La música en el refuerzo del vínculo entre padres e hijos

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Los vínculos que establecemos con los demás condicionan en gran medida la percepción de nuestra propia existencia. Nuestra forma de relacionarnos tiene que ver en gran medida con el modo en que se forjó el vínculo con nuestra madre. La interacción es fundamental tener en cuenta que el bebé o el niño muy pequeño aún no ha desarrollado su capacidad de razonamiento, sino que está expuesto física y emocionalmente, lo que implica que la respuesta del adulto debería basarse en gran medida en aportar bienestar físico y apoyo emocional, para lo cual, nuestro lenguaje no verbal (movimientos, expresiones de la cara, tono de voz), tiene más peso que lo que decimos.

Aquellos padres que son capaces de evaluar su función parental, de conectar lo que hacen, piensan y sienten con lo que ellos vivieron durante su propia infancia, y así hacer una labor reflexiva en profundidad, estarán permitiendo que sus hijos desarrollen esas capacidades reflexivas que les permitan una adecuada regulación emocional en el futuro, y sobre todo, ser adultos conscientes de su propio valor y sus capacidades.

¿Puede oír el feto?

El desarrollo de los principales componentes del oído comienza temprano, a las 10-12 semanas de gestación, aunque la audición será totalmente funcional, con capacidad de escuchar y dejar un registro a nivel cerebral, a partir de la semana 24 de gestación. Esto quiere decir que ya existe una memoria sonora antes del nacimiento, que permite, por ejemplo, que el niño al nacer ya reconozca la voz de su madre, reconozca piezas musicales que ha escuchado durante el embarazo, o que diferencie el idioma materno de otros idiomas.

¿Qué beneficios tiene la madre embarazada con la música?

Se ha demostrado que el desarrollo de actividades musicales durante el embarazo (desde la escucha pasiva, hasta experiencias más participativas) tienen un efecto positivo sobre la mujer gestante, tanto en cuanto su salud mental (disminución de la ansiedad, mejora del estado de ánimo) como en parámetros físicos (frecuencia cardiaca, tensión arterial), además de mejorar el vínculo que se va desarrollando con el futuro bebé. Este capta desde el entorno uterino aspectos como el latido cardiaco de su madre, el ritmo de su respiración, el tono relajado o tenso de su parto. El canto de la madre dirigido al bebé tiene un efecto muy importante sobre las constantes vitales del niño, además de reforzar de forma muy importante el vínculo entre ambos. La creación de entornos silenciosos en las unidades de cuidados intensivos de neonatos, junto con experiencias musicales suaves pero con significado, como el uso de música clásica grabada, con carácter rítmico moderado o lento, o sobre todo, música en vivo, en la que puedan participar los padres, ha demostrado que mejora notablemente la calidad de vida de los pequeños.

El comunicación entre ellos. Diversas experiencias en España y otros países demuestran que los padres pueden aprender a observar y escuchar a sus hijos de forma más reflexiva, así como aumentar su percepción sobre sus competencias como padres.

Aunque en menor medida, también existen experiencias de sesiones conjuntas entre uno de los padres y el bebé o el niño pequeño, junto con el musicoterapeuta, en las que sí es posible adaptar las actividades de forma más individualizada a cada situación, facilitar la relación y la comunicación entre ambos participantes, y posteriormente compartir el análisis de las sesiones con los padres para hacerles más conscientes de lo que allí ha sucedido, y así mejorar sus capacidades de comunicación con su hijo.

A modo de conclusión, puede decirse que la música constituye un medio de comunicación no verbal que permite una conexión emocional más abierta entre padres e hijos, y que puede contribuir a reforzar el vínculo, con los beneficios que ello supondrá para el correcto desarrollo emocional de la persona.

Juan Manuel Morillo Velázquez
Máster en Musicoterapia
Experto en Inteligencia Emocional
www.sencillamente-ser.org 

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