A veces creemos que ayudamos, pero ¿es realmente una “buena ayuda” lo que ofrecemos? ¿Desde qué “lugar” se da la ayuda? ¿Qué se necesita para que la ayuda sea realmente beneficiosa para todos?
Lo primero para entender qué es la “buena ayuda” desde la perspectiva de las Constelaciones Familiares, es saber qué significa “tomar” a los padres, un concepto esencial acuñado por Bert Hellinger que permite comprender muchos aspectos de nuestra vida desde este enfoque.
Tomar a los padres implica ACEPTARLES TAL Y COMO SON. Esto conlleva aceptar sus destinos, sus vidas, sus cargas y limitaciones, sin exigirles más de lo que nos han proporcionado, incluso si ya no están con nosotros. Es crucial apreciar todo lo que nos han dado, ni más ni menos. Tomar a los padres no se limita a mantener una buena relación; implica darles el lugar que les corresponde como padres y nosotros asumir nuestro rol como hijos.
El verdadero trabajo que lleva a la buena ayuda proviene de que el ayudador haya tomado a sus propios padres, ya que así no intentará ocupar el lugar de los padres del cliente. Honrar a los padres del cliente, sin importar lo que haya ocurrido en su vida, es fundamental. El cliente necesita que se le ayude a aceptar a sus padres, porque este proceso marca el inicio de su sanación.
Uno de los riesgos en las terapias es que, en busca de apoyo, el cliente vea en el terapeuta una figura paternal. Si el terapeuta no es consciente de esto, puede caer en un juego inconsciente. Sin embargo, al reconocer esta dinámica, el terapeuta puede guiar a su cliente hacia el respeto y la honra de sus padres, siempre que haya hecho previamente su propio trabajo de aceptación con sus propios progenitores.
Después de honrar a sus propios padres, el terapeuta puede dar un lugar a los padres del cliente dentro de su corazón. Esto no solo ayuda a establecer un vínculo sano, sino que evita caer en el rol de “salvador”. En este sentido, el terapeuta se convierte en un acompañante que utiliza sus conocimientos para ayudar al cliente en su proceso de sanación, sin interferir en el rol de padres.
La correcta honra a los padres permite que muchas personas inconscientemente se sientan atraídas hacia el terapeuta, dado que ambos inconscientes reconocen que tal ayuda facilitará no solo la sanación individual, sino también una mejora del sistema familiar a través de la aceptación y el orden. Por eso es fundamental que los ayudadores trabajen primero en posicionarse adecuadamente con respecto a su propio sistema familiar. En este orden reside una gran parte de la solución a muchos problemas, ya que cuanto más ordenados estemos en nuestro sistema familiar, más podremos vivir nuestro propio destino sin cargar las historias de otros.
Como menciona Bert Hellinger, cuando alguien busca ayuda sin haber tomado a sus padres, puede sentirse más grande que ellos y, por ende, excederse en sus demandas hacia el terapeuta. Este último, si no ha tomado a sus propios padres, podría reaccionar como un niño buscando aprobación de su cliente, lo que puede convertirse en una manipulación. Es esencial recordar que como terapeutas, nuestra labor es trascender el ego y estar al servicio del destino del cliente y su sistema, en lugar de sucumbir a los deseos egoístas.
La labor del ayudador: Un viaje hacia el estado adulto del cliente
Este es el auténtico desafío. La energía sutil que se mueve en este proceso exige consciencia continua. En un momento podemos estar en el lugar del adulto con nuestro cliente y, al instante siguiente, podemos caer en la tentación de usurpar el lugar de sus padres o buscar la validación de los nuestros a través de él.
Un gesto simbólico que fortalece la consciencia acerca de este balance es, por ejemplo, cómo otorgamos un abrazo. El abrazo de igual a igual se realiza desde la derecha; aunque esto no es una solución definitiva, sí lo es un paso inicial hacia la interiorización de estos conceptos.
Un ejercicio efectivo para mantener la relación terapeuta-cliente es visualizar a los padres del cliente detrás de él y, mentalmente, decirles: “Os veo. Estoy al servicio de vuestro sistema. Tú eres su madre. Tú eres su padre. Yo soy solo el terapeuta, y soy más pequeño que vosotros”.
¿Cómo ofrecer entonces la buena ayuda?
La buena ayuda proviene en primer lugar de la introspección del terapeuta en cuanto a la aceptación de sus padres, además de mantenerse en un estado adulto en su vida, no en una actitud infantil (un concepto explorado en profundidad en el análisis transaccional). Cuando el terapeuta adopta una postura adulta —que trasciende simplemente la edad— puede facilitar a su cliente el acceso a ese mismo estado y, a la vez, ayudarle a honrar y aceptar a sus propios padres. Edward Bach lo expresó de esta manera: “Un terapeuta puede llevar tan lejos a su paciente como consigo mismo haya llegado”. Esto significa que un terapeuta que ha hecho las paces con sus padres brindará una buena ayuda porque puede guiar a sus clientes para que tomen también a sus progenitores, fase que marca el inicio de la sanación: aceptar todo tal como es, comenzando por aceptar a los padres, sin importar cómo ha sido la historia de cada uno. La aceptación implica acoger sus destinos, sin intentar modificarlos. De lo contrario, invertiremos los roles y perderemos nuestra identidad como hijos.
Los matices son sutiles, y en un instante podemos estar en el lugar correcto o perder el hilo y querer “salvar” al otro, sean padres o clientes.
Ajustarnos a nuestro lugar y permanecer ahí, sin invadir el espacio de otros, es un proceso que requiere conciencia constante a lo largo de la vida, ya que los vínculos inconscientes pueden activarse en distintas circunstancias. Una forma de reconocer si un vínculo inconsciente con un ancestro familiar se ha manifestado es observar si hay bloqueos en nuestras vidas, que a menudo reflejan desorden en el sistema.
En conclusión, la buena ayuda surge al ponernos al servicio del destino de la persona y su sistema, sin intentar cambiar lo que no necesita ser cambiado. Acompañar con respeto y amor a la persona, y a sus raíces familiares, es fundamental, ya que detrás de cada dificultad hay fuerzas inconscientes que requieren ser sanadas y visibilizadas con amor.