Nacemos, crecemos y nos desarrollamos. Al principio de nuestras vidas, bajo la protección de nuestros padres, nuestro sistema de origen; más tarde, iremos dejando atrás este núcleo para crear otros nuevos sistemas.
Una de las maneras más comunes de construir un nuevo sistema es formando una familia, donde elegimos a otra persona que, como nosotros, ha crecido en su propio sistema de origen. Juntos, decidimos crear una relación que genera su propia conciencia.
Esto implica que cada miembro se “aleja” de sus sistemas de origen para formar uno nuevo: el que nace en la pareja.
Bert Hellinger declara al respecto: “El hombre abandona al padre y la madre y se une a su mujer, y ambos se convierten en una sola carne”.
Es decir, hombre y mujer, a través del amor, se convierten en una persona completa.
Cada pareja es un caso singular y particular, al igual que lo somos los seres humanos de forma independiente.
En las parejas no hay modelo estándar, ya que cada persona trae un aprendizaje y bagaje generado en su familia de origen; cada uno aporta consigo una conciencia familiar que se unirá con la conciencia del otro para crear una nueva realidad, la de la pareja.
Entendemos por la conciencia de un sistema aquello que consciente o inconscientemente está bien visto o no en el sistema, y las acciones que afectan nuestra relación.
Además, cada sociedad tiene sus propias normas. El concepto de familia en la cultura occidental no coincidirá necesariamente con el de la cultura oriental o musulmana.
Para estar en pareja y crear este núcleo, lo primero que hay que observar es si nos permitimos estar en pareja. Hay quienes, a nivel inconsciente, ni siquiera se dan dicho permiso. Y para aquellos que finalmente logran encontrar a la pareja con la que compartir, empieza la tarea de mantener y alimentar el vínculo diario. Esta labor es un viaje lleno de altibajos, en el que la pareja puede convertirse en nuestro mejor espejo y fuente de aprendizaje personal, si así lo deseamos.
Los pilares de la relación de pareja son el amor, el equilibrio entre el dar y recibir, la sexualidad, el intercambio afectivo, la comunicación y la convivencia. (Peter Bourquin)
Voy a centrarme en el aspecto que, desde la Visión Sistémica, puede desencadenar más problemas si no hay un ajuste adecuado: el equilibrio entre dar y recibir. Un amor sano se basa en la capacidad mutua para dar y recibir, manteniendo un intercambio equilibrado.
El cariño, la confianza, la intimidad, el apoyo, el respeto… son los cimientos de este noble vínculo que decidimos construir y que debe ser bidireccional.
Algunos sostienen que el verdadero amor consiste en dar sin esperar nada a cambio; sin embargo, mi experiencia muestra que aprender a recibir es igualmente crucial para la armonía de la relación.
Dar amor es, sin duda, una de las experiencias más gratificantes de la vida. Pero dentro de una relación, el acto de dar debe ser equilibrado.
Muchos en la pareja, hombres o mujeres, con problemas de autoestima, caen en la trampa de dar en exceso por miedo a que su pareja los abandone, asfixiando la relación y perdiendo el respeto por sí mismos y sus límites.
Otras veces, se busca deslumbrar al cónyuge asumiendo el rol de salvador. Esto, independientemente de la intención, distorsiona la relación y evita que crezca de forma saludable.
A menudo uso el ejemplo del agua para ilustrar este concepto: las plantas necesitan agua para crecer, pero en exceso, especialmente en un caluroso día de verano, pueden marchitarse y morir.
Asimismo, tanto hombres como mujeres pueden enfrentar dificultades para recibir amor y respeto debido a la falta de autoestima.
Las relaciones de pareja deben ser relaciones entre adultos, donde ambos se encuentran en igualdad y comparten tanto el dar como el recibir.
Desde la Visión Sistémica consideramos ciertos aspectos para que la relación perdure en el tiempo:
- La persona da solo cuando se lo piden. Si alguien ofrece algo antes de que le soliciten, debilita al otro y se eleva por encima, provocando una relación asimétrica que no es saludable.
- Es necesario expresar abiertamente lo que se necesita. Crear expectativas sin comunicación puede llevar a sentirse infantil y crea descompensaciones.
Existen personas que creen tener el derecho de recibir siempre y exigen la máxima atención de su pareja, lo que resulta ser una actitud inmadura que causa insatisfacción y resentimiento.
Dar tiene connotaciones de superioridad y autosuficiencia, mientras que pedir puede estar asociado a una sensación de inferioridad o necesidad. A veces, quienes dan en exceso son incapaces de pedir, prefiriendo estar en la posición de dar, pero terminan resentidos si no reciben de vuelta lo que consideran justo.
Estas dinámicas pueden obstaculizar el crecimiento individual y de pareja, aunque también pueden ser inicio de un proceso de autoconciencia y crecimiento personal.
Las energías similares atraen, por lo que quienes dan demasiado suelen encontrarse con quienes piden constantemente, resultando en relaciones disfuncionales.
Cómo lograr equilibrio en dar y recibir:
Para armonizar dar y recibir en tu relación, comienza por identificar en qué áreas estás dando o recibiendo de más o de menos y la sensación que esto genera en ti.
Ejemplo: “Siempre estoy disponible para él/ella y nunca me lo agradece”. Reconoce tus sentimientos de malestar y piensa en cómo comunicar esto a tu pareja. Probar a buscar apoyo de amigos o abrir un diálogo usando el enfoque “yo siento…” puede ser un buen inicio.
Más allá de las personalidades y rutinas, en el amor, la pareja es un pequeño universo, un equipo que, al unificar sus capacidades, se fortalece. Por ello, un amor duradero se caracteriza por la habilidad de ambos de dar y recibir, así como de expresar y comunicar adecuadamente sus necesidades.
El equilibrio entre estas fuerzas se convierte en un manantial de armonía, amor y seguridad, como un baile en el que los roles se intercambian continuamente.
Ángel de Lope Alemán
Director de “Desarrollo SISTÉMICO Humano”
Titular y Didacta de la AEBH
Autor del libro: “La Visión Sistémica en las Relaciones Humanas”
www.dshumano.com