Hoy en dia la mayoría de los practicantes de yoga no solo no aspiran a la consecución del samadhi, sino que mucho de ellos no han escuchado este término ni saben a lo que el mismo apunta. Como la formación de profesores de yoga se ha vuelto un verdadero negocio, se forman profesores a diestro y siniestro, a menudo sin que la preparación sea lo suficientemente adecuada y profunda.
Aquellos que se abocan a la práctica de los sucedáneos del yoga o de los pseudoyogas, no tienen la menor idea de lo que el samadhi representa, ni tampoco les interesa, porque lo que buscan con el adiestramiento yóguico no es otra cosa que flexibilidad, desarrollo muscular, afirmación del ego, simple fortaleza física e incluso adelgazamiento. Dan la espalda al verdadero espíritu del yoga. ¿Qué puede importarles, por ejemplo, a los que practican el Bikram que haya estados superiores de consciencia, si lo único que pretenden es «achicharrarse» para no dejar de sudar y convertirse en llamativos contorsionistas?
Pero esa ignorancia del samadhi es deplorable, porque la meta más elevada del verdadero yoga -claro, del verdadero yoga- es un estado de supraconsciencia que todos los buscadores espirituales serios anhelan, porque se trata de una realidad que sobrepasa la consciencia ordinaria y limitada, y es en el que se pueden obtener percepciones o «golpes de luz» supramundanos y experiencias transformativas que están más allá de la mente puramente conceptual y atrapada en los pares de opuestos (ese pensamiento dual -amargo y dulce, adentro y afuera, arriba y abajo- que tanto constriñe).
El objetivo último del yogui es el samadhi, porque el yoga es mucho más que un método de adiestramiento psicofísico, y pretende que el aspirante escale a la cima de la consciencia y pueda realizar la unión (yoga) de su mente individual con el Gran Aliento.
El samadhi puede ser temporal o permanente. Cuando es permanente representa la liberación definitiva y el que lo obtiene se convierte en un liberado-viviente y hasta que llegue el momento de desencarnar sigue asociado a su cuerpo-mente y tiene que atender las necesidades de su organización psicosomática, pero sin dejar de estar en otro plano de consciencia supramundano. Es un estado de consciencia no condicionado por el ego y de ahí que se diga que el liberado-viviente está en este mundo pero no es de este mundo.
Se desencadena un tipo especial de visión intuitiva infinitamente más sagaz y fiable que la visión condicionada por la mente y el ego. Es una intuición mística que realmente muta la psique de la persona y le permite superar trabas como la ofuscación, la avaricia, el odio y el miedo. El samadhi es como una ventana abierta al cosmos, donde la visión es transpersonal y no egocéntrica. El que realiza el samadhi se establece en su puro ser o esencia más allá de la burda máscara de la personalidad. Se desprende de lo adquirido para poder permanecer en lo que nunca dejó de ser. El samadhi es la verdadera luz de la consciencia que nos permite experimentarnos como CONCIENCIA. Es irreductible a los conceptos y poco puede decirse sobre él con las palabras. Pero, de acuerdo a todos los más grandes y fiables yoguis, es la experiencia más plena y la que realmente nos permite recuperar lo más elevado y lo mejor de uno mismo.
Ramiro Calle
Director del Centro de Yoga Shadak y escritor