He aquí que un sabio iluminado se sentó a meditar un rato al borde de un camino.

 De repente pasó por allí un ladrón y al verlo se dijo:
«Este seguro que ha robado y le están buscando. Yo me voy rapidamente no vaya a ser que el prenderle a él también me cojan a mí». Y el ladrón salió corriendo tanto como sus piernas se lo permitían.

 

Tiempo después pasó por allí, un borracho dando tumbos. Vió al hombre y se dijo:
«Este está como una cuba. Voy a irme pronto no le dé por tomarla conmigo». Y el borracho, apenas pudiendo mantenerse en pie, se alejó del lugar.

Luego pasó por allí una persona que estaba indispuesta y al ver al desconocido, se dijo:
«Este hombre está realmente enfermo, pero no estoy yo para ayudar a nadie»
. Y se marchó.

Por último pasó por le camino un hombre avanzado espiritualmente y al ver al otro hombre, pensó:
«Es sin duda un iluminado». Le besó los pies y se sentó a su lado a meditar.

REFLEXION:

Nuestra mente condicionada tiene una compulsiva tendencia a prejuzgar, juzgar, etiquetar, comparar, opinar gratuitamente y proyectar. La mente velada no ve lo que es, sino lo que quiere o teme ver. Es una mente muy poco fiable, condicionada por el apego y el aborrecimiento, que a menudo no ve lo que realmente es y se deja turbar y confundir.

La percepción y la cognición en tal caso se distorsionan y falsean aquello que se está contemplando o experimentando. El juicio se ve oscurecido. Proyecta sobre los demás sus propios temores, expectativas, carencias y miedos. Esa es la mente que Buda denominaba traba o víctima de muchos impedimentos.

Mediante la práctica de la meditación y el entrenamiento metódico de la atención, la ecuanimidad y el discernimiento, la mente se va saneando y limpiando para que pueda ver las cosas como son.

A los muchos yoguis, maestros budistas y lamas que he entrevistado a lo largo de más de treinta años, al preguntarle qué es la sabiduría, me han respondido: «Ver las cosas como son desde la pureza de la mente». O sea, desde una mente no velada y por tanto dueña de la visión clara y de la lucidez. Una mente lúcida no se deja confundir por tantos prejuicios, juicios, condicionamientos, viejos patrones y tendencias de apego y aborrecimiento; una mente lúcida es una mente más clara, sosegada y ecuánime, más libre de esquemas y falsas valoraciones.

Es, por tanto, una mente en la que se puede confiar y que no está sujeta a los mecanismos de proyección, a los autoengaños y a los subterfugios. Es una mente en la que aflora la compasión y que sale de las redes de la ofuscación.

Ramiro Calle

Director del Centro de Yoga Shadak y escritor

www.ramirocalle.com