La belleza es algo que ha preocupado a través de las eras a todas las civilizaciones, pero cada una de ellas, a través del tiempo, ha tenido una idea diferente de lo que es bello y de lo que no lo es. El común denominador en todas es que la belleza es adorada y ensalzada, asociada con algo especial y en ocasiones tomando connotaciones divinas.
En occidente históricamente la belleza se ha centrado más en lo externo, en la estética y la apariencia. Por ejemplo, en la Grecia clásica era la armonía y la perfección de las proporciones, en el Renacimiento Europeo el equilibrio, en el Barroco la ostentación etc. Sin embargo en las Américas, África y el Oriente los cánones de belleza eran diferentes a los de la Europa Clásica.

Hoy en día con la globalización y la gran influencia de los medios de comunicación la belleza humana se ha centrado más en la sensualidad. Una clara muestra de ello es que las compañías publicitarias usan la imagen de un hombre o una mujer sensual para vendernos desde un cepillo de dientes hasta una podadora. Pareciera que la utilidad del producto ya no basta para vender; es necesario complementarlo con un cuerpo sensual, una cara sonriente y una piel perfecta y brillante.
Ante semejante situación, algunos hablan de una crisis de valores, otros lo consideran una consecuencia natural de la postmodernidad. En cualquier caso creo que equilibrar la balanza entre la apariencia externa y los valores internos es una necesidad creciente en nuestra sociedad.
Con el objetivo de poner peso en el otro lado de la balanza me gustaría introducir un artículo escrito por Bhaktivedhanta Swami Prabhupada, el fundador de la Sociedad Internacional para la Conciencia de Krishna, que vio la luz en el número de Noviembre de 1958 de su revista De Vuelta al Supremo. Luego, este mismo artículo apareció con el título de La Verdad y la Belleza en su famoso libro La Ciencia de la Autorrealización.
En este artículo Swami Bhaktivedanta habla de si son o no compatibles los términos de belleza y verdad, por aquello de que no siempre la verdad es bella o agradable para el que la escucha. Pero el autor enfáticamente declara desde el inicio que “la verdad auténtica, que es absoluta, siempre es hermosa. La verdad es tan hermosa, que atrae a todos, incluso a la verdad misma. La verdad es tan hermosa, que muchos sabios, santos y devotos lo han dejado todo por ella.”
Por otra parte, contrasta esta verdad que casi nadie en el mundo conoce y aprecia y nos da una estocada diciéndonos que aunque sentimos atracción por la belleza de la verdad, nos hemos acostumbrado a amar la falsedad, que muchas veces se disfraza de verdad.

Para ilustrar sus palabras Srila Prabhupada cuenta una interesante historia que me gustaría compartir:

Narran que hace mucho tiempo un hombre poderoso y atractivo, pero de una dudosa reputación, se enamoró de una joven, que además de poseer una gran belleza era muy inteligente y se sentía profundamente atraída a la castidad. A la chica no le agradaban en absoluto las insinuaciones de aquel hombre. Sin embargo, debido a su profunda insistencia, decidió darle una lección y accedió a concederle una cita, pero tendría que esperar una semana.
Ambos se prepararon para la cita, pero no de la misma manera. Mientras el joven no hacía más que pensar en lo agradable que sería contar con la compañía de tal hermosa chica. Ella se dispuso a mostrar como la belleza que aquel caballero estaba percibiendo era bastante efímera. Para ello la chica ingirió durante esa semana algunos laxantes y purgantes que hacían que desechara prácticamente todo lo que comía. Debido a estos cambios que hizo en su dieta la joven adelgazó muchísimo y su tez perdió el brillo que le caracterizaba.
Cuando el momento indicado llegó y el chico apareció en la escena le preguntó a la demacrada muchacha que esperaba ahí por la hermosa joven con quien se iba a reunir, sin siquiera percatarse de que se trataba de la misma persona. La chica en varias ocasiones le confirmó su identidad aunque él no podía creer que estuviese hablando con la misma persona. Él le preguntó que dónde había quedado su belleza y ella le mostró a dónde había ido a parar su “belleza líquida”.
Finalmente, por la gracia de la santa joven, este hombre de dudosa reputación pudo distinguir entre la sombra y lo tangible y así, recobró la razón.

Algo muy interesante es cómo la mayoría de nosotros podríamos caer, y de hecho caemos, en la trampa en la que cayó este hombre de la historia, solo valorando la belleza física o colocándola en lo más importante de nuestra valoración, sin percatarnos de que al hacerlo mostramos que andamos tras una verdad falsa y relativa, que el autor describe como incompatible con la verdadera belleza. Porque definitivamente todos los que nos sentamos a reflexionar en el tema llegaremos a la misma conclusión que los grandes sabios y que Srila Prabhupada intenta transmitir: “La belleza de la piel externa puede destruirse en unas cuantas horas, pero la belleza de la verdad es indestructible y es siempre la misma.”
Concentrarnos exclusivamente en la belleza externa o corporal es como tener un ave en una jaula muy bien decorada, limpia y lujosa, pero sin preocuparnos por alimentar al pequeño pajarillo. Es como regularmente ponerle combustible al coche pero no dar de comer al conductor que permite que el coche pueda circular. Entender la belleza temporal de este mundo y encaminar parte de nuestras energías a buscar la belleza eterna de la Verdad Última es la meta que recomiendan los sabios de la cultura védica para nuestra vida y en especial los clásicos de la literatura espiritualista como el Bhagavad-Gita.

Yoel Yera (Janardan das)
Master en Ciencia Matemáticas
Profesor Universitario
Practicante de Bhakti Yoga por más de 10 años
Director del Centro Hare Krishna de Madrid

www.harekrisnamadrid.com