A través de los tiempos, todas las culturas han mostrado un amor y respeto profundo hacia los árboles. Para muchos, cortar un árbol era un acto gravísimo, castigado incluso con la muerte, ya que se creía que en ellos habitaban presencias sabias e intangibles. Sin embargo, si hay un pueblo del que nos ha llegado su increíble veneración por los árboles, ese es el pueblo celta.
La Espiritualidad de los Árboles en la Cultura Celta
Para los celtas, los bosques eran templos sagrados. Sus rituales y ceremonias se llevaban a cabo en círculos de árboles, donde los druidas -cuyo nombre significa «hombre del roble» o «el que aprende del roble»- y las druidesas – «la que cuida de la sabiduría del roble» – impartían su conocimiento en la escuela de la naturaleza. Los árboles no solo eran vistos como seres vivos, sino como entidades con las cuales se podía interactuar y aprender.
Los Siete Árboles Sagrados Celtas
En la cultura celta, existían siete árboles considerados simbólicos, míticos y sagrados. Cada uno de ellos estaba asociado a diferentes energías, fuerzas astronómicas o planetas.
Abedul, el Árbol de Venus
El abedul, conocido como la «Virgen de los árboles» por su belleza y pureza, expresa delicadeza. Su corteza blanca y sus hojas reflectantes lo hacen un símbolo de la belleza en todas las estaciones. En la primavera, el abedul ofrece su savia, rica en sales minerales, utilizada ritualísticamente por los druidas para renovarse gracias a sus propiedades depurativas. Además, sus hojas y corteza poseen cualidades medicinales, siendo diuréticas y antiinflamatorias, útiles en casos de hipertensión, gota y edemas.
El abedul también era conocido por su simbolismo de renovación y pureza. Los druidas utilizaban la savia de abedul en rituales de purificación, y sus ramas se empleaban para crear escobas que servían en ceremonias para barrer energías negativas y atraer nuevas oportunidades. Esta práctica reflejaba el profundo entendimiento celta de la naturaleza como un ciclo perpetuo de muerte y renacimiento.
Roble, el Árbol de Marte
El roble es un símbolo de fortaleza y vigor. Este majestuoso árbol crea bosques llenos de vida y sustenta una gran variedad de flora y fauna gracias al humus que genera. Su robustez y presencia imponente inspiran fuerza y valentía, razón por la cual se dice «más fuerte que un roble». Medicinalmente, su corteza, hojas y agallas son ricas en taninos, que tienen propiedades astringentes, útiles para tratar diarreas, faringitis y hemorragias.
En la sociedad celta, el roble también representaba longevidad y resistencia. Los druidas consideraban que estos árboles contenían sabiduría ancestral y que meditar bajo sus ramas podía proporcionar claridad y fortaleza mental. Las bellotas del roble, además de ser un alimento esencial para la fauna, simbolizaban potencial y nuevas posibilidades.
Olmo, el Árbol de Mercurio
El olmo, símbolo de comunicación, era el centro de plazas y pueblos, asociándose a Mercurio, el dios alado. Sus semillas, aladas como el dios Hermes, y su corteza, rica en taninos y principios amargos, tienen propiedades antidiarréicas y sudoríficas. Externamente, la corteza del olmo se utiliza para tratar enfermedades de la piel.
Los celtas también consideraban al olmo un árbol de conexión social y unidad. Al ser el centro de las comunidades, bajo sus ramas se llevaban a cabo reuniones importantes y se tomaban decisiones colectivas. La madera del olmo era muy valorada para la construcción de utensilios y viviendas, debido a su resistencia y durabilidad.
Arce, el Árbol de Júpiter
El arce representa grandiosidad, orden y jerarquía, con su estructura imponente y frutos voladores llamados sámaras. Su savia, conocida por su dulzura, simboliza la energía y dulzura del dios Júpiter. Los celtas valoraban al arce por su conexión con la sabiduría y la grandeza.
La savia de arce no solo era apreciada por su sabor dulce, sino también por sus propiedades energéticas. Durante los rituales de equinoccio, los druidas recolectaban esta savia para preparar bebidas que simbolizaban la abundancia y el equilibrio. El arce también estaba relacionado con la enseñanza y la transmisión del conocimiento, siendo un árbol bajo el cual se impartían lecciones importantes.
Cerezo, el Árbol de la Luna
El cerezo, con su abundante floración y frutos ricos en melatonina, es un símbolo de fecundidad y fertilidad. Las cerezas no solo son deliciosas, sino que también ayudan a conciliar el sueño y son antioxidantes. Sus pedúnculos, altos en sales minerales, tienen propiedades diuréticas, beneficiando así la salud renal.
Los celtas veían en el cerezo un reflejo de la belleza efímera de la vida. La corta duración de su floración simbolizaba la impermanencia y la necesidad de apreciar los momentos de belleza y abundancia. Las ceremonias bajo los cerezos en flor eran comunes, celebrando la fertilidad y el crecimiento, tanto en la naturaleza como en la vida humana.
Haya, el Árbol de Saturno
El haya, que crece lentamente formando bosques fríos y sombríos, transmite estabilidad y seguridad. Este árbol refleja la seriedad y responsabilidad, y su corteza se utiliza medicinalmente como antiséptico y astringente, eficaz en afecciones intestinales y respiratorias.
En la cultura celta, la haya simbolizaba la paciencia y la perseverancia. Sus bosques eran considerados lugares de introspección y meditación, donde se podía conectar con las energías más profundas de la tierra. La madera de haya, fuerte y duradera, se utilizaba para fabricar muebles y herramientas, representando la constancia y la fiabilidad.
Fresno, el Árbol del Sol
El fresno, con sus hojas reflectantes y disposición irradiada, simboliza el centro y la generosidad. Sus hojas, utilizadas por sus propiedades diuréticas, antirreumáticas y analgésicas, son un remedio natural para diversas dolencias inflamatorias y vasculares.
El fresno era visto por los celtas como un árbol de equilibrio y protección. Su estructura, que permite que cada hoja reciba luz sin bloquear a las demás, simboliza la justicia y la equidad. En la medicina celta, el fresno era muy valorado por sus propiedades curativas y su capacidad para restaurar la energía del cuerpo.
Los celtas veían a los árboles como más que simples elementos del paisaje; los consideraban seres vivos con una profunda sabiduría y poder. La relación simbiótica entre los celtas y los árboles refleja una comprensión profunda de la naturaleza y su influencia en la vida humana. Hoy en día, podemos aprender mucho de esta antigua reverencia, reconociendo la importancia de los árboles no solo en términos ecológicos sino también espirituales y medicinales.
Palmira Pozuelo · Farmaceutica Naturista