consolidar la nueva estrategia. Cambia tus pensamientos transfórmalos en positivos.
Cuando la emoción sea excesivamente intensa utiliza la práctica de respiración consciente para superar el «huracán» emocional. Es muy sencilla y de fácil aplicación pero altamente eficaz. Consiste en darte cuenta de tu respiración. Tumbado o sentado cómodo, respira profundo, enfoca toda tu atención a tu vientre, simplemente sigue el recorrido del aire, llevándolo hacia tu abdomen. Toma consciencia de cómo se hincha llenándose de aire al inhalar y se vacía al exhalar expulsando todo el aire fuera. Detén todo pensamiento mientras continuas con la respiración. Recuerda que las emociones se alimentan con los pensamientos. Si no se dan las condiciones idóneas no crecen. Retírales el alimento y morirán.

Realiza esta respiración consciente durante 10´, 15´,20´o media hora. Hasta que sientas que la tormenta ha pasado. Entonces cuando se haya aflojado un poco estarás en disposición de realizar la práctica de reflexión, identificación y cambio.

Con el dominio emocional nos vamos fortaleciendo. Lo que hace que se pierda el temor a las emociones, adquiriendo seguridad frente a ellas y mayor confianza en las propias capacidades.

Y ahora me voy a despedir con una bonita historia.

En el origen de los tiempos, los dioses se reunieron para crear al hombre y a la mujer. Decidieron hacerlo a su imagen y semejanza, pero uno de ellos dijo:

-Un momento, si los creamos a nuestra imagen y semejanza, van a tener un cuerpo igual al nuestro y una fuerza e inteligencia igual a la nuestra. Debemos pensar en algo que los diferencie de nosotros, de lo contrario estaremos creando nuevos dioses.

Después de mucho pensar, uno de ellos dijo:

– Ya sé, vamos a quitarles la felicidad.
– Pero… donde vamos a esconderla? – Preguntó otro.
– Vamos a esconderla en la cima de la montaña más alta del mundo.
– No creo que sea una buena idea, con la fuerza que les damos escalarían y acabarían por encontrarla.
– Entonces… podemos esconderla en el fondo del océano.
– No, recuerda que les daremos inteligencia, con la cual, tarde o temprano construirán una máquina que pueda descender a las profundidades del océano.
– ¿Por qué no la escondemos en otro planeta que no sea la tierra?
– Tampoco creo que sea buena idea, porque podrían crear la tecnología que les permitiera viajar a otros planetas. Entonces conseguirán la felicidad y serán iguales a nosotros.

Uno de los dioses, que había permanecido en silencio todo el tiempo y había escuchado con interés las ideas propuestas por los demás dijo:
– Creo saber el lugar perfecto para esconder la felicidad, donde nunca la encuentren.

Todos le miraron asombrados y le preguntaron:
– ¿Dónde?
– La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán.

Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces el hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin darse cuenta que la lleva consigo.

María M. Alcázar
Master Trainer PNL
Coach ontológico
Directora del IEPNL
www.pnlspain.com