Las Navidades son fechas de encuentros y desencuentros, de sentimientos intensos de amor y solidaridad, y de profunda soledad y melancolía. Vivir estas fiestas con plena conciencia nos ayudará a descubrir una nueva realidad.
A luz de la consciencia
Las fiestas navideñas vienen cargadas de remolinos emocionales. Actividades con nuestros hijos, cenas y comidas familiares, compromisos profesionales, reuniones con amigos. Son fechas que podemos vivir desde la compulsión (compras, comida, salidas) o iluminando cada momento con atención, reconvirtiéndolas en oportunidades de encuentro y disfrute con las personas que queremos.
Poner conciencia quiere decir vivir cada momento con plenitud y aceptación: asistir a reuniones sin convertirlo en una lista de compromisos que nos agotan y aceptar nuestra realidad familiar tal y como es. Ser selectivo con las salidas y las personas propiciará el crear espacios gratificantes sin saturarnos. Cansancio, estrés y ansiedad se pueden convertir en nuestros compañeros si no gestionamos bien nuestro tiempo ni nuestras emociones. Vale más calidad que cantidad. Y esto también debemos regularlo con el tiempo que dediquemos a nuestros hijos.
La magia de los niños
Las vacaciones de Navidad son una fiesta para los sentidos: regalos, luces, actividades… Participar en talleres, espectáculos o tareas lúdicas estimulan su creatividad y las relaciones con sus iguales, pero no hay que abusar. Una sobreestimulación conlleva inquietud, ansiedad, nerviosismo o dificultades a la hora de conciliar el sueño. Mantener las rutinas básicas y no sobreexponer a los pequeños a lugares con mucho ruido o actividad puede amortiguar el impacto sensorial. Velar por la regulación emocional de nuestros hijos es nuestra responsabilidad porque es fácil entrar en una dinámica compulsiva a la hora de comprar, salir o comer. Poner conciencia facilitará que aprendan a manejar la frustración de no poder tener “todo” y a ir ajustando sus necesidades sin dejarse embaucar por las que nos impone la sociedad de consumo. En la medida en que nosotros aprendamos a gestionar nuestros propios límites y a no ceder ante demandas desproporcionadas, ellos integrarán modelos sanos de relación con el mundo exterior. Seleccionar los estímulos con consciencia, nos guiará a conectar en profundidad con el sentido de lo que estamos eligiendo, sean compras o espectáculos.
Encuentros y desencuentros
Las reuniones familiares en estas fechas son espacios delicados. Pueden convertirse en batallas campales donde poner de aperitivo reproches y saldos irresueltos. Si vamos a compartir mesa con familiares con los que no hay una buena relación, hagamos antes una reflexión consciente, para valorar si es el mejor momento y lugar para saldar asuntos pendientes y evitaremos tensiones innecesarias. Todo se puede hablar, pero hay que poner en marcha medios hábiles para buscar el momento más propicio sin involucrar a otras personas.
Saborear estas fechas en familia conlleva saber escuchar, negociar y conciliar los espacios comunes con atención y cariño. Si promovemos una actitud positiva, celebraremos un emotivo encuentro entre personas unidas por lazos afectivos en las que se disfrute con el corazón.
Recuerda:
- Pon conciencia y no compulsión a tus acciones
- Vale más calidad que cantidad: evita los excesos y la sobreestimulación
- Ayuda a los niños a manejar la frustración de no poder tener todo
- Si quieres resolver asuntos pendientes familiares, busca el momento oportuno y el lugar adecuado: no involucres a otras personas
Directora y supervisora de Adhara Psicología. Psicóloga.