Veníamos de una sociedad autoritaria y hemos terminado en una sociedad permisiva. A finales del pasado siglo, cualquier pensamiento radical resultaba anticuado, y el derecho a la felicidad a través de la satisfacción de nuestros deseos más inmediatos se convirtió en nuestra nueva religión. La psicología se embarcó en el relativismo posmoderno, transformando la existencia en un asunto emocional y, por lo tanto, estrictamente subjetivo.
El individuo quedó encerrado en una burbuja “psi” en la que debía autorrealizarse y hacer crecer su autoestima, independientemente del coraje que desarrollara en su día a día y de la calidad moral de sus decisiones. Se ha especulado tanto con la actitud positiva y la autoestima como con el precio de la vivienda: solo podían y debían subir; es la vida entendida como perpetuo crecimiento, como ir siempre “a más”. Lo cierto es que olvidar la búsqueda de la valoración personal y comprometer nuestros esfuerzos con algo que nos trascienda es la actitud más sana que podemos tener. La psicología sin moral, la autoestima sin disciplina y la felicidad sin compromiso son conceptos que debemos superar si aspiramos a avanzar.
Los peligros del Narcisismo en una Sociedad de Consumo
El narcisismo, exacerbado por la sociedad de consumo, nos ha vuelto débiles y nos ha privado de nuestra libertad. El fin de la comunidad ha dejado a la persona pendiente de sí misma y de sus sentimientos, cuando ser el centro de nuestro propio mundo emocional puede dejarnos vulnerables a la depresión.
Ante el vacío de un proyecto vital, encontramos a padres bienintencionados que, al negar el lado más duro de la vida, abrazan teorías buenistas donde la autoridad es vista como el demonio. Prometen implícitamente a sus hijos el mundo de sueños que, sin un esfuerzo auténtico, pocos realmente luchan por crear.
¿Dónde están los Héroes?
¿Dónde se han metido los héroes? ¿Alguien busca ser uno o educa a su hijo para alcanzar esa meta? Nos interesa más heredar que luchar; la preocupación primordial es la seguridad. En el ámbito psicológico, la sobreprotección es un desastre. Si no enseñamos a nuestros hijos a obedecer y a adaptarse a nuestras necesidades, impedimos que desarrollen su capacidad empática y que ejerzan el músculo de la frustración, habilidades que deben ser cultivadas.
El Valor del Sacrificio y la Colaboración
Estos padres, atormentados por sus propios esfuerzos, se nutren de un sueño de perfección romántica, propio de nuestra desesperanzada sociedad. Quien mucho sueña, poco cree. Necesitamos creer en nuestra capacidad de adaptación al cambio, apoyada en nuestra creatividad y voluntad férrea.
Desarrollar la creatividad está de moda, pero, ¿qué pasa con desarrollar la capacidad de sacrificio? La fortaleza personal está intimamente ligada a la fuerza de voluntad y a la habilidad de soportar frustraciones en la búsqueda de metas que no ofrecen recompensas inmediatas.
El Verdadero Significado del Amor
La persona fuerte se compromete y colabora con el bien común; no tiene nada que ver con el ficticio modelo del hombre hecho a sí mismo ni con el emprendedor solitario. Sin voluntad, no hay libertad auténtica, ya que esta se basa en la capacidad de autocompromiso, de ser consecuente con nuestras decisiones.
Buscamos tanto el amor que ya no sabemos qué es. Amar es implicarse con personas reales y reconocer que ninguna relación es perfecta. Es mantener los vínculos a pesar de los conflictos y aprender a valorar lo que cada persona aporta.
Amar también es renunciar a ideales, aprender a ceder y trabajar juntos creando cosas bellas. La verdadera emprendeduría se sostiene en una ilusión realista y compartida, buscando concreción en el día a día.
Hacia una Vida Plena
Recuperar el amor a la buena vida, según Edgar Morin, involucra cumplir los siguientes requisitos:
- Reemplazar la alternancia anímica de depresión y excitación por la dualidad de serenidad e intensidad.
- Integrar las necesidades de autonomía con la pertenencia a una comunidad.
- Desarrollar nuestra capacidad de empatía y convivencia.
- Conjugar los valores masculinos y femeninos en nuestra identidad y en el medio social.
- Recuperar el sentido estético en nuestras vidas: naturaleza, belleza, poesía, arte, juego…
Desde tiempos inmemoriales, el ser humano se lanzó al mar en busca de una mejor vida. Muchos aún se ven obligados a hacerlo. Siempre hemos buscado ser y vivir mejor; lo que hemos aprendido a lo largo de la historia, tras años de sacrificio, es que el crecimiento no puede ser a costa de otros. Sacrificar a alguien para “crecer” solo nos llevará a la perdición. Estamos en un tiempo de despertar, de salir de nuestras casas, y defender a nuestra familia y a la especie humana.