En enero de 1971, Almudena Hauríe Mena y yo inauguramos el centro de yoga y orientalismo Shadak, bautizado años después por el periodista Tico Medina como «el templo del silencio» y muchos años después por Pablo Meglioli como «la catedral del yoga”.

Al día de hoy han pasado por el mismo más de medio millón de practicantes y se siguen impartiendo las clases de hatha-yoga y radja yoga con la máxima pureza y de acuerdo a la verdadera esencia del yoga, dando el más amistoso y cariñoso de los tratos a nuestros alumnos, que consideramos nuestros amigos espirituales. Buena parte de ellos llevan con nosotros muchos años, lo que a menudo les agradezco en las clases de manera personal.

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Durante años vinieron a ofrecernos charlas y cursos en Shadak un gran número de especialistas en el yoga o disciplinas afines, altos lamas, destacados monjes budistas, swamis y expertos en el terreno del orientalismo.

Fundamos el Círculo de Estudios Budista NARADA, apoyado por el venerable Narada Thera, que estuvo operativo durante años.

El centro fue decorado amorosamente por mi hermano Miguel Ángel y mantiene ese aire de oriental, intelectual y entrañabilidad. Cada año que transcurre se va cargando más de la sabiduría y motivación de todos los practicantes que por allí van pasando, convirtiéndose en un refugio para la mente y el espíritu.

No es nada fácil en una convulsa ciudad como Madrid encontrar un espacio donde compartir la noble aspiración por el autodesarrollo y la realización de sí.

Las profesoras de Shadak (Adoración, Silvia y Luisa) , extraordinariamente formadas, ponen el alma en su enseñanza y yo imparto diariamente una clase de hatha-yoga y dos de radja-yoga y meditación. Nuestra secretaria, Manuela, atiende solícitamente y con cariño a las personas que le piden información.

En el cálido hall de Shadak hay expuestas las mejores obras de yoga y orientalismo, algunas publicadas hace más de cincuenta años, y parte de ellas dedicadas a mí por grandes orientalistas, yoguis y escritores en el campo del yoga y disciplinas afines.

No es fácil mantener la armonía y el orden impartiendo clases a cuatrocientas personas diariamente, pero por eso estamos tan agradecidos a la mentalidad seria y motivada de nuestros alumnos y a su inapreciable colaboración.

Nuestra enseñanza siempre ha respetado el verdadero yoga, como un método solvente y aséptico,  liberado de cualquier actitud dogmática, adoctrinante o religiosa, y abierto a toda clase de personas cualesquiera sean o no sean sus creencias, su raza, nacionalidad o edad.

Seguimos el antiguo principio de la sabiduría oriental: «Enciende tu propia lámpara» y yo trato de mostrarme siempre como un simple profesor, totalmente accesible y que traslada a los demás los conocimientos y técnicas que me han sido regalados desde hace sesenta años.

 

Ramiro Calle Escritor.

Director del Centro Shadak

ramirocalle.com