Recientes estudios calculan que, a lo largo de los tiempos, unos 100 mil millones de seres humanos hemos vivido en nuestro planeta. La inmensa mayoría lo ha hecho muy vinculada a la tierra, en un estado de absoluta dependencia de los ciclos naturales, ya que la tecnología disponible no permitía amortiguar los efectos de los caprichos de la naturaleza. En mi opinión, es absurdo idealizar aquellos tiempos o anhelar algún tipo de vuelta al pasado. En cualquier momento anterior, las condiciones de vida eran más duras y el sufrimiento mayor, lo cual se reflejaba en una muy corta esperanza de vida.
El anhelo del hombre ha sido dominar la naturaleza. Pero sin mesura, dejándose llevar por sus instintos. ¿Alguien puede discutir que hemos desarrollado mucho la tecnología y muy poco la conciencia? Los humanos somos una especie avanzada en el conocimiento del mundo exterior y muy primitiva en el conocimiento de nuestro interior, de nuestro propio ser.
Nuestros antepasados sufrían los embates de la naturaleza y, por eso, la conocían. Nosotros, al apenas vivirla, apenas la conocemos: somos un miembro autoamputado del cuerpo al que pertenecemos; en los últimos 150 años hemos ido olvidando que pertenecemos a ese cuerpo. En Reforesta llevamos más de veinte años dedicándonos a la educación ambiental, y constatamos día a día el generalizado atraso en lo que a conocimientos, actitudes y valores hacia el medio ambiente respecta.
Nuestros niños y también los mayores, nos acostumbramos a ir al súper y encontrar de todo, sin importarnos de dónde viene, cómo ha sido producido y, a menudo, sin prestar la suficiente atención a los efectos sobre nuestra salud de determinados productos. Los efectos de esta guerra contra la naturaleza se reflejan en la salud del planeta y, como no podía ser de otra forma, también en la nuestra, en forma de secuelas físicas y de caos individual y social. Todo este proceso desencadenado por un capitalismo extremadamente agresivo está produciendo además una gran desigualdad en el reparto de la riqueza y, por tanto, del poder. Ello perjudica la calidad de nuestras ya de por sí átonas democracias.
Conexión entre los Huertos Compartidos y la Educación Ambiental
Los Huertos Compartidos son un proyecto de Asociación Reforesta, impulsado por su secretario general, Santiago Cuerda. Esta iniciativa facilita la colaboración ciudadana para la puesta en marcha de huertos ecológicos, especialmente en áreas urbanas. Para comprender la naturaleza es necesario sentirse parte de ella, y qué mejor forma de conseguirlo que trabajándola con respeto, para obtener algo imprescindible: alimentos de calidad, obtenidos con nuestras propias manos. Así, quienes participan en estas experiencias recuperan el control sobre una parcela tan importante de la vida como es la alimentación.
Además, evitan la emisión de CO2 derivada del transporte. Este gas es el principal causante del calentamiento global. Si tenemos en cuenta que la mayor parte de las ventas de frutas y productos hortícolas son realizadas por las grandes superficies, al evitar dirigir una parte de su dinero hacia estas megaempresas, los participantes hacen un gesto a favor de la economía de proximidad. Esta economía permite un mayor control sobre el proceso de producción, beneficiando al productor local frente a las grandes cadenas de hipermercados.
Este tipo de agricultura también evita el uso de productos tóxicos y semillas transgénicas, promoviendo prácticas más saludables para el medio ambiente y para quienes cultivan. En resumen, experiencias como Huertos Compartidos y otras similares empoderan a las personas, benefician la salud personal y la de la Tierra, así como fomentan relaciones sociales significativas.
A estas alturas de la película, la mayoría somos conscientes de que poco o nada bueno podemos esperar de un establishment político y económico dedicado a mantener unas reglas de juego favorables a sus propios intereses. Tenemos que ser nosotros, la gente de a pie, quienes encontremos pequeñas ventanas que nos permitan ganar independencia, y la horticultura urbana es un ejemplo del tipo de alternativas que, entre todos, hemos de construir.
Por Miguel Á. Ortega, Presidente de Reforesta.