Aloe: La sabia sábila

 

Las plantas del género Aloe han sido utilizadas desde la antigüedad en la medicina tradicional de varios países (Grecia, Egipto, India, Méjico o Japón). Fueron especialmente valorados por los egipcios que los utilizaban para ayudar a conservar los cuerpos momificados. También cuentan las leyendas que, parte de la singular belleza de Nefertiti, esposa de Amenofis IV (siglo XIV a.C.), así como de Cleopatra (69-30 a.C.) derivaban del uso cosmético que hacían del aloe.

Fueron los médicos chinos los primeros en usar el aloe y lo denominaban la “planta de la inmortalidad”. Más tarde Dioscórides también la recomendó por sus propiedades medicinales y cosméticas. Valorada en todas estas medicinas tradicionales por sus propiedades benéficas y reparadoras sobre quemaduras, cicatrización de heridas y diferentes afecciones de la piel debido a sus cualidades antiinflamatorias e inmunomoduladoras.

Las especies más conocidas y utilizadas son Aloe barbadensis Miller (Aloe vera) y Aloe del cabo o Aloe ferox. El género Aloe pertenece a la familia botánica de las Liliaceae y crece en regiones cálidas, desérticas y semiáridas de regiones tropicales y subtropicales, siendo originaria de África oriental y meridional. Su creciente demanda ha dado lugar al aumento de las zonas de cultivo; en España se cultiva en Baleares, Canarias y Andalucía.

Esta planta ha recibido diferentes nombres a lo largo de los tiempos: Planta de la inmortalidad en el antiguo Egipto, Elixir de Jerusalén por los monjes templarios, Lirio del desierto en países árabes, curadora silenciosa en la India, remedio armónico en China, Elixir de la longevidad en Rusia, Planta de la eternidad en Haití.

El nombre de Sábila proviene de una antigua leyenda mejicana, en la que una mujer anciana y sabia llamada Sábila cuidaba la hacienda de un poderoso hombre del estado de Guanajuato. Al regresar cada día a la entrada de su hacienda el hombre observaba una bonita planta verde que cuidaba cada día con esmero esta anciana. Un día el hijo de este hombre sufrió un accidente y se hizo una herida grave en la pierna que le impedía caminar. Llamó a las mujeres ancianas pidiendo ayuda y la sabia anciana Sábila acudió en su ayuda, tomó la pulpa de la planta y la puso sobre la herida curándose el joven a los pocos días. El terrateniente quiso agradecer el gesto a la anciana y fue a buscarla pero nunca más la halló. Cuando regresó a la hacienda vió a la planta del Aloe más crecida y bella que nunca, por lo que recordando este hecho casi milagroso y en agradecimiento a ella puso el nombre de Sábila a la planta del aloe.

Las plantas de Aloe poco a poco han ido entrando en nuestras casas y cada vez más gente tiene macetas de Aloe vera en sus hogares. Si vivimos en un lugar frío en invierno hay que cuidarlas y protegerlas de las heladas ya que sus hojas se congelarán, pues las plantas de Aloe crecen en lugares cálidos y casi desérticos. Pero no por su cercanía y cotidianidad se le va a quitar mérito en nuestros días, ya que esta planta la tenemos casi como un “curalotodo”.

La parte a utilizar de la planta es la hoja de Aloe, y en ella hemos de distinguir dos partes diferenciadas: una el gel transparente presente en el interior de la hoja llamado gel de Aloe y otra el jugo verde presente en el recubrimiento de la hoja llamado acíbar.

La planta del Aloe crece en lugares casi desérticos, por lo que su estrategia para sobrevivir se debe a la estructura mucilaginosa presente en el interior de sus hojas. Estos mucílagos tienen la peculiaridad de atrapar y captar agua. Son una especie de malla polisacárida que capta y atrapa las moléculas de agua: el agua presente en la humedad de la mañana, en las pocas gotas de lluvia que puedan caer en esas tierras, en el rocío que desciende principalmente en las noches de primavera. Por ello este gel presente en el aloe tiene la peculiaridad de ser capaz de captar agua viva y vital y contenerla en esa malla presente en su interior, de ahí sus aplicaciones curativas en todos aquellos procesos en los que refrescar, hidratar y reparar la piel o las mucosas es necesario, como en caso de quemaduras, procesos inflamatorios o alteraciones de la piel. Hidrata, suaviza y calma las superficies de piel o mucosas erosionadas gracias a su poder emoliente y reparador.

