Era un hombre que estaba muy triste. Meditabundo, caminaba por el bosque, atrapado en la oscuridad de su pesadumbre. La vida parecía carecer de sentido y cada día se sentía más hastiado. Con la mirada baja, de repente, se encontró con una gema resplandeciente que brillaba entre el polvo del camino.
La cogió delicadamente entre las yemas de los dedos y la observó con sorpresa y fascinación. ¡Qué gema tan hermosa y pura! Extasiado, de pronto vio en el trasfondo de la gema el rostro sereno, tierno y cautivador de un hada.
Era la faz más maravillosa que jamás hubiera podido imaginar. Se estremeció ante tanta belleza, despertando de su arrobamiento al escuchar cómo aquellos labios de ensueño le decían:
– Soy el hada del bosque. Puedo otorgarte cualquier deseo. Te veo muy triste. Pídeme lo que te plazca.
El hada, con su bondad palpable, hacía al hombre sentir que ella podría ofrecerle la solución a su tristeza. Por lo que, con esperanza, dijo:
– Preciosísima hada que habitas en el resplandor de esta gema, solo te pido que hagas lo que tú consideres lo mejor para mí.
Entonces, el hada respondió:
– ¡Oh, amigo mío! Eso fue lo que me pediste cuando eras un animal, y por eso te convertí en el hombre que ahora eres.
REFLEXIÓN:
El hada le otorgó la forma humana, pero era él mismo quien debía encontrar la paz interior y darle un sentido a su vida, como corresponde a cada uno de nosotros.
Hemos adquirido una forma humana. Algunos dirán que es por el karma, otros por el destino, la evolución o la simple casualidad. No perdamos el tiempo divagando sobre lo incognoscible, aunque eso le guste especialmente a esta mente humana, a menudo turbulenta.
El hecho concreto es que somos humanos, cargamos con una semilla de consciencia que podemos cultivar para beneficio propio y ajeno, y así otorgarle un significado más elevado a nuestra existencia.
Cuando pregunté a un gran maestro budista cuál era el sentido de la vida, me respondió: “El que usted quiera darle”. La vida es un lienzo en blanco que podemos llenar de colores vibrantes o de grises opacos. Como seres humanos, tenemos el poder de elegir entre lo negativo y lo constructivo, por lo que no debemos permitir que el abatimiento nos consuma.
Podemos poner fin a la pesadumbre a través de la meditación y el entrenamiento metódico de la atención y la ecuanimidad. No estamos seguros de si los animales tienen su particular modo de meditar, pero sabemos que los humanos pueden practicar la ciencia de la meditación y transformarla en un arte de vida, buscando llevar su existencia con más sosiego, lucidez y compasión.
Siempre tengo presentes las palabras de Babaji Shivananda de Benarés, recogidas en su libro “El Misterio del Planeta“: “LO MEJOR ES LA PAZ INTERIOR, MÁS EL AMOR”.
Ramiro Calle
Centro de Yoga Shadak