Cuestionar nuestras creencias

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Se necesita valor para entrar en ti mismo y encontrar las respuestas genuinas; para muchos es mucho más sencillo continuar con el piloto automático, con sus creencias y seguir lamentándose de los mismos asuntos día tras día.

Cuando a través de una terapia, encuentro grupal o lecturas adecuadas, elevas tu nivel de conciencia y adquieres la fortaleza y sabiduría suficientes para atreverte a revisar tus creencias pierdes todas tus historias acerca del mundo; pierdes todo el mundo cómo tu lo entendías.

 Una vez que cuestionas lo que crees, comienzas a ver claramente, porque la mente deja de hacerse la guerra a sí misma. Es más, te emocionas con la realidad y comienzas a sentir un espacio de liberación interior y serenidad del que hacía tiempo puede que no hubieses gozado.

Nuestra mente esta programada para actuar en consonancia con muchas programaciones inconscientes que llevan acompañándonos muchos años, de las que somos absolutamente inocentes y en la mayoría de los casos completamente ignorantes. Sin embargo, nuestra vida y las consecuencias de nuestros actos y decisiones diarias están sumamente determinadas por dichas programaciones. No es de extrañar entonces que sigamos padeciendo los mismos problemas y sufrimientos en los distintos ámbitos de relación de nuestra vida.

Simplemente muéstrame un problema que no se derive de creerse un pensamiento que no es verdad. El único momento en que sufres es cuando crees en un pensamiento que se opone a la realidad. Tu eres la causa de tu propio sufrimiento, pero solo de esto.

Cuando vivimos una situación desagradable en nuestra vida sólo cabe la aceptación de los hechos. Libertad no significa que peritas que las cosas dolorosas sucedan, no significa pasividad ni masoquismo. Aceptar la situación no lleva implícito el darse por vencido; eso es negación. Si alguien quiere lastimarte no dudes en hacer lo posible para que eso no suceda.

Pero acepta que «lo que es, es»

No cabe más debate mental inútil sobre este tema, no tiene sentido lamentarse sobre lo que ya es, ni culparse, ni imaginar otra realidad posible. La realidad es como es, no como me convendría que fuera, no es como debería ser, no es como fue, no es como me dijeron que iba a ser, no es como será mañana. La realidad de mi afuera es como es.

Perdemos mucha energía y salud cuando no somos conscientes de la espiral mental en la que entramos cuando no aceptamos la realidad tal y como es.

Detrás de ese malestar, si somos capaces de indagar, nos daremos cuenta que hay un pensamiento o creencia instalada de la que no somos conscientes, pero que genera un sentimiento y una emoción desagradable en nosotros.

Estamos en una sociedad enferma, desconectada de la naturaleza, del equilibrio y de los principios básicos de un bienestar común. Una sociedad donde la competitividad, el estrés y el dinero priman sobre el respeto, el compartir y la conciliación social y familiar. Urge que tomemos distancia y revisemos nuestras creencias para conseguir un mayor equilibrio y armonía, haciéndonos cargo de nuestra responsabilidad personal para conseguir este objetivo personal y social.

En terapia atendiendo semanalmente a mis pacientes y en los talleres que organizo, surgen muchos ejemplos de ideas que condicionan nuestro sistema de creencias, reflejo del entorno familiar y social en que estamos inmersos. A través de un acompañamiento cercano y una escucha empática atenta y profunda, somos capaces de enfocar esas ideas distorsionadas y las creencias que las sostienen, permitiendo a la persona la posibilidad de cuestionar, poner distancia, consciencia y voluntad para poder cambiarlas.

Algunos ejemplos muy comunes de estas creencias podrían ser los siguientes:

  • * «El matrimonio está por encima de todo y hay que salvarlo como sea». Esta idea supuso que esta persona estuviese soportando durante años una relación donde la falta de respeto era constante, con el consecuente deterioro de su autoestima y seguridad personal.
  • * «La seguridad de un trabajo fijo no se puede poner en juego por nada». Esta creencia está haciendo que muchas personas estén soportando situaciones laborales con unas condiciones lamentables, cambios de horarios que hacen incompatibles llevar una vida personal medianamente estable y donde sus talentos y respeto personal no son considerados en lo más mínimo.
  • * «Si un familiar cercano está muy enfermo o lo está pasando muy mal cómo yo voy a estar feliz, significaría que no le quiero». Esta idea muy arraigada en una persona hacia que siempre estuviera preocupada y angustiada con las afecciones de todos sus familiares cercanos impidiéndole vivir tranquila y relajada.

No es necesario sentirse mal para actuar compasivamente. Al contrario, cuanto menos sufras, más compasivo te vuelves de manera natural. Si la compasión es desear que otros estén libres del sufrimiento, ¿cómo puedes desear para los demás lo que no aceptas darte a ti mismo?

Muchas personas piensan que la tristeza es un acto de lealtad, que no sufrir con ellas sería traicionar a las personas que aman. Esto es una locura.

Una mente abierta es el único camino hacia la paz. La realidad, lo que hay, exactamente como se manifiesta en cada momento es siempre benévola. Realmente es nuestra historia personal, nuestras proyecciones mentales acerca de la realidad lo que nubla nuestra visión, lo que oscurece lo que es verdad y nos lleva a creer que las cosas deberían ser de otra manera.

«En la aceptación consciente está la paz»

Esta es una frase que casi como un mantra te animo a que repitas a nivel mental en aquellos momentos de tu día a día en los que sientas que está surgiendo un enfado por la frustración de un deseo, por una expectativa no cubierta o por alguna contrariedad en tu plan de acción diario. Observa de forma consciente como cambia tu energía ese momento, concéntrate en ese «punto de luz», como a mi me gusta llamarlo, que a nivel mental se ha creado en tu conciencia y permite que se expanda en ti.

Date cuenta cómo te alejas totalmente de la realidad cuando crees que existe una razón legítima para sufrir. Cuando crees que cualquier sufrimiento es legítimo, te conviertes sin darte cuenta en «el defensor a ultranza» del sufrimiento, perpetuando de esta forma tu propio sufrimiento. Es una locura pensar que el sufrimiento es causado por cualquier otra cosa fuera de la mente. Una mente clara no sufre.

Esta es la meta, te deseo un feliz camino hasta llegar a este estado. Te invito a que revises tus creencias, a que cuestiones tus pensamientos y a que tengas la humildad y la inteligencia suficientes para reconocer y celebrar cada piedra que encuentres en tu zapato con la sabiduría de una mente abierta al cambio.

Cristina Martín Martín
Psicóloga y Sexóloga

www.alimara.es

 

 

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