En la cubierta verde de sus hojas contiene un jugo verdoso llamado acíbar, de sabor muy amargo; de hecho existe el dicho “más amargo que el acíbar”. Su acción es aperitiva, laxante o purgante y también colagoga, es decir ayuda a que la bilis se expulse de la vesícula biliar. Podríamos concluir según la teoría de las signaturas de Paracelso que realmente el color de este jugo recuerda mucho al aspecto del jugo biliar mostrándonos así la naturaleza uno de los usos de esta planta. Contiene principalmente glucósidos antraquinónicos que estimulan el peristaltismo del intestino grueso favoreciendo la evacuación de las heces. En muchas personas este acíbar aplicado sobre la piel puede resultar irritante y ocasionar alergias y dermatitis y tampoco debe ser utilizado por embarazadas o en pacientes con colon irritable.

Podríamos decir que la acción curativa de la sábila no se encuentra en la acción de un sólo ingrediente, sino más bien en la sinergia que se produce entre varios componentes. El gel de aloe contiene aproximadamente un 99% de agua. El otro 1% contiene más de 75 nutrientes conocidos, incluyendo 20 minerales, 12 vitaminas, 18 aminoácidos, 200 compuestos llamados fitonutrientes en un plan activo, las enzimas y, agua.

Contiene elementos nutritivos y es rico en enzimas y en aminoácidos. Además contiene minerales: calcio, potasio, sodio, y manganeso, zinc, cobre, hierro y magnesio. Vitaminas: A, B1, B2, B6, C y B12. Estos elementos nutritivos hacen del gel de aloe adecuado para incorporarlo en licuados y zumos.

Pero unos de los componentes más interesantes presentes en el gel de aloe son los llamados acemananos, mezcla de polisacáridos complejos. Estos compuestos se han mostrado muy eficaces para estimular el sistema inmune; se comportan reconectando las células inmunitarias y demás elementos que intervienen en nuestro sistema defensivo. Este hecho lo hace útil en enfermedades graves en las que es necesario fomentar la actividad inmunoestimulante, como el cáncer. En este caso la especie de mayor utilidad es el Aloe ferox por su mayor contenido en acemananos.

También fue utilizado con éxito tras los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en pacientes afectados por quemaduras tras la radiación atómica; este hecho también lo hace recomendable para tratar la piel afectada por los tratamientos de radioterapia.

En cualquier caso se han de utilizar preparados a base de Aloe de calidad y de cultivo ecológico.

Recetas para obtener el gel de aloe:

El gel de aloe se conserva mal debido a su riqueza en agua y nutrientes, por lo que se ha de utilizar en fresco recién obtenido de la hoja o bien cortar la hoja y guardar unos días en el frigorífico para utilizarla.

Podemos también separar el gel de aloe y congelarlo. Si lo cortamos en pequeños trocitos alargados serán unos excelentes supositorios para tratar hemorroides.

Gel de aloe conservado en glicerina:

1.- Separamos el gel de aloe con cuidado de modo que obtengamos solo el gel transparente.
2.- Lo licuamos con la batidora y colamos con un colador.
3.- Caerá lentamente el gel que recogeremos en un recipiente.
4.- Pesamos el gel de aloe obtenido y lo mezclamos con una cantidad igual de glicerina. De este modo queda conservado y podemos aplicarlo sobre la piel cuando lo necesitemos.

5.- Lo guardaremos en envase oscuro de vidrio y en un lugar fresco y seco.

Palmira Pozuelo
Farmacéutica Naturista
www.alkemila.com